viernes, 24 de mayo de 2024
Israel...Mapa de situación...
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Entre tanta sangre y barbarie reconforta ver que Israel está perdiendo su guerra. Como lo oyen, quienes se ríen en TikTok mientras bombardean edificios de viviendas y hospitales están siendo derrotados. Y es que la cosa no va de ejércitos. Si la victoria del todopoderoso Israel pasase por el simple uso de la fuerza bruta, hace ya décadas que la población de palestinos sería similar a la del lince ibérico, y Gaza y Cisjordania serían un gran residencial de chalets ajardinados decorados con la estrella de David. No es el caso. Todos y cada uno de los primeros ministros de la historia de Israel hasta Netanyahu han tenido claro que la victoria exigía ser capaces de conjugar la constante ocupación del territorio y la violación de Derechos Humanos con el exquisito cuidado de las relaciones diplomáticas y la opinión pública. No por casualidad Israel es líder mundial en gasto propagandístico. Pero Netanyahu ha decidido despreciar la fórmula tradicional y apostarlo todo a la creación de un nuevo escenario distópico, en el cual se entendería con naturalidad el derecho divino de Israel a masacrar Palestina a su antojo. Mientras, los aliados aplaudirían o, en su defecto, callarían. No está sucediendo.
Noruega, Irlanda y ahora España pasan a engrosar la lista de países amigos del terrorismo, según el histérico Gobierno de Israel. Una insignia, la del terrorismo-friendly, que tiene ya tan poco valor como la de local recomendado por Tripadvisor. ¿Quién no tiene esa pegatina? En Europa son ya veinte los países que odian a los judíos por el mero hecho de serlo según la propaganda israelí –¿de qué niño muerto me habla usted?–. Si miramos el mapa mundial, el odio a los judíos afecta ya a 145 de los 193 países que forman parte de las Naciones Unidas, los 145 que piden el reconocimiento del Estado Palestino. Esto es, el 75% de países del mundo, tres de cada cuatro. Hablando de antisemitismo –¿qué hospital bombardeado?–, la Corte Penal Internacional, inspirada en la Corte Internacional de Justicia fundada en 1945 para juzgar el genocidio nazi contra los judíos, también es antijudía tras haber pedido la detención de Netanyahu y su mano derecha Gallant –“son animales humanos”– por crímenes contra la humanidad. No es de extrañar. Tengan en cuenta que existen centenares de asociaciones judías críticas con el asesinato en masa de 35.000 palestinos que también son consideradas antijudías en este momento por los psicópatas al frente de Israel. No hay mayor síntoma de derrota que ver la enorme máquina propagandística gritar desquiciada que el mundo entero, incluyendo buena parte del mundo judío, los odia por ser judíos. Mira, otro niño palestino saltando por los aires.
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Según los parámetros del Gobierno israelí es complicado no ser antijudío a día de hoy. Casi imposible. Si ponemos la lupa en España, último país miembro de ese 75% de Estados terroristas del mundo, en el lado de la democracia y la libertad sólo encontramos franquistas encantados con la masacre de niños de piel oscura, nazis de todo pelaje y aznares que a sus clásicos éxitos –hay armas de destrucción masiva en Irak, el 11M fue ETA– añaden hoy que cuando Israel bombardea un hospital está ejerciendo la libertad y la lucha contra el terrorismo. Aznar nunca te mentiría.
El derrotado Israel, que pretendía cometer un genocidio sin ver afectadas sus alianzas internacionales, ha conseguido dividir a la comunidad diplomática en tres. A un lado, quienes señalan la evidente barbarie; al otro, el reducido escombro moral de aznares y mileis; y en un tercer lugar, los socios que guardan silencio tapándose la nariz. Como es el caso de España, la balanza de este tercer grupo se inclina lentamente del lado de Palestina dándonos algunas claves de las dimensiones de la derrota de los de Netanyahu. Una derrota enorme teniendo en cuenta que Israel cuenta con el salvoconducto norteamericano que le permite pasarse tres pueblos y que Occidente asegure que sólo ha sido ha sido medio. El tacto con el que Occidente trata al Estado genocida hace más abrumadora su derrota. España es buen ejemplo. En los últimos meses Israel ha llamado en varias ocasiones a consultas a su embajadora en Madrid. Lo hizo tras unas declaraciones de Pedro Sánchez en las que el presidente español mostraba sus dudas sobre si la actuación israelí en Gaza respetaba el derecho Internacional. ¿Dudas? Que Sánchez tuviese dudas frente a la certeza de miles de niños palestinos asesinados debería haber sido motivo de homenaje y una calle a su nombre en la zona noble de Jerusalén, pero la histeria israelí cristalizó con indignación y una llamada a consultas de su embajadora en Madrid. ¿Qué decir entonces del capítulo en el que la ministra Belarra, con mejor capacidad visual que Sánchez, habló de crímenes de guerra? Y la embajadora, con la maleta sin deshacer, de nuevo fue llamada a consultas.
Tras aquello, Israel acusó a España de ser cómplice del terrorismo. Una acusación tan grave que debió tener como respuesta proporcionada la inmediata expulsión de la embajadora israelí y la ruptura de relaciones diplomáticas. Sin embargo, la respuesta española fue no hacer nada. El próximo 28 de mayo, España, Irlanda y Noruega reconocerán, con años de retraso, la existencia de Palestina. La humillación de que haya sido el Israel de los 35.000 asesinatos de inocentes y las acusaciones falsas quien amenace con romper relaciones con España y no al revés, sólo encuentra consuelo en ver cómo su guerra, su masacre, su genocidio, les pasa factura. Podrán colgarse durante toda la vida la medalla de las miles de vidas arrebatadas y el destrozo provocado. Pero el mundo sujeta hoy con más fuerza que nunca la bandera Palestina y el recuerdo de la barbarie durará generaciones. No hay mayor derrota para Israel.
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