Los chinos “aprovecharon la crisis para intentar comprar a precios de risa”, relata José Zapatero, propietario de Lagar de Isilla en Aranda de Duero. Como tantos otros bodegueros, consiguió capear los años más negros sin vender lo que tanto trabajo le había costado construir. Este burgalés convirtió su pasión por el vino en su medio de vida en 1995 y transformó un pueblecito desconocido de apenas 90 habitantes, La Vid, en un rincón turístico con un hotel, un restaurante donde se puede degustar lechazo y una bodega que recibió, junto a la de Aranda, 68.000 visitas en 2015. “Empezamos mi mujer y yo con 200 botellas al año. Hoy somos 80 trabajadores, exportamos a 17 países y producimos 250.000 botellas anuales”.
Los ‘pretendientes’ foráneos han vuelto a llamar a su puerta al menos dos veces en los últimos meses, esta vez con otro tipo de propuestas más sofisticadas bajo el brazo. “Una procede de un particular afincado en Francia y otra de una empresa china, pero no estamos dispuestos a vender” ni a dejar entrar a inversores de fuera. Tampoco lo están en Arzuaga, donde las ofertas no escasean. “¿Vender? En absoluto”, zanjan desde la bodega de Quintanilla de Onésimo (Valladolid), donde también cuentan con un hotel y spa cinco estrellas.
Unos cuantos inversores también han "tirado los tejos" a Emilio Moro, o así lo confirman fuentes próximas a esta compañía vitivinícola situada en Pesquera de Duero y capitaneada por cuatro hermanos que pertenecen a la cuarta generación de bodegueros. Al igual que las demás, aquí no se baraja una hipotética venta ni entrada de capital extranjero. "Somos una bodega familiar", remarcan desde la firma tras explicar que no han visto demasiadas compras por parte de foráneos en estas tierras. La enseña que agrupa a vinos como Finca Resalso o Malleolus exporta a 60 países pero vende el 80% de su producción en España.
Caso omiso a los cantos de sirena
Otros como García Carrión, propietario de 17 marcas de vinos entre las que se encuentra Marqués de Carrión (DO Rioja), no aclaran si los inversores extranjeros han lanzado el anzuelo últimamente, pero dicen tener “la suficiente solidez” como para hacer caso omiso a los cantos de sirena. “Somos una empresa 100% familiar y lo seguiremos siendo”. Hace apenas seis meses, la empresa firmó un acuerdo con la familia Eguizabal para hacerse con las instalaciones de las antiguas bodegas Paternina, situadas en la localidad riojana de Haro.¿Qué hay de otros gigantes como Vega Sicilia? Aunque fuentes próximas a la compañía dan a entender que los foráneos también tienen ojos para ella, el director general comercial del grupo lo rechaza. “No hemos recibido ninguna propuesta formal ni informal, ni tenemos planes de vender. Al contrario. La idea es seguir creciendo con nuevas bodegas y proyectos”, explica Antonio Menéndez. Pero deja la puerta abierta a futuras alianzas comerciales como la que permitió inversiones en el vino Macán de La Rioja. “Fue una iniciativa de la familia Rothschild (franceses). Se acercaron a nosotros para hacer vino conjuntamente. Ese modelo sí podría replicarse en el futuro”, sostiene el directivo del grupo que comercializa vinos como Único, Valbuena, Alión, Pintia y Oremus.
‘Guiris’ al frente de bodegas españolas
No todos los tanteos de foráneos acaban en fracaso. Un ejemplo es Abadía Retuerta, cuya propiedad está en manos de la multinacional suiza Novartis. La farmacéutica se estrenó en el sector del vino español a mediados de los años noventa al hacerse con esta bodega ubicada en plena 'milla de oro' de Ribera de Duero. La finca en un principio pertenecía a una sociedad de agricultores. Otros casos conocidos en la zona son los de Bodegas Altogrande, un grupo situado en Curiel de Duero y capitaneado por el ruso Oleg Bulaev desde hace seis años, o Bodegas y Viñedos Alilian, la apuesta personal de un empresario chino que comercializa vinos franceses y españoles de alta gama. Shu Ping Xu adquirió el grupo Páramo de Fresnedo en abril de 2015 para elaborar sus propios caldos.En Cataluña destaca Mas Perinet, uno de los grandes vinos del la comarca del Priorat y antigua bodega de Joan Manuel Serrat. En julio de 2014 pasó a manos de un grupo de inversores estadounidenses después de que el cantautor y sus socios, Alejandro Marsol y Antonio Casado, llevaran años buscando primero accionistas y después compradores porque el proyecto no era rentable.
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