martes, 8 de enero de 2019

Claras amenazas...

Las cinco amenazas internacionales que acechan a la economía

De izquierda a derecha y de arriba a abajo, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi; el presidente de Estados Unidos, Donald Trump; el presidente chino, Xi Jinping; el vice primer ministro y ministro de Interior italiano, Matteo Salvini; y la primera ministra británica, Theresa May.
La economía española se frena pero, además, los analistas alertan de que los principales riesgos de desviación son a la baja en un momento en el que los grandes motores del PIB global se apagan. Entre las principales amenazas al crecimiento se encuentran la subida de tipos de interés, la guerra comercial desatada por Estados Unidos, la desaceleración de la economía china, el auge de los populismos y la posibilidad de un Brexit sin acuerdo entre Reino Unido y la Unión Europea.
Los grandes organismos de previsión apuntan a una desaceleración de la economía española para este año, pero además el escenario está abierto a la posibilidad de múltiples riesgos a la baja que se podrían materializar en los próximos meses, tales como una mayor ralentización del comercio global, una fuerte subida de los tipos de interés o una crisis de deuda. Todo ello tendría un fuerte impacto en el crecimiento del PIB nacional, debido al creciente peso de las exportaciones.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que estos riesgos tienen lugar en un momento en el que los grandes motores del crecimiento global se están apagando, lo que puede agrandar el impacto. En efecto, Estados Unidos está perdiendo fuelle tras el agotamiento de los estímulos fiscales, en la eurozona la economía se ha frenado al 0,2% entre julio y octubre (su ritmo más bajo desde 2014), Japón afronta la mayor caída del PIB en cuatro años y en China el consumo no acaba de despegar por la falta de confianza, a pesar de los paquetes de gasto público por parte de Pekín.
Unos de los principales riesgos para la economía en los próximos meses es una subida de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo, una medida anunciada en numerosas ocasiones por su presidente, Mario Draghi. Actualmente, la deuda de los países europeos parece controlada, dado que el crecimiento de la economía en los últimos años ha permitido incrementar los ingresos y reducir el volumen total, en relación al PIB. Sin embargo, la ralentización de la economía en la eurozona y las cada vez más frecuentes tentativas de volver a incrementar el déficit (en España, Francia e Italia, entre otros) pueden provocar un aumento de los pasivos.
Con ello, se puede poner a prueba una de las máximas que utiliza el inversor Warren Buffett: "sólo cuando baja la marea se sabe quién nadaba desnudo". Es decir, puede que cuando caiga el volumen de las inyecciones monetarias se compruebe que muchos países no estan tan solventes como parecía en un primer momento. Y algo similar puede suceder a muchas empresas, debido a que tendrán que afrontar mayores pagos de intereses en un momento en el que su facturación y sus márgenes de beneficios se están reduciendo. Y la situación es todavía peor en muchos países emergentes, donde las compañías se han endeudado en dólares y ahora, con la apreciación de esta divisa, sufren un mayor coste.
Además, hay que tener en cuenta que la deuda global se sitúa en máximos históricos, en torno al 320% del PIB global, incluyendo tanto Administraciones como empresas y particulares. La buena noticia para España es que la mayor parte de las crisis de deuda suelen empezar por los pasivos de las empresas privadas, que precisamente en este caso se han reducido durante la crisis. La mala, no obstante, es que con un deuda pública que roza el 100% del PIB y un déficit estructural que no se acaba de reducir, el Gobierno tendría muy pocos instrumentos para plantar cara a una crisis financiera, aunque esta se originara en el exterior.
El gran problema de la deuda es que, además, está ligada a un cóctel de factores que puede estallar este año, como es el caso de las tensiones comerciales mundiales, el frenazo de la demanda china o el auge del populismo en Europa. Por un lado, la escalada en la guerra comercial desatada por Estados Unidos amenaza con golpear el crecimiento en todo el mundo, lo que haría más difícil de sostener el endeudamiento. Por otro, la menor demanda china supone un mazazo para las cuentas de las empresas de todo el mundo y redundará en un menor avance de los países emergentes, lo que podría provocar una ola de impagos, dañando las finanzas bancarias y haciéndo el sistema financiero más vulnerable. Por último, el auge de los partidos populistas complicaría enormemente la corrección del déficit, tal como sucede en buena parte de Europa.

