Las expectativas son casi tan bajas como tan alta es la necesidad de un buen resultado. Los líderes europeos se reúnen vía videoconferencia este jueves en un ambiente generalizado de desconfianza en un momento clave para el proyecto europeo. Más allá de medidas concretas, lo que todo el mundo espera es que la Unión decida cómo quiere responder a los retos que se le presentan: unida o de manera nacional.
No se espera que este jueves haya una respuesta, se pedirá a Bruselas que comience a trabajar en los detalles de un plan para financiar la recuperación del covid-19 y la mayoría espera que la discusión continúe como mínimo hasta junio o julio, pero los detalles, las señales y los matices importan en un momento crucial para el futuro de Europa. Pero tan bajas son las expectativas que Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, ni siquiera emitirá un comunicado al final de la reunión.
Hay poco espacio para las sorpresas positivas y un amplio campo para la decepción. Los líderes tendrán sobre la mesa el acuerdo del Eurogrupo del pasado 9 de abril, que establece una triple red de seguridad de hasta 500.000 millones de euros para empresas, empleos y sistemas sanitarios, y se centrarán en abordar uno de los elementos que acordaron sus ministros: la creación de un fondo europeo para la reconstrucción. Y sobre todo, lo más complicado, cómo financiarlo y usarlo.
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España ha contribuido con un documento importante que los nórdicos podrían valorar. El departamento dirigido por Nadia Calviño, vicepresidenta económica del Gobierno, se ha alejado del lenguaje más frentista de Roma, y en los últimos días también de París, para ofrecer una posible solución, un punto intermedio en el que todo el mundo se pueda encontrar. La idea española se construye sobre la base de lo que ya tenían en la cabeza los técnicos del Ejecutivo comunitario, que trabajan para presentar este jueves a los líderes un plan para financiar el fondo, y también para publicar en los próximos días una revisión de su propuesta para el próximo marco financiero plurianual (MFP).
La propuesta, sobre la que ya trabajó el eurodiputado Luis Garicano, de Ciudadanos, con el apoyo de miembros del Parlamento Europeo de otras formaciones, como el socialista Jonás Fernández, pone sobre la mesa la posibilidad de un fondo de reconstrucción de más de un billón de euros financiado con bonos perpetuos emitidos por la Comisión Europea y cuyos fondos se repartan en función del daño sufrido por la crisis del covid-19, algo que podría calcularse con la caída del PIB o el aumento del desempleo en relación con el virus en modo de subsidios.
La propuesta ha sido bien recibida por analistas y economistas, también por algunas capitales, que ven en el plan un acercamiento realista y constructivo por parte de uno de los Estados miembros más afectados, lo que hará que las emociones de los últimos días se vayan relajando. Pero, para otros, la mayoría del contenido sigue siendo tóxico. Las diferencias son demasiado grandes para que el Consejo de este jueves pueda lanzar un mensaje netamente positivo.
Tamaño, financiación y uso
Hay tres elementos fundamentales de ese fondo: su tamaño, cómo se financia y cómo se usa. El documento español señala que debería ser de entre un billón o 1,5 billones, la cifra que también baraja la Comisión Europea, como han señalado Johannes Hahn, titular de Presupuesto, y Thierry Breton, comisario de Mercado Interior. De ese modo, el tamaño que debería tener parece claro, aunque algunas capitales se siguen oponiendo a un paquete tan grande.
Hay también consenso entre los sectores más intermedios en que el fondo debería financiarse con un aumento del MFP, el programa que reúne las cuentas europeas durante los próximos siete años (2021-2027), y, además, con bonos europeos emitidos preferiblemente por la Comisión Europea. Berlín ya se ha abierto a esta idea, ya que tampoco es del todo nueva: parte del paquete aprobado por el Eurogrupo es un programa de apoyo al empleo (SURE) que también se financiaría con bonos emitidos por el Ejecutivo comunitario, aunque de un tamaño mucho menor.
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Según los planes a los que ha tenido acceso Bloomberg, Bruselas propondrá integrar el plan de reconstrucción dentro del MFP con un tamaño de 300.000 millones de euros, y acudiendo a los mercados para añadir otros 320.000 millones. Según los planes del Ejecutivo comunitario, eso permitiría que, al final, el fondo acabara movilizando unos dos billones de euros, aunque no especifican cómo los alcanzaría.
Uno de los puntos en los que el documento español no ha gustado en las capitales nórdicas ha sido la idea de deuda perpetua. “Hay palabras que son difíciles de tragar, y ‘perpetua’ es difícil de digerir para algunos líderes”, ha explicado una alta fuente europea, que recuerda que “todos los líderes tienen opinión pública doméstica”, que auxiliar económicamente a los países del sur les penaliza mucho, y, aunque “están listos para hacer esfuerzos, también tienen que afrontar sus propios problemas internos”.
