¿A qué se dedica el director de negocio responsable de un banco como BBVA?
El Comercio-Es una figura cada vez más relevante en muchas compañías. Nuestra obsesión es asegurar que el banco sitúa a las personas en el centro de todos los procesos de decisión y que la entidad funcione como una banca responsable.
Dice que su trabajo consiste en “romper zonas de confort”. ¿Qué quiere decir?
Significa que hay que retar a todas las áreas del banco para que incorporen esta visión humanista. Y eso requiere romper esas zonas convencionales para lograr el mayor impacto positivo.
¿Cuesta hacer entender a los altos directivos la necesidad de que las entidades financieras se rijan por prácticas de responsabilidad social?
Todo empieza con definir un propósito transformacional centrado en el impacto que podemos tener en la vida de las personas. Entender que no solo respondemos ante los accionistas sino ante la sociedad en su conjunto. Pero es cierto que en los últimos años ha habido un gran cambio.
¿En qué sentido?
La presión por parte de los inversores y de la sociedad y el interés de reguladores y supervisores ha generado un punto de inflexión que hace que este tema esté en la agenda. Y eso ha ayudado a que se tomen decisiones relevantes.
La sosteniblidad es la mayor oportunidad de negocio para un banco en los próximos diez años
Se habla mucho de la nueva economía verde, pero ¿en qué consiste exactamente? ¿Y cómo se va a financiar?
El Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas han dado lugar a un cambio radical y a una gran oportunidad para que las empresas canalicen recursos hacia la transición que necesitamos. Y nuestro sector debe asegurarse de que esa canalización es adecuada.
Aclaremos un par de conceptos. ¿Qué es la ‘green finance’?
Consiste en canalizar fondos hacia actividades que tengan un impacto positivo en el medio ambiente. Eso puede traducirse en emisiones de bonos, préstamos o productos de inversión.
¿Y la “taxonomía de las finanzas sostenibles”?
Es un término muy técnico, pero en la práctica es una especie de diccionario que define qué actividades son sostenibles y cuáles no para evitar malas prácticas. La Comisión Europea está trabajando en ese diccionario, que será una piedra angular en este proceso.
¿Los bancos piensan en las personas y en el medio ambiente cuando toman decisiones?
Es su obligación. Debería formar parte de la misión de cualquier banco. El impacto de nuestra actividad en la vida de las personas tiene que formar parte de nuestra estrategia y modelo de negocio. Queda mucho por hacer, pero creo que vamos por el buen camino.
¿Qué tipo de políticas corporativas tiene que repensar el sector financiero?
Para empezar, estos asuntos tienen que tratarse en los máximos niveles de decisión, como el consejo o el comité de dirección. Deben estar presentes en el día a día de los presidentes y consejeros delegados. Y eso tiene que permear en todas las unidades de negocios. El equipo de recursos humanos, por ejemplo, tiene que entender la diversidad como una palanca para destapar el talento dentro de las organizaciones. Y las distintas áreas de negocio tienen que cambiar la manera de acompañar a los clientes.
¿Qué puede hacer un banco para ser una empresa medioambientalmente sostenible?
Tres cosas. Primero, aportar soluciones a las personas y empresas que quieren tomar decisiones financieras teniendo en cuenta criterios ambientales y sociales. Los bancos tenemos que fomentar esa inversión responsable. La segunda es a través de nuestra propia actividad. Nosotros, por ejemplo, queremos que toda la energía que consumimos sea cien por cien renovable en 2030. Por último, está la actividad que un banco puede desarrollar a través de sus fundaciones de carácter social. La Fundación Microfianzas de BBVA es la mayor entindad filantrópica de América Latina y está beneficiando a 2,1 millones de microemprendedores.
Por cierto, ¿puede ser la sostenibilidad rentable para un banco?
Sin duda. Me atrevo a decir que la sosteniblidad es la mayor oportunidad de negocio para un banco en los próximos diez años. La Agenda de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París implican una lista ingente de inversiones que Naciones Unidas cuantifica entre 5.000 y 7.000 billones de dólares al año. Y esa es una gran oportunidad de negocio.
¿Cómo debería ser la banca del futuro? ¿Cómo se imagina el sector dentro de 10 o 20 años?
Es necesario un cambio sistémico, que no sean solo unas pocas entidades. Y eso implica un cambio cultural, estar atento a las tendencias sociales. Las nuevas generaciones nos están pidiendo a gritos un cambio. Hay que visualizar la banca del futuro como una banca basada en el propósito, que tenga un impacto positivo en la vida de las personas, que sea un motor de oportunidad.
En 2018, BBVA anunció su estrategia de cambio climático y desarrollo sostenible. ¿Cuáles son los pilares de esa estrategia?
Estamos en la era de la responsabilidad. La humanidad nunca ha tenido tanta capacidad para decidir sobre su futuro. Y lo que hacemos hoy condiciona enormemente a las futuras generaciones. Y eso es lo que quisimos plasmar en esa estrategia que está basada en tres pilares: financiar, gestionar e involucrar. El primero se materializa en nuestro compromiso de movilizar 100.000 millones de euros en finanzas sostenibles en los próximos ocho años. El segundo consiste en gestionar nuestro impacto directo e indirecto. Eso se traduce en ayudar a nuestros clientes a reducir sus emisiones de CO2 y en tratar de alinear nuestra actividad al Acuerdo de París de manera progresiva. Y el tercero es implicar a empleados, clientes, inversores, reguladores, supervisores y hasta a nuestra propia competencia para afrontar este reto colectivo. Un ejemplo de eso son los principios de banca responsable de Naciones Unidas que ya ha suscrito un tercio del sistema bancario mundial.
El Acuerdo de París establece que “el sector financiero debería regular los flujos de una manera conducente a un mundo sostenible”. ¿Qué significa eso y cómo se consigue?
El espíritu del acuerdo es que el sector financiero debe jugar un papel clave. Dependemos de lo que hagan las compañías de movilidad, las energéticas, las ‘pymes’, pero también los ciudadanos que tenemos que incorporar estas cuestiones en nuestras decisiones del día a día. Cada sector tiene su propia senda y los bancos debemos acompañar a las empresas y a las personas en esa transición.
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