OVIEDO
Su expresión lo dice todo. Celestino Varela (Avilés,1971) está encantado de volver a casa. Y sobre todo a uno de los teatros que vio cómo florecía su amor por la música y por la ópera. Este avilesino ha sido el elegido, tras un largo y arduo proceso de selección, como el nuevo director general de la Ópera de Oviedo. Su gran carrera le precede. Licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo, su amor por la música le llevó a completar su formación vocal con maestros como Ana Luisa Chova o Carlos Chausson. Cursó el máster en Gestión Cultural de Artes Escénicas en la Universidad Complutense de Madrid y, durante los últimos años, ha liderado la implantación del Coro lntermezzo como Coro Titular del Teatro Real de Madrid. Ahora llega a la ciudad, con una gran ilusión de seguir los pasos de su predecesor, Javier Menénez, y elevar el reconocimiento de la Ópera de Oviedo al máximo exponente.
-Hace ilusión volver a un sitio como este y si es en casa supongo que el doble.
-Hace mucha ilusión porque la tierra tira. No sé por qué a los asturianos nos tira mucho y, bueno, mi madre es mayor también y es una gozada. Estoy encantado de venir a casa. Lo que pasa que al mismo tiempo que te digo que estoy muy contento, la responsabilidad la siento y ahí esta. Lo único que queda es empezar a trabajar.
-Cuando se publicó la candidatura, ¿se lo pensó dos veces?
-Cuando surgió estábamos en Omán con una producción de Madame Butterfly. Nuestra empresa hacía el coro y me enteré de la marcha de Javier. Lo primero que pensé fue quién acabaría en Oviedo. Vine de Omán vi que salían las bases de la convocatoria y realmente dije, «¿por qué no?». Repasas el curriculum, lo que haces y te das cuenta de la cantidad de horas de vuelo que llevas hechas y realmente empiezas a ver la posibilidad de que si ocurría era un reto y me animé.
-¿Qué se siente al comenzar a trabajar en uno de los primeros escenarios que pisó?
-Muchísima emoción porque yo siempre digo que cada teatrotiene un olor distinto, huele de una manera distinta. Las sillas, la madera... Eso lo llevas dentro. Y el entrar aquí y oler te da unas sensaciones muy buenas.
-¿Cómo se afronta el relevo de Javier Menéndez?
-Primero con muchísima ilusión. Luego hay que hacer un ejercicio de reconocimiento de estos últimos 15 años con Jaime. Hay que admirar lo bueno que han hecho ellos y tratar de seguir en esa línea pero siempre pensando hacia arriba. Es un reto tomar el testigo de Javier.
-La Ópera de Oviedo ha vivido este año una importante renovación. Primero con la llegada de Juan Carlos Martínez-Ovejero y ahora con la suya. Llegan con la próxima temporada ya armada pero, ¿se notará esta renovación en la próxima temporada?
-Esto es normal. En la ópera se trabaja a dos años vista para negociar los cachés, tratar de conseguir lo que buscas, etcétera. En lo que sí se comenzará a notar es en la gestión. Sobre todo en una ronda de acercamiento a las administraciones públicas, en una época en la que se avecinan además elecciones autonómicas, nacionales y dentro un poco más europeas. También hay que hacer valer lo que nosotros creemos que podremos aportar a la sociedad. Hasta que punto la gente de aquí valora la importancia de la ópera de Oviedo para la ciudad. Hay que tratar de ver cómo están aquí las cosas para después ir a la Unión Europea y pedir una implicación, que considero necesaria en estos momentos de crisis con el Brexit, la crisis migratoria y la subida de los populismos.
-¿Cómo acaba un estudiante de Derecho dirigiendo la Ópera de Oviedo?
-Un estudiante que era un enamorado de la ópera. Eso tiene la justificación de que llega un momento que dices que yo quiero cantar y te dicen «tu termina y ya veremos». Terminé y me fui metiendo hasta llegar hasta aquí. Aunque nunca me imaginé esto, me imaginé cantando toda la vida. Eso de que la línea recta es la distancia más corta entre dos puntos es en geometría, en la vida no (risas).
