El verdadero FROB puede estar en la oficina
N. Rodrigo - Madrid - 29/03/2011
Pongámonos por un momento en el lugar de un fondo de inversión anglosajón cortejado por el sector financiero español. La oferta es entrar en una entidad financiera patria que pide dinero para recapitalizarse, y lo hace forzada por una decisión del Banco de España y del Gobierno. La caja en cuestión, con toda seguridad, es producto de una fusión, quizá inducida también por el Banco de España.
Que pidan dinero solo las entidades que no han logrado capear el temporal por sí solas no es la mejor carta de presentación. Medios domésticos y extranjeros han comentado el interés entre fondos de capital riesgo. La cuestión es si el precio es suficientemente atractivo para el comprador y si al vendedor dicho precio atractivo le compensa. Con La Caixa valorando su negocio bancario a 0,8 veces el valor en libros y buena parte de la banca mediana en 0,7, sería difícil de entender que entrasen inversores mucho más arriba de 0,5 veces en entidades tocadas.
Una valoración más baja significa perder derechos de voto en la nueva entidad, luego las cajas tratarán de diluir su peso. En este contexto, la salida a Bolsa es una solución de doble filo. Por un lado se verían obligadas, presumiblemente, a vender barato a alguien que controlará buena parte del capital. Pero, por otro lado, al vender acciones en la red comercial (donde se coloca cualquier cosa) las entidades se aseguran un buen porcentaje de accionistas obediente, lo que hace menos dolorosa la dilución. El dilema estará sobre la mesa para un puñado de entidades, pero siendo las alternativas son nacionalización, venta en mínimos o colocación mayoritaria entre clientes, está clara la opción más tentadora... La CNMV ya avisó que no permitiría colocaciones solo entre minoritarios (lo que obligará a hacer ventas institucionales aunque sean cosméticas), y que las entidades tendrán que sacar a Bolsa al menos el 20% del capital. En las manos de la Comisión estará velar por el interés de los potenciales inversores, obligación que quizá acabe chocando con los intereses de las entidades y, de rebote, del otro supervisor del sector.
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