viernes, 9 de octubre de 2020

Más que razonable...necesario!

Tauromaquia, ¡privatización ya! El sector de la barbarie taurina recibe anualmente de las arcas públicas del orden de 600 millones de euros. Tauromaquia, ¡privatización ya! Por Contrainformacion.es -octubre 9, 2020 Dr. Juan Ignacio Codina Subdirector y cofundador del Observatorio Justicia y Defensa Animal Autor de PAN Y TOROS. Breve historia del pensamiento antitaurino español En España la tauromaquia es una empresa pública estatal más. Es algo así como Correos, solo que, en vez de repartir cartas, el ente público de la tauromaquia reparte a discreción tortura, sangre y muerte. Eso sí, lo hace con gracia y con garbo, que así la barbarie entra mejor. Pero, sobre todo, lo hace apadrinada por papá Estado, que lleva siglos surtiendo de dinero público a esta salvajada que tanto nos avergüenza ante el mundo civilizado. Estas últimas semanas se ha sabido que la presidenta de la Comunidad de Madrid, ultra de la barbarie taurina y gran adalid de la españolidad —ja, ja—, ha regalado cuatro millones y medio de euros a la tauromaquia. Y ese no es dinero de su bolsillo, sino del nuestro. Es dinero público. Así es muy fácil regalar, cuando lo que regalas no es tuyo. El caso es que esta señora no es la única en ser tan generosa con la tauromaquia. Diputaciones, ayuntamientos y gobiernos autonómicos, con mayor o menor transparencia, llevan años sosteniendo a la tauromaquia con dinero público. Últimamente, en estos tiempos de crisis sanitaria y económica, las ayudas son tan cuantiosas que hacen que la tauromaquia, de facto, pueda ser considerada como una empresa pública más. Lo más indignante es que los que más dinero están regalando a la tauromaquia son gobernantes que, luego, se definen como liberales. Es decir, los mismos que defienden que el mercado se debe autorregular por sí solito son los que interceden públicamente para salvar a los empresarios taurinos. Los mismos que aseveran que la administración pública no debe inmiscuirse en las cosas de la economía, que hay que dejarlo todo al albur de la mano invisible del mercado, son los primeros en intervenir la tauromaquia hasta convertirla en un verdadero ente público. Resulta vergonzante que ese liberalismo del que tanto alardean lo apliquen solo cuando les interesa. No se gastan nuestro dinero en evitar desahucios, que el mercado es muy libre de dejar a una familia en la calle. Si la mano invisible te quita la casa, allá tú, que yo no intervengo, que soy mucho liberal y mucho español. Pero, si esa misma mano invisible amenaza la supervivencia de la aberrante tauromaquia, entonces no hay mano que valga, invisible o no, que ahí estoy yo con el dinero de tus impuestos para intervenir. Al final, más que mano invisible, es una mano manchada de sangre. Tauromaquia, ¡privatización ya! Tauromaquia, ¡privatización ya! Otra cuestión que también nos debe indignar es que la cosa no es nueva. En absoluto lo es. De hecho, la tauromaquia lleva siglos siendo sostenida con dinero público. Es, por tanto, una empresa pública con solera. Esto ya lo decía a mediados del siglo XVI el historiador jesuita Pedro de Guzmán. Este religioso ya denuncia que la Corona española —ay la Corona, siempre la Corona— destine tanto dinero al fomento de espectáculos tauromáquicos. Y no solo la Corona. Pedro de Guzmán también lamenta que los municipios —ciudades y villas, escribe este religioso abulense—, gasten dinero comunitario en corridas de toros, dejando de lado las necesidades más básicas de la población. Porque, ¿qué más puede necesitar el pueblo más allá de vino y toros? ¿Educación, salubridad, sanidad, infraestructuras…?, quita, quita, que en habiendo toros no queremos más de ná. Si seguimos escalando en nuestra pirámide de indignación, el siguiente estamento con el que nos topamos es el de la total ausencia de transparencia en lo que se refiere a los datos y las cifras que rodean al patrocinio público de los espectáculos tauromáquicos. Este auténtico despilfarro de nuestro dinero se lleva a cabo de una manera opaca. Esto tampoco es nuevo. A finales del siglo XVIII, el militar ilustrado José Vargas Ponce se queja, y con razón, de haber pedido «en vano» datos acerca de los efectos negativos que la tauromaquia genera en las arcas públicas y en la economía española. Por pedir que no quede. El ilustre capitán de Fragata gaditano se hartó de pedir cifras, y se topó con el oscurantismo que, tradicionalmente, rodea al binomio tauromaquia-dinero público.

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