Miguel Ángel Fernández Ordóñez ha escrito un libro*. El texto sería impecable -y verdaderamente lo es- si no fuera por un detalle que no puede pasar inadvertido al lector. El economista Fernández Ordóñez, durante 30 años, ha formado parte del ecosistema político español, y no es fácil olvidarlo cuando se leen 247 páginas en las que el hilo argumental se resume en una idea: España necesita recuperar el sentido de la Ilustración. O de la razón, como se prefiera. Y más en concreto, la razón de los expertos para complementar la política, no para sustituirla.
Esa es, en última instancia, la gran contradicción de un libro fértil por lo que representa. El hecho de que el exgobernador del Banco de España -mitad economista y mitad político- escriba sobre un tiempo convulso en el sistema financiero no solo es de agradecer, sino que debiera ser una obligación para quienes se llevan sus memorias a la tumba. Fernández Ordóñez, en todo caso, habla en tercera persona como si él no hubiera sido un actor fundamental durante tres décadas en las que ha habido de todo. Pero también ha emergido una realidad incuestionable: España, en su opinión, nunca había alcanzado los actuales niveles de bienestar, pero tiene problemas endémicos como el desempleo que nunca se han abordado a fondo en el Parlamento, donde no hay, siquiera, una comisión que lo analice.
Ahora bien, la obra de Fernández Ordóñez no es un 'remake' de su vida de economista. Ni, por supuesto, una biografía. Es, ante todo, un libro que recoge su visión sobre los problemas clásicos de la economía española. Y más en concreto, sobre lo que no ha funcionado y se puede evitar.
Las crisis, viene a decir Ordóñez, no caen del cielo, sino que son fruto dedecisiones equivocadas que se repiten como si se tratara de unamaldición bíblica. Como el delincuente que un día, por primera vez, delinque y ya nunca puede salir del círculo vicioso. Y entre lo que no ha funcionado, según sus palabras, se encuentra una determinadavisión sectaria de la economía y de la política que necesariamente lleva a enfrentamientos inútiles. Precisamente, por la ausencia de lo que llama 'democracia ilustrada', que no es otra cosa que un país en el que las decisiones políticas se adopten a partir del conocimiento y no del expeditivo método de chuparse el dedo índice y colocarlo en posición vertical para saber por dónde sopla el viento.
Fernández Ordóñez, sin embargo, hay que decirlo, escribe con el freno de mano echado y no hurga en el pasado para buscar las causas. Lo que le interesa es, reivindicando a Adam Smith, cómo se hace la política, cómo se fabrica la economía. Le preocupa más la forma que el fondo. Y en su opinión, no hay motivos para estar satisfechos. Al contrario. “En España”, sostiene, “si un Gobierno tiene mayoría absoluta, hace lo que quiere y desprecia a la otra mitad del país”. Su propuesta pasa, por lo tanto, por reformar el Parlamento para obligar al Gobierno de turno a “escuchar a las minorías y a los expertos”. “El sectarismo existe en todos los países”, concluye, “la diferencia estriba en que en los más avanzados existen instituciones que son escuchadas”. No es el caso de España, donde “uno coloca a los suyos” y se aprueban leyes “con una discusión de apenas cuatro horas”.
Al borde del colapso
¿Es así como ha actuado el Partido Socialista cuando gobernó? Fernández Ordóñez, ahora dedicado a dar clases y completamente alejado de la política más allá de su ideología, no quiere entrar en polémicas. Tan solo es algo más que incisivo a propósito de la actuación del ministro de Economía, Luis de Guindos. Sobre todo, durante los primeros seis meses de Gobierno del Partido Popular, que llevaron al sistema financiero español al borde del colapso. En su opinión, “la gestión de la crisis bancaria ofrecía, desde su inicio hasta que el PP llegó al poder, un balance bastante razonable”, lo que había evitado que ninguno de los grandes bancos tuviera que ser intervenido. No ocurrió así con las cajas. “Más de 30 fueron liquidadas y España fue el primer país que creó unfondo de reestructuración, el Frob”, recuerda ufano.
Todo eso se fue a pique, en su opinión, por la estrategia de De Guindos, obsesionado con acusar al Partido Socialista de los males del sistema financiero. “Los seis primeros meses del Gobierno del PP son un ejemplo de cómo la falta de experiencia en la gestión de la crisis y el desprecio a los órganos supervisores -en este caso, el Banco de España- llevaron a hundir la confianza en el Reino de España y en sus bancos, colocando al país al borde de la salida del euro, y obligándole a tener que pedir ayuda financiera a sus socios europeos”. Y es que, según Ordóñez, “el PP había llegado al poder proponiendo una estrategia de gestión de la crisis bancaria verdaderamente disparatada”. Algo que explicaría un comportamiento sectario por parte del ministro De Guindos en su estrategia de ignorar al Banco de España.