-Es cantante y ha participado en numerosos festivales y temporadas. Incluso en la de aquí. ¿Qué le llevó a poner punto y final a tu carrera artística?
-En la carrera profesional puede haber momentos en los que uno no esté cómodo por problemas personales, como a mí me ocurrió. Ese año que dejé de cantar me divorcié, también tuve un accidente jugando al fútbol por el cual me tuvieron que operar la cara. Ahí tuve un parón y aproveché para una especie de reeducación vocal, quería hacer roles más agudos. Y en ese medio tiempo en el que viví una especie de año sabático llegó la oportunidad de trabajar con Intermezzo en el Teatro Real, me une una gran amistad con Jon Plazaola su director. Y fue ahí donde empecé en el tema de la gestión, a dirigir el coro de este teatro, algo muy novedosos porque muy pocos tienen un coro gestionado por una empresa privada. Al mismo tiempo estudié el máster de Gestión cultural donde descubrí todos los ángulos desde el que se puede enfocar el hecho cultural la gestión, la publicidad, la economía, los recursos humanos, etcétera.
-¿Cree que el haber estado a ambos lados del escenario es ventajoso a la hora de dirigir?
-Yo creo que sí y, de hecho, creo que hay muy pocos directores artísticos de temporadas que por lo menos hayan estado como intérprete. Tal vez haya habido casos de escenógrafos como es el caso de Daniel Bianco, tal vez ha habido gente que haya trabajado de músico... Peor yo creo que como cantante en España creo que soy el único y en el mundo pocos hay. Y creo que sí es una ventaja porque comprendes un poco más los teatros de ópera, que son sitios muy dados a la deshumanización, a comprender poco a la persona. No solo al cantante o artista, sino al sastre, a una maquilladora... Hay que estar cerca de la gente y humanizarlos.
-Ha definido la Ópera de Oviedo como una de las más importantes de España, incluso de Europa. Supongo que no será únicamente por haber nacido tan cerca.
-No, no es chovinismo barato sino que lo es de verdad. Una temporada de ópera no se mide en términos económicos, ni de recursos, de capacidad, la potencia de la maquinaria escénica. Se mide por las personas, los cantantes, la fidelidad de unos abonados, por lo que te dicen los cantantes que sienten cuando vienen a cantar a Oviedo. Y cuando hablamos de ese tipo de cosas si que es una de las mejores de Europa y de España, la segunda temporada más antigua tras el Liceo.
-Actualmente la ópera se relaciona con una edad determinada. ¿Cómo cree que se puede conectar con los más jóvenes?
-Por una parte está el tema pedagógico, la importancia que se le da a las humanidades en la educación que recibimos, que se ha abandonado. La filosofía, la historia, la música. La primera pata es eso, pedir un esfuerzo a las administraciones para que la música vuelva a ocupar un sitio importante. A partir de ahí, la tarea que tenemos nosotros, que no tenemos colegios ni institutos es la de aportar nuestro granito de arena con el programa pedagógico y tratar de ser la ventana a niños, jóvenes, pero también adultos. La pedagogía es a cualquier tipo de edad tratar de facilitarles el acceso a lo lírico a través de conciertos, conferencias y presentarles esto en un formato que no sea el de meterte de pronto cuatro horas de Wagner.
-¿Es la ópera elitista?
-No. Yo creo que es una excusa. Mi padre fue minero, por ejemplo. No es elitista, si te gusta pues dejarás de gastar el dinero en otras cosas, ahorras y lo dedicas a tus aficiones. Como a quien le gusta la pesca submarina o ir a ver un Madrid-Barça. ¿Es elitista intelectualmente? A ver, se necesita un esfuerzo. Pero mi madre me dice que no lo entiende mientras ella hace ganchillo y yo no tengo ni idea de cómo esta haciendo ella eso. Es todo ponerse y hacer un esfuerzo. Mi mujer vivió en Berlin un año y fui a verla como seis veces y allí hay tres teatros de ópera. Y va todo el mundo, es muy ecléctico. Van de esmoquin, o de vaqueros y zapatillas. Igual en el mismo restaurante hay gente mayor de traje y chavales. Pero porque lo mamaron desde pequeños.
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