Auge y caída del ‘fracking’
- Gran Bretaña mantiene la apuesta por el gas de esquisto y Polonia desiste
Los planes de las empresas petroleras para explorar posibles yacimientos de gas no convencional (o gas de esquisto) mediante la fractura hidráulica de la roca ( fracking) tocan hueso una y otra vez en Europa. Las expectativas creadas para desarrollar esta actividad se deshinchan, aunque la última palabra sobre el futuro de esta polémica técnica extractiva aún no ha sido pronunciada en Europa. En el viejo continente, el Reino Unido mantiene claramente su apuesta por el fracking, mientras que Polonia, considerada la gran plataforma de aterrizaje de las petroleras norteamericanas en Europa, ha renunciado a su uso.
Los reveses se acumulan. Pero el Gobierno de Theresa May decidió hace unos días acelerar el desarrollo del fracking, con la intención de explorar amplios territorios de la campiña inglesa en busca del gas de esquisto. Para ello, el Ejecutivo británico revocó hace unos días el acuerdo tomado por el condado de Lancashire, en el noroeste de Inglaterra, y ha dado la luz verde a la compañía Cuadrilla para iniciar las prospecciones el próximo año en la zona de Preston New Road.
La decisión ha sido firme; pero no ha estado exenta de polémica. El condado de Lancashire había rechazado el proyecto argumentado el impacto visual y los ruidos que conllevaba el proyecto; pero la empresa Cuadrilla presentó un recurso que ha prosperado.
Este es un paso importante en el proceso para la implantación de la fractura hidráulica en el Reino Unido. Es el mayor proyecto aprobado por ahora, pues permitirá explorar cuatro pozos potenciales. A principios de años, ya se aprobó una prospección en North Yorkshire que sólo incluye un pozo. La batalla del Lancashire era clave en la guerra declarada por los grupos ecologistas y los gobiernos locales contra la fractura hidráulica. Estos sectores han venido invocando el riesgo de que la extracción del gas contamine las reservas subterráneas de agua, además del riesgo sísmico y el impacto visual causado por las perforaciones. “El gas de esquisto tiene potencial para impulsar el crecimiento económico, dar apoyo a 64.000 puestos de trabajo, y proporcionar una nueva fuente de energía en nuestro país, haciéndonos menos dependiente de las importaciones”, proclamó el Gobierno británico para dejar constancia de que su apuesta es firme.
Pero la posición gubernamental favorable al fracking tiene una fuerte contestación. El Partido Laborista anunció que prohibirá esta técnica si resulta elegido para gobernar. La controversia no cesa y la división que sigue ocasionando esta técnica hace prever que su camino futuro será zigzagueante e incierto en Europa.
Cuando los representantes de lo las empresas petroleras desembarcaron en Europa hace unos años y anunciaron su interés en desarrollar la fractura hidráulica, el mensaje repetido era que la revolución del shale gas (gas de esquisto) que se estaba dando en EE.UU. era un paradigma perfectamente extrapolable a Europa.
El fracking fue presentado como la mejor opción para favorecer la autonomía energética de la vieja Europa, a través de un combustible fósil y barato, y con un impacto climático más reducido.
Polonia estaba llamada a ser el laboratorio para probar si el éxito del fracking en EE.UU. podía ser reproducido en otros países con diferentes tipos de combustibles y diferente regulación ambiental. En el año 2011, el entonces presidente de Polonia, Donald Tusk, prometió que la explotación comercial del gas de esquisto se iniciaría en su país en el 2014, tras estimarse que el subsuelo del país podría albergar grandes reservas de gas. Sin embargo, la fuerte oposición de la ciudadanía y los municipios y los
resultados decepcionantes de la búsqueda han hecho desistir a los gigantes petroleros interesados (Exxon, Chevron, Marathon, Talismán Energy y Conocco Phillips), que completaron su marcha en
el 2015. Sólo quedaba la empresa pública polaca PGNiG, que finalmente también ha desistido este mismo año.
resultados decepcionantes de la búsqueda han hecho desistir a los gigantes petroleros interesados (Exxon, Chevron, Marathon, Talismán Energy y Conocco Phillips), que completaron su marcha en
el 2015. Sólo quedaba la empresa pública polaca PGNiG, que finalmente también ha desistido este mismo año.
En Rumanía (la otra gran esperanza blanca), los intentos de las compañías norteamericanas no han dado resultados conocidos. Se dieron permisos que afectaban al 80% de territorio; pero la polémica desatada acabó con la marcha del país de la empresa Chevron.
Francia mantiene la prohibición del fracking, lo mismo que Bulgaria; Holanda aprobó una moratoria hasta el año 2020, y Escocia la tiene en vigor desde el año 2015. En Dinamarca, la empresa Total abandonó el país tras los malos resultados de las prospecciones, y Alemania ha aprobado una ley que restringe muchísimo la fractura hidráulica, aunque se mantiene abierta la investigación.
Todo indica que el Reino Unido será el primer país en el que aflorará el gas de esquisto. Mientras tanto, España, Portugal o Lituania son algunos sitios en donde hay apoyo oficial, pero donde las espadas siguen en alto.
Sin embargo, en España, las expectativas se desinflan a pasos agigantados. La parálisis política también ha dejado huella y las empresas que dieron la batalla en la opinión pública hoy no tienen ni teléfono ni webs. La empresa BNK España, filial de la canadiense BNK Petroleum, anunció el pasado mes de junio que renunciaba al permiso de investigación del proyecto Sedano (que incluía seis pozos exploratorios al norte de Burgos), tras tropezar con una fuerte resistencia popular. Y la semana pasada confirmó a este diario que ha formalizado la renuncia al permiso de investigación Urraca, que preveía explorar la zona entre Burgos y Álava. “Estábamos a la espera de que la Administración resolviera la declaración de impacto ambiental; pero el día 29 de septiembre caducó la concesión de exploración del Ministerio de Industria”, expuso un portavoz de BNK. “Ya no tenemos derechos de exploración”, concluyó.
Si la fiebre del gas esquisto ha bajado en Europa, se debe en gran parte también al descenso de los precios del petróleo y el gas (que hacen menos competitiva las inversiones en exploración). “Los precios han hablado antes de que la geología diera una respuesta definitiva”, dice Samuel Martín-Sosa, portavoz de Ecologistas en Acción. Todo indica que sus protagonistas pecaron de exceso de optimismo.
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