Guerra arancelaria

La escalada de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China ya ha golpeado a la industria del gigante asiático, provocando una fuerte caída de los pedidos en diciembre. Paradójicamente, el anuncio de las sanciones comerciales por parte de Donald Trump ha provocado que buena parte de los pedidos se adelantaran a 2018, con el objetivo de esquivar las sanciones y poder hacer frente a la escasez de ciertos productos. Sin embargo, ahora no sólo hay que tener en cuenta la menor demanda natural, sino también el efecto escalón que se produce porque buena parte de las compras ya han tenido lugar. Además, esta pugna coincide con la progresiva desaceleración de la economía china, debido a que las inversiones de los últimos años han tenido un rendimiento cada vez menor por la saturación de la industria pesada. Aunque el país ha tratado de girar hacia empresas de servicios y hacia unas manufacturas de mayor valor añadido, manteniendo el impulso al PIB con el consumo y el gasto en infraestructuras, estos nuevos motores no han conseguido alcanzar el mismo tamaño que los anteriores, lo que repercute en un crecimiento más bajo. El gran riesgo añadido es que esto genere un efecto cascada, dado que China no sólo es la mayor fábrica del mundo, sino una gran consumidora de bienes intermedios y materias primas de los países del sudeste asiático, América Latina y África. Por lo tanto, si su actividad continuara resintiéndose, sería buena parte de la economía mundial la que notaría las consecuencias de forma directa. Hay que tener en cuenta además que muchos países emergentes ya estaban tocados por la caída de sus divisas este verano, un castigo que sacudió especialmente a Turquía y Argentina. Esto no sólo debilita sus ingresos comerciales, sino que también eleva el coste de buena parte de su deuda, en dólares, restando capacidad de maniobra a las empresas y elevando la probabilidad de impagos.
Por último, el auge de los populismos compromete los ajustes presupuestarios y la adopción de medidas estructurales en la mayor parte de los países de Europa. Éste es el caso de Italia, donde el Ejecutivo del Movimiento 5 Estrellas y la Liga está revirtiendo el ajuste del déficit y las reformas acometidas por el Gobierno anterior, lo que limita su crecimiento potencial. Además, las medidas prometidas a Bruselas para limitar el desfase únicamente retrasan la introducción de las nuevas partidas de gasto, pero no buscan nuevos ingresos para financiarlas. Esta debilidad de las finanzas públicas se puede producir incluso con un presidente contrario al populismo, como Emmanuel Macron, en Francia, que ha acabado por aprobar varias propuestas de aumento de gastos para tratar de aplacar las protestas de los chalecos amarillos. También en España el presidente Pedro Sánchez está aplicando una cierta cantidad de medidas populistas, como el desmantelamiento de la reforma laboral, con el objetivo de recuperar los votos perdidos ante Podemos. Alemania, por su parte, se ha resistido mejor a este tipo de medidas, pero no ha hecho grandes reformas estructurales en la última década y ahora el escenario se complica con el auge de Alternativa para Alemania(AfD).
Además, el escenario europeo se enreda todavía más con la posibilidad de un Brexit caótico que podría desarbolar las relaciones comerciales entre Reino Unido y la Unión Europea. Aunque Moncloa prepara una norma para paliar los efectos de una salida sin acuerdo, para evitar la pérdida de grandes ingresos turísticos y por exportaciones, es dudoso que pueda evitar todas las consecuencias negativas. Y esto es clave para la economía española, ya que los visitantes británicos se dejan cada año 17.500 millones de euros, mientras que las exportaciones a este país alcanzan los 18.950 millones, con un superávit de más de 7.500 millones. Además, también podría haber repercusiones para ciertas empresas, como Iberia, ya que al tener su sede en Londres podrían perder la posibilidad de realizar vuelos entre ciudades comunitarias, lo que incluye los trayectos dentro de España. De hecho, el Fondo Monetario Internacional calcula que un Brexit duro podría costar dos décimas al PIB español en los próximos años, esto es, cerca de 2.500 millones de euros.

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