El problema más grave es cómo se usan esos fondos. La ayuda no será efectiva si el dinero que reciben España o Italia se suma a la montaña de deuda pública con que ya cuentan los países sureños. Por eso, Madrid, Roma y París, así como muchos economistas y analistas, señalan que los fondos deberán llegar en forma de subvenciones y no de créditos, como las ayudas que hasta ahora se han estado diseñando, como SURE.
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“La mayoría [de los países] piensa en el plan de recuperación en términos de crédito”, ha explicado una fuente europea, mientras fuentes diplomáticas holandesas señalan efectivamente en esa dirección: La Haya solo está dispuesta a aceptar un plan parecido a SURE y con un alcance muy limitado.
Para resolver el choque entre los que piden que sean subsidios y los que exigen que se trate únicamente de créditos, fuentes europeas creen que la solución se encontrará en un término intermedio. Y para eso, serviría la propuesta de la Comisión Europea: el dinero que entre dentro del marco financiero podría ser entregado en forma de subsidio, mientras que el que se obtenga de los mercados debería ser en forma de crédito ventajoso, para evitar que los inversores lancen la pregunta de “¿quién va a pagar por ese crédito?”.
Los defensores de que se estructure en forma de subsidio defienden que el debate ya no trata sobre mutualizar deuda, sino sobre mutualizar el coste de la recuperación. Los efectos de no hacerlo, avisan, serían carísimos. España apuesta por ese discurso: no se trata de ayudar a los países del sur a pagar su deuda, se trata de evitar que se hunda el mercado interior, justo lo que más valoran los ‘halcones’ fiscales.
Los riesgos
Hoy es una crisis sanitaria, pero muchos saben en Bruselas que la situación puede acabar mucho peor. Si, como apunta todo el mundo, el 'shock' del virus es simétrico, pero sus efectos económicos son asimétricos. Mário Centeno, presidente del Eurogrupo, es consciente de ello, y este miércoles, durante una audiencia con la comisión parlamentaria de Asuntos Económicos, recordaba que la respuesta de Alemania a la crisis era siete veces más grande que la italiana. España o Italia tienen respuestas económicas más erráticas que países menos golpeados porque no tienen espacio fiscal y no tienen la misma confianza de los mercados.
En lo que se leyó como un apoyo sucinto a las subvenciones en su pulso con el crédito, Centeno avisó de los riesgos de “fragmentar” el mercado único. Y eso ocurrirá si no hay un reparto del peso de la respuesta ante el coronavirus, algo de lo que alertan muchos analistas y economistas. El presidente del Eurogrupo fue claro: la solución debe ser una que permita repartir “la carga de la deuda”.
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Los efectos que puede tener esta crisis son difíciles de prever. Por ejemplo, Bruselas no espera que este 'shock' termine afectando de manera determinante al sistema financiero, porque espera que el apoyo de los gobiernos a las empresas gracias a la flexibilización de las ayudas de Estado evite que haya un gran número de créditos morosos. Y, sin embargo, Alemania dedica mucho más porcentaje de su PIB en garantías, liquidez y apoyo a las empresas de lo que pueden dedicar España o Italia, donde precisamente hay más probabilidades de que comiencen a acumularse créditos morosos. En vista de la situación, algunas voces dentro del Banco Central Europeo (BCE) están pidiendo la creación de un banco malo europeo.
Países como Alemania tienen la capacidad de apoyar sus empresas y de salvarlas, mientras que las españolas o italianas lo pasan mucho peor. Aunque la Comisión Europea se esfuerza en su intento de que las ayudas de Estado sean proporcionales en todos los Estados miembros, lo cierto es que eso es difícil de controlar. Si no se toman las medidas adecuadas, se saldrá de la crisis sin que exista un 'level-playing field' (un terreno de juego igualado) dentro del propio mercado interior.
El apoyo que Alemania está dando a sus empresas es una muestra de la gravedad de la crisis, la incapacidad de los países más golpeados por la anterior crisis de mantener el ritmo es una demostración de que algunos Estados miembros no pueden lidiar con este 'shock' solos, lo que justifica una respuesta unida. La suspensión de las normas de ayudas de Estado, aunque temporal, dejará heridas durante mucho tiempo. Hay un riesgo real de fragmentación del mercado interior y de que aparezca una economía europea a dos velocidades. Los líderes corren el riesgo de no estar a la altura de la gravedad del momento
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