"En este mundo solo hay dos cosas seguras: la muerte y pagar impuestos". Benjamin Franklin
Fue la guerra con Francia la que llevó a Pitt a crear el primer impuesto general sobre la renta de los británicos en 1798. Desde entonces, los estados han ido acaparando más y más parcelas privativas de los ciudadanos siempre alegando razones de interés general y justicia social. La ‘necesidad’ de cada vez mayores y más recurrentes ingresos llevó a los gobiernos a generalizar el uso de este instrumento, que ha devenido en tan habitual que parece que no pueda existir vida (en el sentido social del término) sin él.
"Doté a Francia de una fiscalidad moderna", declaraba Joseph Caillaux, padre del IRPF progresivo en Francia; lo hacía en el tomo III de sus memorias, pomposamente titulado 'Clarividencia y fuerza de ánimo en la presión'. Corría el año 1914, y fue nuevamente la guerra la que provocó su definitiva ejecución, tras estar bloqueado por el Senado desde su primera aprobación por la Asamblea Nacional en 1909. El tipo máximo se estableció inicialmente en el 2% de la base imposible, y no afectó a más del 20% de la población hasta los años cincuenta del siglo pasado. Seamos conscientes. Lo moderno tiene ya más de 100 años, y ahí seguimos.
Seguía Caillaux la senda marcada por Suiza (1840), Australia (1844), Alemania (1850) e Italia (1864). España lo instauró en 1900 y EEUU en 1913, tras una primera intentona en 1894 declarada inconstitucional un año después, y que obligó a introducir la 16ª enmienda en la Constitución. “El Congreso tendrá facultades para establecer y recaudar impuestos sobre los ingresos, de cualquier fuente que provengan, sin diferenciación entre los diferentes estados y sin atender a ningún censo o enumeración,” señala. No es casualidad, como recordará el lector avezado, que ese mismo año se crease la Reserva Federal, de forma que las dos armas de la planificación central permitían a los dirigentes norteamericanos pervertir el sentido original que los padres fundadores idearon para su país.
Así pues, tras varias generaciones y múltiples reformas, siempre en pro de la igualdad y del interés general, parece que hemos finalmente asimilado la cita deBenjamin Franklin que encabeza esta columna para abandonar nuestra condición de ciudadanos por la más moderna de contribuyentes.
De los que tenían opción de gobernar, ninguno ha presentado propuesta fiscal alguna que suponga una modernización real de la Hacienda Pública
Y sin embargo, no tiene por qué ser así. Solo dos partidos políticos españoles, el P-LIB y VOX, lo llevaban en sus programas electorales. De los que tenían opción de gobernar, ninguno ha presentado propuesta fiscal alguna que suponga una modernización real de la Hacienda Pública. Quien más cerca estuvo alguna vez,Ciudadanos, acabó sucumbiendo a la canibalización de los inspectores de Hacienda que pueblan sus filas y cuadros y que impidieron algún atisbo de reforma sugerido en algún momento en los textos de su economista de cabecera, el profesor Garicano. Nada. Escondida detrás de aparentes bajadas de impuestos, aparecía siempre más presión fiscal.
En su 'Return to Prosperity: How America Can Regain Its Economic Status' de 2010, Laffer y Moore señalan las cinco claves para devolver la prosperidad a los EEUU, cinco claves sencillas que pueden y deben ser aplicadas por cualquier país preocupado por el crecimiento, el empleo, la prosperidad, el mérito y la igualdad de oportunidades, a saber: acompañado de la contención del gasto, del dinero real y no 'fiat', el libre comercio y la reducción regulatoria aparece, en primer lugar, el tipo impositivo único.
Pero ¿qué es 'flat tax'? ¿En qué consiste esa tarifa plana fiscal? Es un sistema que aplica el mismo tipo impositivo a todos los ciudadanos independientemente de su nivel de renta, sin deducciones ni exenciones. Por supuesto, cumple con los principios del sistema tributario español, a saber, el de igualdad y generalidad (todos los españoles son iguales a la hora de pagar impuestos), el de capacidad económica (el tipo se aplica por igual, de forma que detraerá más renta siempre a quien más ingrese), el de legalidad (que se centra en el art. 133 de la Constitución para declarar que solo el Estado, en sus distintos niveles, central, autonómico y municipal, tiene capacidad para establecer tributos) y el de no confiscatoriedad (algo que el Sr. Echenique, de Podemos, físico para más señas, olvida cuando exige un tramo del 95% para “los muy ricos”, que obviamente serían determinados por él y su grupo).
