viernes, 3 de mayo de 2024

Uno más de menos, peiodista excelso, guardían de la Memoria... D.E.P.

Fallece Lorenzo Cordero, cronista de Ribadesella y valiente periodista de raza y afilada memoria 19 h • 4 minutos de lectura Lorenzo Cordero, periodista asturiano y cronista de Ribadesella, ha fallecido este jueves a los 96 años tras una militante y dilatada carrera como comunicador y guardián de la memoria colectiva de su región y de su concejo. Su historia personal, como él mismo contaba, "tiene que ver con la que fue la profesión de mi vida: siempre tuve vocación de periodista". Y como tal, labró su carrera primero como colaborador de LA NUEVA ESPAÑA y luego en el seno de "La Voz de Asturias", medio donde desempeñó cargos de responsabilidad, incluido el de director. Pero su vida siempre estuvo marcada, igualmente, por la militancia a favor de las libertades, que ya ejerció en los tiempos más difíciles de dictadura. "En los años cincuenta, un grupo de riosellanos fundamos una revista que se titulaba 'Somos', por el monte a las afueras de Ribadesella. Dábamos caña al Ayuntamiento y no callábamos nada. Yo daba clase en el San José, colegio privado y laico, en el que había estudiado el Bachillerato. Y la dirección del colegio comenzó a sufrir presiones. El mensaje era que o me despedían o el colegio se quedaba sin subvención. Tomé la iniciativa, hablé con el director y le dije que no se preocupara, que yo me marchaba. Me gané la vida dando clases particulares, aunque después volvieron a llamarme. 'Somos' duró desde 1954 a 1960 y murió de inanición", rememoraba él mismo. Prendió así la semilla de su vocación en un contexto a contracorriente. Lorenzo Cordero, que deja esposa (Fely López-PLatas), tres hijas (Cristina, Patricia y Bibiana) y siete nietos, nació en Ribadesella en 1927 en el seno de una familia humilde. "Nací en la calle Infante. Mi padre, Generoso, era pintor de brocha gorda y mi madre, Piedad, modista. Aprendí las letras sobre las páginas tipo sábana de 'El Heraldo de Madrid', un periódico republicano que llegaba a Asturias en el día", contaba. La línea editorial de aquel medio respondía a los ideales de la familia, de los que Lorenzo se empapó en su infancia y juventud. Su militancia y la de su entorno, precisamente, le hizo atravesar no pocas dificultades: "A mi padre lo fusilaron en diciembre de 1937. Yo tenía 10 años y recuerdo la última vez que le vi. Estaba preso en Gijón, fui a visitarle con mi madre, pero a ella no la dejaron pasar". Se forjó así un periodista guerrero y crítico, que acumuló casi tres décadas de trabajo en "La Voz de Asturias". Mucho tiempo después, en julio de 2001, fue nombrado cronista oficial de Ribadesella. Él mismo se definía, sin eufemismos, como "un periodista rojo". En su haber, por ejemplo, el bautismo de la archiconocida cueva de Tito Bustillo, algo que no muchos saben. Así lo recordaba: "Un sábado llego a Ribadesella en el tren de Económicos, me voy a tomar un vino a la cafetería Las Vegas y allí un amigo me dice que encontraron unas pinturas en la Cuevona. Magín Berenguer, que era algo pariente mío, me preguntó si me gustaría bajar a verlas, y yo encantado. Nos descolgamos con cuerdas y linterna por el pozo de La Cerezal, y vimos asombrados aquellas pinturas, convencidos de que estábamos ante un tesoro. Muy poco tiempo después, se mató en un accidente el joven Tito Bustillo, y yo propuse su nombre para la cueva. A todos les pareció muy bien. No es algo que haya divulgado en exceso porque no quiero presumir, pero así fue". Cordero deja una huella importante en la comunidad riosellana. Entre sus muchas obras, destacó por ser parte activa de la Tertulia Literaria El Portiellu, la fundadora de aquel periódico local "Somos", y por publicar en 2017 el "El rojo color de la memoria", su autobiografía. Su labor fue reconocida en varias ocasiones, siendo galardonado con el Premio Asturias de Periodismo en 1994. En su memoria de tiempos duros en Ribadesella, Cordero narraba cómo su madre se quedó viuda con dos hijos: él, buen estudiante, chico avispado, y una hermana más pequeña. Especialmente vívidos guardaba los recuerdos que tenían que ver con el republicanismo. En el puente del Sella, rememoraba que las tropas republicanas en retirada volaron ese cordón umbilical que une las dos partes de la villa. "Hasta que construyeron el actual fue instalada una pasarela en la que funcionaba una especie de peaje. Cobraban diez céntimos por el paso, que se pagaba con un sello de Correos", contaba. Fue el último superviviente de la tertulia literaria "El Portiellu". "Primero nos reuníamos en el café Apolo, después alquilamos un local y aquello se convirtió en una redacción. El director era Luis Mier, que trabajaba en LA NUEVA ESPAÑA, pero el que llevaba la publicación era yo. Conseguimos sacar 108 números", decía con orgullo. Porque memoria y periodismo, periodismo y memoria, fue lo que representó en vida Lorenzo Cordero, y a través de ese tándem ha dejado el legado por el que será recordado.

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