«El montañismo consiste en hacer locuras, pero no en morir»
EL COMERCIO entrevista a Reinhold Messner, Premio Princesa de los Deportes
«Estoy muy contento y deseando ir a España y a Asturias, donde sé que hay unas preciosas montañas, los Picos de Europa, que me encantaría visitar»
Reinhold Messner (Italia, 1944), Premio Princesa de Asturias de los Deportes 2018, considera que el alpinismo no es tal. Para el primer hombre en subir los catorce 'ochomil', la aventura es la única forma de buscar significado, de existir de forma independiente más allá de una vida domesticada. El italiano es un disidente que reniega de cualquier tipo de simplificación del montañismo, un inconformista que escaló el Everest (y todos los demás) sin oxígeno, pero que también ha sido parlamentario europeo, ha atravesado en solitario el desierto del Gobi y ha creado seis museos sobre el montañismo. A sus 74 años, aún ve en la naturaleza en la que se crió la única ley de los hombres.
-Enhorabuena por el galardón.
-Muchas gracias. Estoy muy contento y deseando ir a España y a Asturias, donde sé que hay unas preciosas montañas, los Picos de Europa, que me encantaría visitar... Aunque desafortunadamente, en esta ocasión no creo que tenga tiempo.
-En el Teatro Campoamor compartirá reconocimiento con Krzysztof Wielicki. Un reencuentro alejado del Himalaya.
-Coincidimos allí hace más de cuarenta años y creo que ambos tenemos mucho respeto el uno por el otro. Este premio supone un reconocimiento al alpinismo de su país. Durante años, los polacos estuvieron excluidos del alpinismo profesional porque no eran libres. En los ochenta lucharon por su libertad y demostraron al resto que podían competir perfectamente, y hasta el año 1994 fueron el grupo de alpinismo más fuerte del mundo.
-¿Cree entonces que la elección ha sido acertada?
-Decidieron darnos este premio a nosotros, algo que me entusiasma, pero tengo entendido que es la primera vez que un alpinista recibe un Princesa de Asturias. Así que me hubiera hecho igualmente feliz que lo hubiese ganado un español, ya que creo que hay algunos que han logrado importantes ascensiones. Quizás, de ahora en adelante -no todos los años, evidentemente-, reconozcan a más alpinistas.
-¿También con el premio de los deportes?
-Es cierto que para mí, el alpinismo -especialmente el tradicional- es más una cuestión cultural que un deporte, ya que trata sobre la relación entre la naturaleza del hombre y la de la montaña. No es el montañismo, ni siquiera la escalada en roca, sino en rocódromo, lo que se convertirá en una disciplina olímpica, con su medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Tokio. Eso es un deporte. Pero no puedes hacer una carrera en la cara norte del Nanga Parbat: es demasiado peligroso. Para mí, el alpinismo es algo social, que trata de salir a la naturaleza, donde no podemos medir nuestra actividad. Una experiencia o una aventura no son mensurables. Puedes medir lo rápido que alguien asciende paredes de cincuenta metros, pero eso no es alpinismo.
-¿Qué es, entonces, el alpinismo para una de sus leyendas?
-El alpinismo implica ir a sitios en los que nadie antes ha estado, actuar bajo tu propia responsabilidad y decidir cómo escalas. Y es más importante cómo lo haces que lo lejos, rápido o alto que llegues.
-Cuando decidió ascender los catorce 'ochomiles', ¿pensaba en ir a donde nadie más había llegado?
-Cuando comencé a intentarlo en los años 70, ya se habían alcanzado todos los 'ochomiles'. Desde el Annapurna, en los cincuenta, hasta el año 64, cuando se escaló el Shisha Pangma en China, resultaron muy atractivos. Pero, después, una vez las cimas fueron conquistadas, se perdió todo interés. Cuando nosotros, la nueva generación, volvimos a intentar ascenderlos, eran pocos quienes les prestaban atención. Pero no hicimos lo mismo: fuimos inmediatamente hacia las paredes más difíciles. La cima ya no era interesante, lo relevante era el camino. Y, cuanto más complicado, más importantes resultaron esas ascensiones para la historia del alpinismo.
-Y usted fue el primero en subirlos todos.
-Cuando comencé a escalar esas montañas solo dos personas habían intentado dos 'ochomiles'. Yo fui el primero en escalar tres. Y después -con una inmensa suerte, ya que pude financiar mis numerosas expediciones- logré hacer estilo alpino en los 'ochomiles', una ascensión en solitario... Inventé nuevos estilos y demostré, tanto a mí mismo como a otros, que era posible escalar estas montañas con poco equipo frente a como se había hecho anteriormente. Ahora, la escalada de los 'ochomiles' se está convirtiendo, cada vez más, en turismo.
-Turismo frente a alpinismo tradicional. ¿Cuál es la diferencia?
-El alpinismo tradicional es muy sencillo de definir: trata de ir a donde nadie más ha estado, en áreas salvajes donde no hay infraestructura. Esto es importante. Si tienes carreteras, tiendas, escaleras... eso es turismo. Y el turismo, insisto, está alcanzando la cima del Everest. Pero el montañismo no necesita esa infraestructura, ni tiene reglas. El cómo es sencillo: cuanto menos ayuda, mejor la escalada.
-Se trata, en definitiva, de alcanzar imposibles...
-Precisamente mi último libro trata de la destrucción de los imposibles. A lo largo de los últimos 250 años, el alpinismo trató de la dicotomía entre lo posible y lo imposible. Y cada generación ha tratado de hacer posible lo que la precedente definía como imposible. Pero usando helicópteros, aviones, oxígeno... desaparece lo imposible, que solo está ahí si afrontamos la montaña como seres humanos, no como hombres máquina.
-Para su generación, imposible era aquello que usted acabó por lograr. ¿Qué es lo imposible ahora?
-Quedan muchos picos por escalar, algunos seguramente bastante fáciles pero otros aún imposibles. En los últimos años, por ejemplo, los mejores jóvenes escaladores se han centrado en la cara norte del Masherbrum (Pakistán). Es mucho más peligrosa y difícil y hasta ahora algunos han conseguido subir, pero no demasiado. No obstante, quizá en los próximos diez años alguien lo logre. Y entonces será otra pared lo que definamos como 'imposible'. En alpinismo, el límite de lo posible se redefine continuamente.
-El peligro, plantea en uno de sus libros, ha enriquecido su vida.
-El alpinismo tradicional se hace en la naturaleza. Así que puede sobrevenir una tormenta, una avalancha, una nevada... Nosotros, como seres humanos, cometemos errores, por lo que en esos lugares nos enfrentamos a la posibilidad de morir. Y, paradójicamente, ese es el motivo por el que lo hacemos: vamos a sitios en los que la muerte es una posibilidad para evitar la muerte. Es algo extraño. El montañismo va precisamente de hacer locuras, pero no de morir. Es decir, trata de controlar el riesgo, ser capaz de superar la adversidad, retirarse en caso de peligro extremo. Un tercio de mis expediciones fueron fallidas. Traté de escalar los 'ochomiles' en 31 ocasiones y solo lo logré 18 veces.
-La muerte es, como dice, una posibilidad, empezando por el fallecimiento de su hermano Günther cuando ambos descendían el Nanga Parbat. De aquella expedición solo volvió usted.
-He visto morir a muchos. También he salvado a un grupo de gente. Y echando la vista atrás, debo decir que lo que hacemos no está bien. Esto es una autocrítica. No podemos tomar esa enorme responsabilidad frente a nuestras familias, especialmente nuestras madres y, sin embargo, muchos lo hacemos. Lo hacemos porque sentimos que somos libres, y nuestra libertad lo es también para expresarnos en este tipo de vida. Para ser libres a través de la escalada.
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