El PSOE debe elegir sabiendo que está "en el territorio del mal menor", porque "ninguna solución es buena". Javier Fernández lleva advirtiendo desde que asumió el cargo de presidente de la gestora que los socialistas se encuentran en una encrucijada dificilísima y que ninguna salida es óptima. Aunque él cree que la mejor sería la abstención para facilitar el Gobierno del PP. Una decisión que tocará adoptar el domingo, en el comité federal, a toda prisa, porque el partido se sumergió en un "silencio mineral" con Pedro Sánchez, cuando parecía que el debate estuviera "prohibido". Y cuando cruce ese paso fronterizo, deberá abordar su "congreso de reconstrucción", una cuesta muy empinada porque lo que le queda al PSOE ahora mismo es el "solar".
Fernández presidió este martes la reunión con sus diputados y senadores en la Cámara alta, a cinco días de la reunión del máximo órgano de poder entre congresos que determinará hacia dónde se inclina el PSOE. Allí enhebró un discurso doloroso, como suele hacer, para al final avisar a los suyos de que toca discutir "sabiendo que nadie tiene la verdad absoluta ni el monopolio de las buenas intenciones", que hay que debatir "como compañeros y no como bandos enfrentados" en un partido que "debe seguir marcando el rumbo político del país". En el fondo, el presidente de la gestora estaba apuntando a su principal preocupación, la fractura interna, la división que día a día percibe entre la dirigencia y con las bases a cuenta de la posición que casi con seguridad triunfará el día 23, la abstención.
El presidente asturiano se inclinó, en tono dramático, por facilitar el Ejecutivo al PP, sobre la base de que "abstenerse no es apoyar" y que esta via solo es posible en democracia "cuando no hay ninguna alternativa", ya que el acuerdo con Podemos y Ciudadanos, que preconizaba Sánchez, no era factible porque los dos se consideraban "antagónicos" y por tanto era una premisa "falsa", como tampoco era viable un Gobierno sustentado en la formación morada y con la anuencia de las formaciones independentistas, porque los socialistas están "comprometidos" con la unidad de España, más aún esas fuerzas defienden un planteamiento "insurrecional". Así que hablar de una alternativa, alertó, es como una "hoja de parra" que se usa para "ocultar que hay una disyuntiva: o abstención o elecciones". "Eso es lo que hay. Sobre eso debemos discutir, porque si no faltamos el respeto a la gente".
Fernández adelantó los pros y contras de cada camino, sabiendo las críticas que llegarán desde uno y otro flanco. Así, si los socialistas hubieran optado por un Gobierno con Podemos, serían vistos como "cambio" y si se abstienen finalmente la formación morada les acusará de ser "casta". También corren el riesgo de ser "el primer partido de la oposición y no ser alternativa de gobierno". Y, en sentido contrario, si el PSOE se aferra el no y por tanto conduce el país a elecciones, ha de ser consciente de que los ciudadanos no las "quieren" y "van a señalar a aquella fuerza política que entienden que genera el bloqueo". Como también han de tener en cuenta los socialistas, avisó, de que los terceros comicios "lo más probable" es que digan es "cómo, cuándo y con cuántos diputados va a gobernar la derecha". "Eso es lo que hay que discutir, y sabiendo que aquí nadie tiene la verdad absoluta ni el monopolio de las buenas intenciones".
"Miedo oficial, de diseño"
Ahora bien, al tiempo que se inclinaba por la abstención, Fernández no ahorró críticas hacia el partido para el que cree que es mejor facilitar el Gobierno: el PP, el "antagonista" natural de los socialistas, que tiene un "proyecto profundamente reaccionario en lo económico y lo social". Un PP que tiene "las arterias morales muy endurecidas, que a veces quiere escribir su historia con tinta de calamar pero está escrita con la pluma de un elegante gerente", Luis Bárcenas. "Un partido cuyo presidente", Mariano Rajoy, parece "ajeno, distante de la cadena de corrupción". Pero el PP es también, reconoció, un partido "berroqueño", que ha sido capaz de resistir como la fuerza más votada en las generales del 20-D y del 26-J, y que lo ha conseguido "apelando a la división de la izquierda y al miedo, al miedo a la radicalización de esa izquierda". Ha inyectado ese "miedo oficial, de diseño", para luego presentarse ante los ciudadanos como la única formación "capaz de parar" ese movimiento.
El presidente de la gestora se dirigió igualmente a Podemos, un partido que ha podido "convertir la indignación en política", que pretende "resolver el presente haciendo una enmienda de totalidad del pasado" y que recurre a un "lenguaje simplificador, emocional, sin argumentos, con adjetivos", con el objetivo de hacerse con la hegemonía de la izquierda, aislando al PSOE como una fuerza "subalterna" y pequeña. "Ese es el panorama que a mi juicio tenemos que afrontar".
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