El año no está siendo lo que habrían esperado los inversores a principio de 2018. Debían ir preparándose para la retirada gradual de los estímulos monetarios de los bancos centrales, que habían dado gasolina alcista sin pausa a los mercados. Pero ese proceso de adaptación ha resultado ser más traumático de lo previsto. El repliegue monetario, aunque con grandes incertidumbres, ya era una realidad anunciada que hacía prever rentabilidades más modestas, pero en el trayecto se han cruzado nuevos acontecimientos inesperados que no han rebajado ya las ganancias sino que, directamente, han instaurado las pérdidas en los principales parqués bursátiles, en especial europeos y asiáticos.
En la hoja de ruta de la Reserva Federal y del BCE se ha colado de forma estrepitosa Donald Trump y su política de proteccionismo. La amenaza de guerra comercial y la escalada de aranceles sobre productos de China –principal causante de su elevado déficit comercial– ha instalado en los inversores el temor a que un retroceso en el libre comercio acelere la desaceleración económica, sobre lo que acaba de advertir el FMI, y precipite el cambio de ciclo. La guerra comercial ha echado además leña al fuego a la debilidad propia de algunos países emergentes –como Argentina o Turquía–, que ya han comenzado a sufrir los efectos del imparable proceso de subida de tipos en EE UU. Mientras, la fortaleza de la economía americana y un repunte de la inflación ante el alza del petróleo hacen temer estos días por un endurecimiento de la política monetaria en EE UU más intensa, bajo la amenaza de desatar el éxodo de inversores desde la Bolsa a la renta fija, cuya rentabilidad gana atractivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario