Esta asturiana que reside desde hace años en Ginebra (Suiza), sede de la OMS, prefiere no mojarse demasiado si se trata de alabar o condenar la gestión de los países en esta pandemia. “La historia todavía está por escribirse, y sería injusto”, comenta. Neira tiene muy en cuenta los matices, y no ve honesto aplicar la misma vara de medir a distintas sociedades. “No podemos comparar una cultura tan sociable como la española, en la que nos abrazamos y nos besamos no sé cuántas veces al día, con una sociedad como la alemana, en la que no hace falta decir a la gente que mantenga distancia social”, apunta en una entrevista virtual con El HuffPost.
Como buena epidemióloga, la directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS se confiesa optimista empedernida, y espera que al menos toda esta crisis sirva para que el mundo tome conciencia de los problemas que suelen estar detrás de, o agravar, una epidemia: la deforestación y destrucción de biodiversidad, la contaminación del aire y los océanos, los plásticos, los combustibles fósiles, enumera Neira. “Hay que poner al ser humano en el centro de la urbe”, sentencia. “Es una cuestión de supervivencia. La gente piensa que es algo del medio ambiente, de ecologistas, de activistas, de iluminados... No, no, vamos a decirlo muy simple: es una cuestión de tus pulmones, de mis pulmones, porque si no paras de quemar combustibles, quien paga el precio son los pulmones, y la prueba la hemos tenido ya”.
Esta semana se han visto rebrotes o “focos concretos” surgidos de fiestas de cumpleaños o encuentros similares. También otros países que comenzaron a abrir la economía han experimentado repuntes. ¿Es esto inevitable? ¿Cómo se aprende a convivir con un virus tan contagioso?
Ojalá nunca hubiéramos tenido que aprender esto. Los humanos vivimos desde siempre con virus, con millones de bacterias y gérmenes todos los días; la cuestión es que no nos hagan daño, y este nos lo está haciendo, con lo cual hay que prepararse de otra manera. Está requiriendo unas medidas sociales que nunca antes se habían pedido a la población, y que ojalá algún día se puedan retirar, evidentemente.
Por el momento, que haya rebrotes o focos es algo dentro de lo muy probable. La clave es que haya un sistema de ‘detección de humos’ muy potente y ante la mínima chispa vayamos inmediatamente a apagar el incendio, porque los va a haber. Está claro que habrá casos, repuntes y focos, porque el virus sigue ahí; si no ponemos entre todos esa atención necesaria, nos va a volver a atrapar.
¿Cree que ese protocolo de detección está bien activado en España?
Confío en que sí. La experiencia ha sido un choque tan violento a todos los niveles que es difícil que no se pongan ahora todos los mecanismos para que esto no se vuelva a provocar. La herida está muy reciente, y creo que ese sistema epidemiológico está en marcha, tiene que funcionar y tiene que haber una buenísima coordinación. No es sólo que el sistema funcione, sino que sea inteligente y provoque una reacción inmediata. La responsabilidad de la población ahora también es fundamental.
Que haya rebrotes o focos entra dentro de lo muy probable
¿Le parece imprudente o descabellado que España se abra al turismo extranjero a partir de julio?
Desde el punto de vista epidemiológico, no tenemos las mismas barreras administrativas. Independientemente de las fronteras, ahora mismo hay un gran territorio en Europa que tiene la misma situación epidemiológica. Muchos países, entre ellos Francia e Italia, salen ahora de un confinamiento tan fuerte como el de España; en ese sentido, son extranjeros desde el punto de vista del pasaporte, pero no desde el punto de vista epidemiológico.
Esas fronteras son totalmente artificiales si se tiene en cuenta el camino del virus. En este momento, en Europa prácticamente todos estamos en una situación parecida, con lo cual esos corredores ‘burbuja’ de intercambio son aceptables, porque además los sistemas epidemiológicos se comunican muy bien y son bastante coherentes.
De este modo, ¿es semejante que Valencia se abra a los madrileños a que se abra a los italianos?
Sí, de alguna manera, sí. Depende de donde uno quiera poner la frontera. Cuando se decretó el confinamiento, en realidad la frontera se puso en la puerta de tu casa. Tu país era tu casa, y ese fue el único escudo. La movilidad, el intercambio, es algo que existe siempre, y esas fronteras administrativas son irreales desde el punto de vista infeccioso.
No creo recordar que haya ninguna organización sanitaria que aconseje el uso de guantes de látex. La transmisión se da por las gotas de saliva (sale por nuestra boca al toser o al estornudar, tal vez al hablar, pero tiene que ser una cantidad importante) o por la inoculación personal, por eso insistimos tanto en lavarnos las manos. Es decir, que uno mismo se inocula el virus al llevarse la mano a la boca, a la nariz y a los ojos. El poner otra barrera más en la mano no significa que no te vayas a inocular el virus.
Con un guante lo que estamos haciendo es proteger la piel, pero no es la piel la que transmite el virus, es con la mano, y la mano enguantada también puede llevar el virus. Al revés, ese guante va recogiendo durante todo el día una serie de suciedad importante. Me preocupa mucho cuando veo a gente con guantes que toca todo. El guante te hace sentir protegido: piensas que como tienes el guante puedes tocar todo, pero luego ves a una señora en el supermercado que como no puede abrir la bolsa de plástico, se lleva el dedo enguantado a la lengua para tener saliva para abrir la bolsa. El guante no nos da ninguna protección, y ese uso del plástico está además generando un problema de contaminación inesperado y añadido.
Desde nuestro punto de vista, el uso de guantes nunca ha sido aconsejado, no sé por qué se empezaron a usar; creo que tiene que ver con la sensación de barrera de protección que necesitamos, pero no hay ninguna barrera mejor que la de lavarse las manos. Los guantes a lo mejor tendrán que usarse como antes, cuando en el supermercado vas a coger fruta fresca o verduras y no quieres que tu mano esté transmitiendo a otros. Pero eso de que haya gente que te está sirviendo el pan y al mismo tiempo te cobra, y al mismo tiempo limpia y al mismo tiempo amasa o remueve el café… ese guante o lo cambias para cada movimiento o lo que está haciendo es acumular y transmitir. Es muy peligroso.
La epidemiología a posteriori, desgraciadamente, no existe
Estos días lo sanitario se está embadurnando de lo político y hasta de lo judicial. No sé qué piensa usted cuando se pide que se impute a epidemiólogos como Fernando Simón por desobediencia y denegación de auxilio.
Me parece un tema muy serio y muy doloroso. Fernando Simón, o el equivalente de Fernando Simón en Suecia, Francia o Inglaterra, tienen una presión y una responsabilidad casi histórica. Cada director general de salud pública o de emergencias tiene siempre una responsabilidad muy grande, pero en este caso es particularmente importante. Yo tengo la confianza absoluta de que todos ellos lo están haciendo con toda su capacidad y una entrega enorme, y basándose todo lo posible en lo que la ciencia nos dice, pero en ningún caso ninguno de ellos tenía un manual escrito de cómo iba a ser o qué decisiones había que tomar, ni podía ver a seis meses cuáles de esas opciones eran las adecuadas.
En epidemiología hay una anécdota sobre el pistolero de Texas. Normalmente, cuando tienes una diana, tiras intentando darle. La otra opción es tirar primero y, una vez que ya tienes el agujero de la bala, haces un círculo alrededor. Lo que se está haciendo ahora es epidemiología a posteriori, y esa desgraciadamente no existe. Están pretendiendo dibujar una diana alrededor del agujero de la bala, y nadie tenía antes ese agujero para poder diseñar una diana alrededor.
La OMS va a hacer su auditoría, su examen, para ver qué se pudo hacer mejor y qué lecciones se pueden aprender; evidentemente, todos tenemos que hacerlo, pero está claro que en toda Europa ha habido una situación muy fuerte de la que todavía no estamos recuperados, por lo tanto habrá que esperar todavía un poquito para hacer ese ejercicio, que se hará. Pero de ahí a dar ese toque de culpabilidad me parece… ¿Quién puede aceptar entonces ese papel, ese rol, esa responsabilidad en el futuro? Nadie lo va a aceptar.
En estos últimos meses se ha echado en cara a científicos, epidemiólogos y políticos que hayan rectificado en algunas declaraciones o recomendaciones, como por ejemplo con el caso de la mascarilla. ¿La población todavía no ha entendido que en eso consiste la ciencia?
En algunos casos, ni siquiera lo llamaría ‘rectificar’, sino actualizar. Al principio había 300 casos y 4 muertes, un mes después había 3.000 casos y 20 muertos. Eso no es una rectificación; es una actualización. El primer caso que hubo en Wuhan era de una neumonía atípica no identificada, unos días después era una neumonía atípica causada por un virus, unos días después era un brote de neumonía atípica con una mortalidad de este tipo, unos días después era un brote con una transmisión comunitaria, unos días después era un brote epidémico, y unas semanas después se llamaba pandemia porque afectaba a todos los países.
Eso no son rectificaciones, eso se llama evolución, y este virus está haciendo su vida: está creciendo, expandiéndose y dejando muertes en el camino. Está dándonos muchas sorpresas desde el punto de vista clínico, está dejándonos pistas de su material genético y ahí vamos detrás de él, intentamos ir por delante, pero quien marca el camino, la velocidad y la dirección es el virus, no nosotros. Podemos adelantarnos preparando cortafuegos o el material de bomberos, pero dónde va a empezar el fuego, cuántas llamas va a haber o si los árboles estaban muy secos, eso no lo escribe el hombre.
Los epidemiólogos y las autoridades sanitarias llevan años advirtiendo de que tarde o temprano se produciría una pandemia de estas características. ¿Por qué no se evitó o, al menos, se frenó su efecto?
Cuando empecé a trabajar en la OMS entré a un nuevo departamento que se había creado de enfermedades emergentes y reemergentes con potenciales epidémicos, precisamente porque veíamos que había algo en común en todos estos agentes infecciosos que eran factores de riesgo. Había una globalización tremenda, fue cuando hubo la explosión de viajes, de movimiento internacional con la democratización de los vuelos, el intercambio comercial, la deforestación, los factores ambientales, la destrucción de biodiversidad. Vimos que todo esto impactaba en la aparición de los virus. Desde ahí, empezamos a ver que había muchas razones y señales que podían indicar la aparición de un virus más epidémico. Empezamos a poner en marcha los cortafuegos y la colaboración entre países, había voluntad política. Pero de alguna manera entiendo a los países, porque tenemos tantos frentes abiertos... También estamos alertando del tabaco, también estamos diciendo que la polución del aire mata a 7 millones de personas, la obesidad, el sedentarismo, el cambio climático.
Cuando se alerta de tantas cosas, la naturaleza humana a veces nos lleva a relajarnos y a bajar un poco la guardia. Europa, si bien estaba preparada en cuanto a vigilancia epidemiológica y sistemas sanitarios, no podía creer que llegara a tener una epidemia de enfermedades infecciosas así. En cuanto a especialidades está muy preparada, pero quizás en la parte más básica y más cruel de una epidemia, Europa falló. Todo el mundo piensa que eso pasa en Asia o en África, no en Europa. Pero pasó.
Ya he oído de varios profesionales que uno de los mayores errores de los países occidentales fue tener una confianza excesiva; por un lado, en su sistema sanitario, que finalmente estaba más debilitado de lo que se pensaba, por otro, en que el virus no sería más que una gripe. ¿Qué piensa usted?
Hay algo de eso. Claramente, hay esa especie de rechazo a pensar que en Europa podría pasar algo así con nuestro sistema sanitario. Pero precisamente porque nuestro sistema está tan especializado, resulta más difícil pensar que Madrid puede necesitar una respuesta epidémica como la que hace Médicos Sin Fronteras en un campo de refugiados del Congo.
