COVID-19, y la vida cambió
Reconstrucción Económica tras la crisis de la covid-19
por Bruno Estrada, abril de 2020
El Estado de Alarma declarado en España el pasado 17 de marzo, plenamente justificado por razones de emergencia sanitaria, va a tener profundas repercusiones económicas y sociales. Es muy posible que nos encontremos con una crisis mayor que la del año 2007-2008. Las magnitudes de la crisis social del coronavirus en España pueden alcanzar niveles dramáticos, de la respuesta que se articule a nivel nacional y europeo, dependerá que la recuperación sea rápida.
Todavía no tenemos estimaciones fiables sobre la evolución del producto interior bruto (PIB) del primer trimestre, pero la evolución del Índice Dow Jones de la Bolsa de Nueva York puede ofrecernos una aproximación de su magnitud (véase la gráfica).
Si bien hoy resulta imposible hacer una estimación fiable de los efectos de la crisis de la pandemia de covid-19 en la economía española, y menos en el conjunto del mundo, resultan muy interesantes las aproximaciones realizadas por el CEPR Policy Portal (1), así como las recientes previsiones del banco de inversiones Goldman Sachs (2) y de la London Business School (3).
La principal característica de la crisis de la covid-19 sobre la Gran Recesión de 2008 es que combina características de un choque de demanda y también de oferta, lo que exigirá diferentes políticas económicas en cada momento. Bajo la hipótesis de que la pandemia termine en el verano de 2020 (una hipótesis que a día de hoy puede ser considerada optimista ya que los contagios son todavía muy escasos en la India, África, Indonesia y toda Centroamérica y Sudamérica), la crisis en Europa podría desarrollarse a través de cuatro fases que parcialmente pueden estar superpuestas:
Fase 1: Efectos debidos al shock vivido en China entre enero y marzo de 2020.
En esta fase la mayor parte de los efectos adversos han sido del lado de la oferta, debido a la ruptura de las cadenas de valor de la industria manufacturera mundial, que se ha concentrado en determinados sectores (equipos de transporte, electrónica, productos farmacéuticos, textiles). Los efectos sectoriales han sido importantes pero estos sectores representan solo alrededor del 4% del PIB mundial, según la OCDE, por lo que los efectos macroeconómicos no han sido muy graves.
Durante esta primera fase, el margen de intervención de política económica nacional ha sido limitado. Destaca la importancia de algunas medidas sectoriales específicas como la reducción, subvencionada, de las horas de trabajo, esto es, el “Kurzarbeit” alemán que en España tendría su paralelismo con las medidas tomadas para facilitar los ERTE (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo).
Fase 2: A partir de febrero, en la que ya se han producido perturbaciones sectoriales importantes. Particularmente en sectores como el turismo, el transporte aéreo, la hostelería y el entretenimiento.
Se trata de un choque más violento aunque el conjunto de sectores afectados a nivel mundial no ha sido muy grande (aproximadamente el 5% del PIB). No obstante, el turismo tiene un gran peso en nuestro país. Según la cuenta satélite del turismo del Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2018 su peso en el PIB alcanzó el 12,3%, con 2,6 millones puestos de trabajo, un 12,7% del empleo total. Por lo que nos veremos afectados en mucha mayor medida.
En esta segunda fase se han desplegado, o se están desplegando, a nivel nacional líneas de liquidez, comenzando con demoras en los pagos de impuestos y contribuciones sociales. En general, se trata de una respuesta adecuada. Además de una financiación adicional para la atención sanitaria.
En España se han aprobado líneas de avales, créditos del ICO (Instituto de Crédito Oficial) y seguros para la exportación, para empresas y autónomos, por valor de 112.000 millones de euros. La Comisión Europea autorizó un primer paquete de estas ayudas por valor de 20.000 millones de euros, en virtud de la suspensión de la limitación de las ayudas de los Estados a las empresas. Asimismo se ha aprobado un aplazamiento de 14.000 millones de euros en impuestos a pequeñas y medianas empresas (pymes) y autónomos. Y se ha incrementado el gasto sanitario en 3.800 millones de euros.
Fase 3: Perturbación general aguda que comenzó a principios de marzo en Italia, a mediados de marzo en España y empezará unas semanas después en otros países europeos.
En esta fase, como resultado de las medidas de contención del contagio (prohibición de viajar, el cierre de los sistemas de transporte público y de centros educativos, etc.), se está produciendo una fuerte contracción de la demanda y la movilidad, por lo que los efectos sobre la oferta agregada serán muy importantes. Según el PMI de marzo de IHS Markit (4), la actividad del sector privado ha registrado en marzo su mayor caída desde 1998. El dato anticipa una contracción trimestral del PIB de la eurozona cercana al 2%, y sugiere un mayor declive a medida que se intensifique la respuesta a la epidemia.
Esta tercera fase requiere medidas de apoyo de emergencia más generalizadas. Asimismo, algunos sectores de servicios sufrirán pérdidas permanentes de ingresos (turismo en España) y no sólo escasez de liquidez. Las pymes, en particular, necesitan un apoyo financiero sustancial en esta fase, en forma de desgravaciones fiscales y líneas de crédito en condiciones favorables y subvenciones que se sumen a las medidas anteriores para evitar las quiebras.
Generalizar el desempleo parcial temporal –los ERTE en España podrían afectar a más de 1,5 millones de trabajadores– evita los despidos, que debe ser una prioridad cuando nos enfrentamos una caída exógena de la actividad.
