a familia Rato: Sobre el poder y la prisión
Cuentan los libros de la época que, a finales de los sesenta, el joven Rodrigo Rato, el exministro, había vuelto de la Universidad de Berkeley (California) con su MBA bajo el brazo, aunque hecho un hippy .
Traía el pelo largo, se había dejado barba, lucía camisas anchas, iba de la mano de una novia californiana y exudaba un sobrevenido instinto de rebeldía contra la guerra del Vietnam. Alarmada, su madre, Aurora Figaredo, le cogió en un aparte y le segó las alas. "Te cortas el pelo y la barba, te pones un traje y devuelves a la novia", le ordenó. Y así, en un pispás, se acabó el brevísimo periplo aventurero de Rodrigo. Porque, en realidad, su destino venía marcado de origen: todo debía ser más prosaico. O eso se suponía.
"Rodrigo Rato provenía de una familia típica de la oligarquía franquista", escribió Mariano Guindal en El declive de los dioses. De una familia con dinero, prestigio y poderes.
Faustino Rodríguez-San Pedro, su abuelo, había sido alcalde de Madrid a finales del siglo XIX -en Chamberí, una calle lleva su nombre- y titular de diversos ministerios con Silvela y Maura. Y Ramón Rato, el padre de Rodrigo, le había seguido la estela. Lo había hecho casándose con Aurora Figaredo, descendiente de una familia asturiana excepcionalmente poderosa gracias a la minería asturiana -la madre que le cortaría la barba y los amoríos juveniles a su hijo Rodrigo-, y también acogiéndose al poder fáctico del momento, el franquismo.
De ambas fuentes, Ramón Rato extraería petróleo. Medio Asturias se puso bajo su control. Y pudo exprimir sus conexiones con las élites falangistas -y entre ellas Víctor de la Serna, Dionisio Ridruejo o Ernesto Giménez Caballero- para fundar Radio Nacional de España (1937), relanzar la cadena Ser (junto a Manuel Aznar, padre del expre-sidente José María Aznar), comprar Radio Toledo (1941) y formar la Rueda de Emisoras Rato, un conjunto de emisoras locales que vendería a la ONCE, en 1990, por 5.000 millones de pesetas (30 millones de euros). De ahí nació Onda Cero.
Como si aquello no fuera suficiente, Ramón Rato quiso volar más alto. Penetró en el mundo financiero. Compró el 80% del Banco de Siero -abrió oficinas en Ginebra y Amberes- y se dispuso a mirar cara a cara a los popes financieros de la época.
Cuentan que fue demasiado lejos: calculó mal. Ejecutó un crédito de cuatro millones de pesetas (24.000 euros) contra el hermano del Generalísimo, Nicolás Franco (se los había prestado para su fábrica de plásticos), y el régimen se lo cobró. Se le acusó de opositor a Franco, le obligaron a dimitir de sus cargos y vio cómo se le incautaba su empresa radiofónica, que acabó suspendiendo pagos.
Mientras Rodrigo, el menor de sus tres hijos, conducía un Seat 600 blanco por las calles de Madrid, acompañado por las hermanas Koplowitz, Alberto Alcocer y Alfonso Cortina, el padre y el hijo mayor (Ramón Rato Figaredo) se veían acorralados por diversos frentes. Se les acusó de tráfico de divisas y "organización clandestina". Los informes policiales dijeron que el patriarca "había depositado 70 millones de pesetas en diferentes bancos suizos".
La condena, que llegó en 1967, fue de tres años de prisión para el patriarca (y dos multas de 176 millones de pesetas), de dos años para el hermano mayor de Rodrigo (aparte de 44 millones) y de otros cinco millones para Faustino Rato, hermano del patriarca. Nadie ingresó: todos fueron amnistiados. E incluso recuperaron la fortuna incautada, incluido el negocio radiofónico.
Evidentemente, el daño ya estaba hecho. Ramón Rato, el mayor de los hijos, había quedado sellado, fuera del partido, de manera que todas las aspiraciones familiares se volcaron ahora en Rodrigo, aquel MBA que había vuelto de California hecho un hippie desnortado. Con él, el patriarca tiró de contactos. Le pidió audiencia a Manuel Fraga, una autoridad en Ael PP, y lo introdujo en el mundo de la política.
Aun así, el daño estaba hecho. Ramón Rato, el hijo mayor, se había quedado fuera de juego -el caso Banco Siero había quemado su carrera política-, así que la familia decidió concentrarse en el benjamín, Rodrigo, aquel MBA que había regresado de California convertido en un hippie desnortado.
El patriarca tiró de contactos. Entroncó su familia a la del magistrado Antonio de la Rosa (María Ángeles Rato, su hija mediana, se casó con José de la Rosa), y colocó a Rodrigo como consejero delegado de Aguas de Fuensanta (Asturias), de la bodega catalana Jaume Serra (Vilanova i la Geltrú) y de las constructoras Edificaciones Padilla y Construcciones Riesgo.
Con semejante currículum bajo el brazo, se lo ofreció a Manuel Fraga, ya entonces la cara visible de AP, cuyo entorno frecuentaba. Ocurrió durante un almuerzo estival en el caserío familiar en Gijón.
"El chico quiere ser diputado", cuentan que le dijo Ramón Rato a Fraga. Dicho y hecho: Rodrigo Rato se sumergió en el mundo de la política. Y no lo iba a hacer como un militante de base, sino como alguien con unos poderes más que notables.
Tras recorrer las polvorientas carreteras manchegas al volante de su Porsche rojo -regalo del patriarca-, en busca de un escaño en Ciudad Real, Rodrigo recibió lo que andaba buscando: Fraga le nombró vicesecretario general adjunto -iría de la mano de Abel Matutes-, y así se hizo fuerte, convirtiéndose en uno de los fundadores del PP.
La familia, mientras, fue pasando por caja. Lo hizo vendiendo las 66 emisoras de la Cadena Rato por los citados 30 millones de euros (1990). Y recibiendo, desde el HSBC, un crédito de 525 millones de pesetas para Muinmo (sociedad limitada formada por los tres hijos del patriarca: Ramón, María Ángeles y Rodrigo), cuyo capital social apenas ascendía a cinco millones. Se ha escrito mucho sobre el asunto, de alguna manera relacionado con Gescartera, escándalo financiero en el que desaparecieron 120 millones de euros y que, en el 2001, acabó por salpicar al Gobierno de Aznar y al propio Rodrigo Rato, entonces ministro de Economía y vicepresidente segundo.
Esos hechos no los viviría el patriarca, fallecido en 1998, a los 91 años, orgulloso del papel que su hijo, plenipotenciario ministro de Economía y Hacienda, ya estaba ocupando en aquellos momentos.
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