Ojalá las próximas manifestaciones sean a pie o en bici. Ver esa invasión de coches es doloroso
¿Cree que todo esto puede servir de toque de atención, que se van a cambiar cosas y se va a potenciar la sanidad?
Quiero creer que sí, y además pienso que en gran parte va venir del propio ciudadano. Ahora va a haber mucha más demanda y presión para que se proteja nuestra salud; no sólo que se me cure cuando estoy enfermo, sino que además se nos proteja, que se pongan barreras para reducir la vulnerabilidad de la salud. Nos hace vulnerables seguir atacando a los ecosistemas; en la relación perversa que tenemos con el medio ambiente no es el medio ambiente el que pierde. Si el océano está lleno de plásticos, encontrará la manera de sobreponerse, pero el problema lo vamos a tener nosotros, que nos vamos a terminar comiendo el plástico. Si seguimos quemando combustibles fósiles, todo eso va a terminar en los pulmones y, obviamente, si aparece un virus respiratorio como este, te encontrará con los pulmones menos preparados.
Creo que estos días la gente también ha aprendido a valorar una calle con menos coches en la que se pueda caminar e ir en bici, en la que los niños puedan jugar y los abuelitos charlar y que podamos tomar el sol e ir al campo. Que la ciudad no sea para los coches y que el coche sea el rey y yo un pobre peón; los reyes somos nosotros y el coche tendrá que esperar su turno. Creo que por ahí puede salir algo bueno. Es una cuestión de supervivencia. Hay que parar de dar subsidios a los combustibles fósiles, que nos están matando, hay que moverse hacia una transición de energías más limpias y sostenibles. Eso es una cuestión de salud.
La gente piensa que es un tema del medio ambiente, de ecologistas, de activistas, de iluminados. No, no, vamos a decirlo muy simple: es una cuestión de tus pulmones, de mis pulmones, porque si no paras de quemar esos combustibles, quien paga el precio son los pulmones, y la prueba la hemos tenido ya.
No puedo evitar pensar en las manifestaciones de la semana pasada en España, que fueron precisamente en coche.
Estos días hemos visto el cielo azul en Nueva Delhi, hemos visto medusas en los canales de Venecia, hemos vimos los ríos limpios, las calles sin ruido, sin coches, sin contaminación, y a la gente eso le gustó. Así que volver atrás y ver esa invasión de coches es doloroso. Espero que en el futuro podamos hacer todas las manifestaciones, porque eso querrá decir que podemos volver a tener interacción social, pero ojalá sean a pie o en bici o de una manera un poco más sostenible.
Ojalá nuestros profesionales de la salud estuvieran mejor pagados, que nuestros científicos no tuvieran contratos precarios
¿Cómo se imagina la tan manida ‘nueva normalidad’?
No me gusta nada eso de una ‘nueva normalidad’. Si es para ser normales, ni hablar. Debería ser una mejor realidad. Me encantaría que España tuviera una transición energética saludable, que arreglara la cuestión de la movilidad y tuviera un sistema de transporte público innovador, que tuviera energías renovables y fuéramos pioneros en la energía solar, que tuviéramos un turismo sostenible, que valoráramos como parte de nuestra cultura todos nuestros ecosistemas de playas y montañas; que tuviéramos un sistema de prevención y respuesta a epidemias mejorado, que nuestros profesionales de la salud estuvieran más mimados y mejor pagados, que nuestros científicos no tuvieran contratos precarios y becas de 1200 euros, que se valorara mucho más la ciencia.
Va a haber que recuperar la economía, y creo que esta parte de economía sostenible nos va a dar muchas satisfacciones. Sé que suena idealista, pero se va a generar mucho empleo verde; sólo hay que saber aprovechar esta baza, hacer un cambio, y hacerlo de forma estratégica.