También puede ser necesario el apoyo directo a los hogares, mediante el alivio de los pagos en efectivo. En nuestro país se han dedicado 600 millones para incrementar el gasto social a los colectivos más vulnerables. En este sentido debería ser aprobada una medida en relación con la suspensión del pago del alquiler a personas afectadas económicamente por esta crisis.
El correspondiente gasto extraordinario que generen estas medidas es difícil de evaluar, pero puede ascender a varios puntos de porcentaje del PIB anual.
Goldman Sachs llega a pronosticar para España un fuerte incremento del déficit público, que llegaría al 10% en 2020, y una caída del PIB del 9,7%. En Italia la recesión podría alcanzar el 7,9%, el 8,9% en Alemania y el 7,4% en Francia. Para Estados Unidos, el banco de inversión prevé una caída del PIB del segundo trimestre del 24%. Otro banco de inversión, en este caso Morgan Stanley, hace una previsión menos pesimista de una caída del PIB de nuestro país en 2020 de un 5,5% y de un 5% para el conjunto de la UE.
Hasta ahora hemos hablado de políticas económicas nacionales para enfrentarnos a esta crisis. Pero resulta evidente que estas cifras son lo suficientemente grandes como para poner a prueba la capacidad fiscal de los Estados miembros más vulnerables. Por lo que resulta evidente que la respuesta económica también debería abordarse desde el nivel europeo.
El anuncio del Banco Central Europeo (BCE) del Programa de compras de Emergencia Pandémica (PEPP) de 750.000 millones de euros para bonos públicos, de empresas y bancos será capaz de proporcionar liquidez a los Estados, a las empresas y a los bancos que probablemente se vean afectados por el deterioro de la calidad del crédito, ya que se están enfrentando a demandas urgentes de crédito a corto plazo. En ningún caso esta situación puede dar lugar a un deterioro masivo de los balances de los bancos, para no sumar una posterior crisis financiera a la de la covid-19.
Hay que ser conscientes de que la fase 3 creará no sólo un problema de liquidez, sino también un problema de solvencia en las diferentes economías, aunque en diversa medida según los sectores específicos y el tamaño de las empresas. En la medida que estos problemas de solvencia no pueden ser abordados por la política monetaria, la intervención fiscal será clave.
Fase 4: Recuperación, esperemos que a partir de mayo o junio.
Es probable que se produzca un fuerte repunte una vez pasado el momento álgido de la crisis sanitaria (en este sentido Goldman Sachs, desde una visión de autorregulación de los mercados, prevé un crecimiento del PIB de España del 8,5% en 2021). Pero esta recuperación puede verse comprometida si se ha producido un fuerte deterioro de la economía real en los meses anteriores: elevada destrucción de empleo, pérdida de confianza, caída de ingresos de las empresas de servicios, quiebras de pymes (muchas vinculadas a la actividad turística) y limitaciones crediticias derivadas de la acumulación de préstamos improductivos en los balances de los bancos, así como la dificultad para reconstruir los ahorros mermados en los hogares.
Si la gravedad y duración de la recesión en la Fase 3 fuera muy elevada, ello impediría que se volviera con celeridad a la senda anterior. La principal lección de la crisis financiera de 2007-2008 es que las grandes conmociones pueden tener consecuencias persistentes.
La fase 4 exigirá un importante apoyo del Estado. Ahora no se puede calcular la magnitud del esfuerzo público requerido, ya que dependerá de la recesión alcanzada en la Fase 3, pero lo más adecuado sería planificar una acción que fuera significativa, integral y lo suficientemente duradera como para asegurar la eliminación de las cicatrices heredadas de la crisis. Se debería dar prioridad a la demanda agregada, aunque no hay que descartar medidas sectoriales, como en nuestro país con el turismo.
Es necesario planificar el impulso de antemano para que pueda activarse en el momento adecuado. No obstante, la dimensión europea será clave para que esas medidas tengan éxito, sobre todo en países con menor margen fiscal, como España e Italia. Draghi acaba de reconocer que: “niveles de deuda pública mucho más altos se convertirán en una característica permanente de nuestras economías”. Pero el peligro para estos países es que un fuerte incremento de la deuda pública, con el objetivo de financiar esos planes, pueda generar tensiones en el futuro en relación con su capacidad de financiarla en los mercados financieros internacionales.
Las instituciones económicas de la Unión Europea deben actuar al servicio de los Estados y poner a su disposición los recursos que necesiten para poder financiar sus estados del bienestar y garantizar el derecho al trabajo y los derechos sociales básicos. Las primeras decisiones tomadas en los últimos días por la Comisión y el BCE han ido en la buena dirección, pero son insuficientes. Estados Unidos ha comprometido un paquete de ayudas de 2 billones de dólares, mientras que los compromisos presupuestarios de la Unión Europea son ridículos.
La cuarentena impuesta a las ciudades de Wuhan, Huanggang, y otra quincena más, de la provincia china de Hubei, dejó confinadas a 46 millones de personas, una magnitud similar a la de nuestro país, pero es el conjunto de China quién está impulsando la reactivación de su economía.
Por ello, es absolutamente necesario un Plan de Reconstrucción Económico Europeo tras la covid-19 cuya financiación debe mancomunarse mediante la emisión de eurobonos. A la vez que el BCE debe actuar como prestamista al 0% para los Estados nacionales.
Pero hasta ahora la Unión Europea, por la negativa alemana, ha sido incapaz de poner en marcha un plan eficaz de socorro que reactive cuanto antes toda la economía europea. Algo muy preocupante para el propio futuro de la Unión.
© Le Monde diplomatique en español
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