REDACCIÓN
Un acto de generosidad y solidaridad de la parroquia de Coya permitió que los vecinos de esta pequeña localidad de Piloña descubrieran que la Iglesia asturiana había puesto a su nombre la casa parroquial que ellos habían levantado y conservado con sus propias manos y con sus donativos. Lo acaban de destapar pero el Arzobispado de Oviedo ya tiene sus escrituras en regla desde el año 1964. Ahora lo que ha sucedido es una vuelta de tuerca. La Administración diocesana trata de vender la propiedad y la comunidad se ha plantado. No sabe si judicialmente va a tener margen para frenar la operación. Ha pasado mucho tiempo y está desorientada legalmente. Pero, al menos, va a hacer saber a la agencia que gestione la transacción y a los futuros propietarios que no son bienvenidos, que están ocupando una propiedad que es del pueblo. Y lo hará de la manera más visual posible. Llenarán el campo de la iglesia, los caminos y los prados de carteles de denuncia. Esta acción tendrá lugar hoy, sábado, a partir de las dos de la tarde. Aprovechará la concentración para recoger firmas de apoyo.
La sacristana de Coya ha cumplido los 90 años. Conserva en su casa una pequeña libreta con anotaciones que son un tesoro para la parroquia. Ahí están registrados todos los donativos, cuánto entregó cada uno y en qué se gastó. Aparecen las colectas para el tejado o quién aportó la mano de obra. Los más antiguos aseguran que tanto la iglesia como la casa parroquial son del pueblo desde siempre. Pero es difícil determinar desde cuándo exactamente. Sí que existe una fecha clave. Todavía hay feligreses que recuerdan que ambos edificios fueron quemados durante la Guerra Civil y posteriormente reconstruidos por los vecinos. Desde entonces, como dueños que son, han ido contribuyendo a las reparaciones y al mantenimiento. Así lo explica Aurora Hevia, vocal y portavoz de la junta parroquial.
Un gesto de solidaridad
La casa fue el domicilio del párroco hasta que Coya se quedó sin cura propio y la propiedad se cerró. Desde hace unos años, relata Aurora Hevia, la iglesia la gestionan sacerdotes de una comunidad del Lumen Dei, en Nava. Así que con ellos hablaron cuando una familia muy querida en el pueblo sufrió un revés económico, perdió su casa y se tuvo que ir a vivir a casa de una hija. Eran siete personas hacinadas en una propiedad pequeña, incluidos dos niños y una anciana de 91 años. Los vecinos de Coya pensaron que era el momento ideal para reabrir la casa parroquial.
Lo comentaron con el sacerdote que hizo la primera gestión ante el Arzobispado de Oviedo, en la primavera de 2019. Antonio Nistal, ecónomo del Diócesis, visitó la propiedad. Se sucedieron las visitas, las llamadas y el intercambio de correos electrónicos, con fotos y presupuesto de obra, durante los meses de marzo y abril. De un lado estaba la representante legal de la familia. Del otro, la secretaria del propio ecónomo. Al final, se llegó al acuerdo de que pagaran 350 euros al mes. Como era necesario realizar unas obras previas para mejorar la habitabilidad del inmueble, también serecogió que durante los primeros meses la renta fuera de 150 euros, para compensar la inversión que la propia familia tenía que hacer. Cuando estaba todo cerrado verbalmente, el cura que se hacía cargo de la parroquia de Coya se fue de vacaciones y dejó la llave para que se pudiesen agilizar todos los trabajos, aunque el contrato aún no estaba firmado.
Se pactó que el documento se haría oficial en mayo y que los inquilinos tendrían que hacerse cargo del acondicionamiento del exterior, de segar y limpiar la huerta y también del campo de la iglesia. No había, en teoría, ningún problema. El acuerdo era total. Esto hizo que los futuros inquilinos comenzaran las reparaciones. Acabaron con las goteras, repararon canalones, restauraron las paredes, eliminaron humedades, pintaron varias habitaciones, colocaron inodoros nuevos en los baños, compraron un plato de ducha para sustituir una antigua bañera que perdía agua. No hubo tiempo a más. El 21 de mayo una llamada telefónica sin explicaciones canceló el alquiler. Aunque la familia reclamó una reunión, nunca se les concedió. Es más, fueron amenazados con una querella por haber entrado en una casa parroquial que no era de su propiedad, aunque tenían la llave que demostraba su versión de los hechos. Sin previo aviso, la Iglesia llamó a un cerrajero y cambió la cerradura, dejando dentro hasta las herramientas con las que se estaban haciendo las obras.
La Iglesia no responde
El procedimiento del Arzobispado indignó a la parroquia de Coya que también reclamó una reunión oficial que nunca se ha producido. Tan solo ha conseguido una escueta explicación a través del correo electrónico de Manuel Alonso Martín, el secretario del arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, que se limita a decir que lo ha hablado con el ecónomo, que no se va a firmar el alquiler y que Jesús Sanz no está al corriente porque están son tareas que delega en la administración. El sacerdote que les había dado la llave fue trasladado y nunca se indemnizó a la familia.
Los rumores que comenzaron a circular fueron más inquietantes. La razón de que toda la operación se hubiera cancelado era que la Iglesia quería vender la casa parroquial. Eso hizo saltar todas las alarmas. ¿Cómo iba a hacer algo así si no era de su propiedad? Pero lo es. Una simple investigación de la junta parroquial demostró que ese edificio pertenece a la diócesis desde el año 1964, confirma Aurora Hevia. El nuevo sacerdote les ha confirmado que no es un simple rumor. Se quiere vender.
Toda esta historia se ha desarrollado a lo largo del último año, entre sorpresas, largos silencios de la Administración eclesial, cerrajeros y escrituras. La libreta de la sacristana es una de las pruebas que los vecinos conservan con más cuidado. Se sienten engañados y anuncia que, como mínimo, van a hacer ruido. Empiezan hoy, a las dos de la tarde, junto al roblón milenario situado en el campo de la iglesia.
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