“Soy muy crítico con el ministro de Economía”, recalca. Y en este sentido, reivindica la discreción, que es justo lo contrario que 'vender' públicamente las actuaciones. “El error más importante fue el de magnificar los problemas del sector bancario español para criticar al Ejecutivo anterior y justificar el carácter salvador del nuevo Gobierno”, sostiene en el libro. Eso le salió muy caro a España y le obligó a firmar el célebre memorándum. De Guindos, asegura, pensaba que la solución vendría exclusivamente de aumentar las provisiones de la banca, “sin darse cuenta de que los mercados exigían también aumentar el capital”.
Segundo error. El PP prometió a los electores que reestructuraría las entidades de crédito “sin necesidad de utilizar recursos públicos”, lo cual fue inevitable. Y, tercer error, De Guindos se mostró en contra de hacer integraciones y a favor de liquidar las entidades que no pudieran sobrevivir. Justo lo que se hizo conLehman Brothers y puso el mundo al borde de la catástrofe. Dicho esto, Fernández Ordóñez llega a una conclusión: "El Gobierno de Rajoy, después del memorándum [el rescate financiero], lo hace bien. Lo que mal empieza, bien acaba”.
El fiasco de las preferentes
¿Y Bankia? ¿Qué pasó con Bankia? ¿Se engañó a quienes compraron preferentes? Fernández Ordóñez es tajante: “De temas sometidos a los jueces, nadie me va a sacar una palabra”. "El problema son esos seis meses”, remacha. “Hay que dejar a los jueces que hagan su trabajo, y aunque yo ya no pinto nada, lo que hay que hacer es no interferir en cuestiones de presuntas irregularidades que están siendo investigadas, y la mejor forma de ayudarles es no opinar”.
Admite, sin embargo, que no se ha hecho pedagogía con la crisis del sistema financiero, al contrario que en EEUU, donde se elaboró un documento de 800 páginas después de que la Reserva Federal hubiese nacionalizado buena parte de la banca. “Uno podrá estar o no estar de acuerdo, pero los ciudadanos pudieron ver cuál era la responsabilidad de cada uno”, asegura. En España, por el contrario, los ciudadanos creen que el supervisor puede hacer lo que quiera, insiste, pero solo puede hacer lo que ha decidido el Parlamento.
Hay más. Según Fernández Ordóñez, “la campaña que hizo el Partido Popular durante esos seis meses antes del MoU se le fue de la manos, diciendo que la responsabilidad era del Banco de España. Esto no ha ocurrido en ningún país”, asegura indignado. Como si fuera hoy (estamos hablando de mayo de 2012), recuerda una frase del ministro De Guindos que le parece especialmentelacerante para el supervisor: “Algún día [por el Banco de España] recuperará su prestigio”.
Otro tiro en el pie. En su opinión, si tú dices que la culpa la tiene el supervisor, eso acelera el descrédito de las entidades financieras por parte del mercado. Y se pagó con el célebre rescate, vocablo que Fernández Ordóñez no quiere reproducir. “Eso no se ha explicado a la gente”, insiste. “A Obama no se le ocurrió hacerlo cuando Bernanke había sido nombrado por la Administración anterior”. El daño se lo ha hecho a los empleados del Banco de España, reitera, cuyo cuerpo de supervisores tiene un gran prestigio, “al contrario que Rajoy, que es el líder peor valorado”.
“Yo siempre he hecho lo que ha dicho el supervisor”, recalca para dejar bien clara su posición. “Es verdad”, continúa, “que los inspectores ganan más que otros funcionarios, pero ver a estos políticos que se han estado llevandosueldos increíbles criticándolos… Es como criticar a la guardia civil porque no se dio cuenta de que un conductor iba borracho”.
¿Hizo caso el Banco de España a algunos informes elaborados por los propios inspectores advirtiendo que la burbuja podía estallar? Su respuesta es clara: “Ese documento es uno más de los que se hicieron una vez que la burbujahabía llegado a su máximo, en 2006. Pero es evidente que hizo daño a mis antecesores”, asegura. “Mucha gente dice ahora, ya lo dije yo...”.
¿Se arrepiente de haber sido gobernador? En tono jocoso responde que no sabía la que le iba a caer y el trabajo que iba a tener. “Claro que me arrepiento”, ríe tras escuchar su propio comentario.
La crítica a Zapatero de que se reaccionó tarde a la crisis le parece correcta. En particular, por no atender al deterioro de las cuentas públicas. Se perdieron casi dos años, pero la reacción a la crisis financiera fue muy rápida. “En marco de 2009 yo les envié al ministro Solbes y al PP una carta y un borrador de proyecto de ley diciendo lo que se debería hacer, y ellos lo aceptaron”. Se puede criticar la estrategia, pero no el que no la hubiera, concluye. El PP, por el contrario, no habla de la necesidad de un ajuste presupuestario hasta junio de 2012, cuando se le cierran los mercados. Eran los tiempos en que Rajoy decía a la opinión pública que el dato de déficit lo ponía él y no la Comisión Europea. El PP, recuerda, se negó en la oposición a subir el IVA o a alargar la edad de jubilación. Sin embargo, reconoce, “el PP siempre apoyó la reforma financiera”.
Hoy, Fernández Ordóñez se conforma solo con influir. No lo va a tener fácil. La democracia ilustrada que reivindica va para largo.
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