En cuanto al principio de progresividad (“Cuanta más capacidad económica tenga una persona, más tributos pagará de forma progresiva”), bastaría con incorporarlo al de capacidad económica, pues es evidente que quien ingrese 60.000 euros pagaría una cantidad de impuestos cinco veces mayor que quien ingresase solo 12.000.
La facilidad en la tramitación del impuesto (curiosamente, una de las mayores trabas reales que los inspectores y asesores fiscales le ponen, al vaciar de contenido una gran parte de su trabajo actual) así como su mayor justicia (al tratar a todos los ciudadanos por igual, sin penalizar a quienes más valor añadido crean) provocan que los países que lo han adoptado hayan tenido crecimientos económicos muy importantes. Del caso de los países bálticos y Estonia en particular ya hablamos aquí hace mucho tiempo; por supuesto, no es únicamente el 'flat tax' el impulsor de crecimiento de estos países (que DNB fija en una media de más del 2,5% anual en cada uno de ellos para 2015, 2016 y 2017), también lo son una ejemplar disciplina fiscal y una deuda pública muy contenida. Tras una brutal recesión entre 2007 y 2009 (con caídas del PIB de alrededor de 20 puntos), los tres países bálticos lideran el incremento del PIB de la UE28 desde entonces, con crecimientos acumulados en 2014 superiores al 16% desde 2010.
Rusia rompió con el sistema progresivo en 2001 fijando un tipo plano del 13% en el IRPF; los ingresos crecieron un 25% el año siguiente, un 24% el siguiente y un 15% el tercero, siempre sobre el valor incrementado del año anterior, al tiempo que la economía (que abandonaba de forma progresiva la planificación que ahora algunos nos quieren imponer, aludiendo a fallos de mercado y sin recordar el hambre y la miseria que sus correligionarios han provocado siempre allí donde han tenido ocasión de organizar la sociedad) lo hacía a ritmos acumulativos del 5% anual. Véase en ese sentido 'The Russian Flat Tax Reform', de Ivanova, Keen y Klemm (2005) o este 'paper' de Martínez-Vázquez de 2007. Bulgaria, economía en transición desde la planificación centralizada hacia el libre mercado, es solo otro país que adoptó el sistema de 'flat tax' para mejorar la recaudación gracias a la simplificación de la misma y el desincentivo a la evasión que suponen tipos bajos; algo, esto último, que entiende todo el mundo salvo mis colegas defensores de los estímulos y el gasto público.
Devuelve libertad al ciudadano; reduce el fraude fiscal sin instrumentos coercitivos; y obliga a los gobiernos a explicar qué puede hacerse con los dineros y por qué
Los defensores a ultranza del paradigma fiscal señalan que son economías pequeñas (cuando les citas Rusia, dicen entonces que es demasiado grande y compleja, claro), no comparables con un sistema como el nuestro. Y entonces resulta que al menos tres candidatos a la Presidencia de los EEUU por el partido republicano, como son Ted Cruz, Rand Paul y Rick Santorum, llevan en sus programas electorales el 'flat tax' como medida estelar. También el gobernador de California Jerry Brown lo llevaba en el suyo para la presidencia de 1992… por el partido demócrata.
La tarifa plana fiscal es la verdadera revolución. Devuelve libertad al ciudadano, que puede por fin decidir qué hacer con el dinero que gana; reduce el fraude fiscal sin necesidad de acudir a instrumentos coercitivos ni escarnios públicos mediante listas de morosos, y obliga a los gobiernos a racionalizarse y a explicar qué puede hacerse con los dineros y por qué. Fue la elección entre recursos escasos lo que hizo a la economía ciencia, y lo que los políticos socialdemócratas manipularon y siguen, hoy, manipulando. Sean valientes, señores dirigentes, reduzcan sus privilegios y su poder sobre el pueblo y apuesten por el 'flat tax'.
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