El magnate del acero que acorrala Hacienda
La Fiscalía reclama a José María Aristrain 1.400 millones de euros
Hacía casi dos décadas que no se hacía pública una fotografía suya. Con la excepción de una instantánea tomada en una corrida de toros en Sevilla en 2016, en veinte años el empresario José María Aristrain ha permanecido lejos de los escenarios públicos. Por ello sorprendió su aspecto cuando el pasado miércoles este magnate del acero y accionista de Arcelor se presentó en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Madrid para ser juzgado por defraudar supuestamente 211 millones de euros a Hacienda. La Fiscalía pide para él 64 años de cárcel y le reclama 1.190 millones de euros de multa, además de 211 millones en concepto de responsabilidad civil, en la que ya es la causa por el mayor fraude fiscal en España.
Aristrain llegó en silla de ruedas, con el pelo cano y visiblemente incómodo para asistir a un juicio que se empezó a instruir hace ocho años. Sin embargo, aún habrá que esperar, ya que el tribunal decidió suspender el proceso para incorporar nueva documentación y plantear también la posibilidad de trasladarlo a la Audiencia Nacional.
Nacido en el País Vasco en 1963, José María Aristrain heredó de forma abrupta el imperio que había forjado su padre, que le puso a su hijo su mismo nombre. Su progenitor montó primero un negocio de chatarra y fundó después, en 1955, la fundición J.M. Aristrain SA, empresa que no dejó de crecer hasta levantar una de las fortunas más importantes de España. Amenazado por ETA, presumía de no haber pagado el impuesto revolucionario de la banda, lo que le obligó a vivir con escoltas en una época en la que no era habitual. Falleció en un accidente del helicóptero durante un vuelo de Cannes a Niza en 1986 y sus hijos, José María y María de los Ángeles, heredaron sus negocios, aunque fue él quien con 24 años se hizo con las riendas del gigantesco grupo.
Aristrain hijo supo jugar bien sus cartas. Primero, con la privatización y creación de Aceralia en 1997, en la que se hizo con algo más de un 11% del capital; después, en 2002, con la fusión de esta con la francesa Usinor y la luxemburguesa Arbed para crear Arcelor y, finalmente, con la opa del grupo Mittal, en la que el empresario vasco se puso del lado del anglo-indio frente a los rusos de Severstal. Se convirtió así en uno de los mayores accionistas privados del mayor grupo siderúrgico del mundo con un 2% de sus acciones.
Discreción máxima
Sin embargo, a pesar de su inmensa fortuna, poco se sabe de su vida. Ni siquiera ha aparecido en las firmas de las grandes operaciones de sus negocios, más allá de un apretón de manos con el presidente de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) cuando se privatizó la Corporación Siderúrgica Integral y se creó Aceralia. La discreción y su obsesión por la seguridad han marcado su forma de actuar. Se casó con María Palma, hija del crítico taurino José Palma, con la que tuvo tres hijos y de la que se divorció. Enamorado del campo y de la caza, entre las múltiples propiedades de su familia está la finca 'Valdepuercas', en Cáceres, uno de los latifundios más grandes del país. También tiene negocios en el sector inmobiliario y una colección de coches de lujo que roza el medio centenar.
Su nombre saltó a los medio suizos al construirse la casa más cara del país, de unos 90 millones de euros. Ahora se le quiere juzgar, precisamente, por fingir que residía en Suiza para ahorrar impuestos y por utilizar supuestamente un entramado de empresas para ocultar las acciones de la siderúrgica en Holanda, primero, y en Luxemburgo, después y así lograr que no tributaran al erario español.
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