Noche Blanca de luz y vanguardia
Las actividades culturales de la sexta edición de la muestra sacan a la calle a cientos de ovetenses | El monasterio de Las Pelayas, la fábrica de La Vega y San Juan el Real registran colas de espera en una jornada lluviosa
Reconforta descubrir que pese a los aires pesados de los nuevos ismos -populismo, trumpismo, lepenismo, procesismo, bruselismo y los que vendrán- hay quien se toma su tiempo para responder a las mismas preguntas -quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos- de manera compleja y mediante artefactos de digestión lenta. De neurona excitada. La Noche Blanca ovetense, que ayer celebró su sexta edición, propuso en 47 escenarios más de una cincuentena de actividades culturales de toda condición para mirar el mundo con ojos incómodos, insatisfechos, con el pretexto de la nocturnidad. Luz en la penumbra.
In media res, en la plaza de la Catedral, a eso de las nueve de la noche, asesinaron a Ana Ozores. Dejó de pensarse como aquel cigarro a medio fumar por su marido, «incapaz de terminar un puro y de querer por entero a una mujer». Los participantes en el 'cluedo' que buscaron al asesino tuvieron la oportunidad de recorrer el Oviedo finisecular de La Regenta con su teléfono móvil en la mano para ir apuntando las pistas. Libraron la lluvia en el primer pase porque el líquido elemento se presentó puntual al otoño asturiano para inaugurar la mayoría de las actividades.
Antes, en el Filarmónica, se presentó el montaje final del documental sobre los sucesos de la Revolución del 34, 'Los labios apretados', dirigido por Sergio Montero. También la que no fue. Para '1968' SabadellHerrero prestó su sala de exposiciones en la que Tamara García y Ganzo dispusieron un espectáculo audiovisual acerca de la insurrección en París, Praga y Ciudad de México.
Uno de los platos fuertes de la Noche Blanca fue la instalación 'Archifon VI', un proyecto de los artistas checos Tomás Dvorák, Dan Gregor y Ondrej Prucha que, mediante un mapeado digital, convirtieron las paredes del templo en un gran instrumento musical 'tocado' con punteros láser. A cada pinchazo del público se iluminaba una figura o una pieza de la decoración produciendo el sonido de campanas, coros o tormentas para reinterpretar la arquitectura del edificio. «Es una manera diferente de visitar una iglesia», comentó a la salida María Álvarez. «A mí estas cosas me dejan un poco fría, esperaba algo más», replicó Andrea Mier.
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Para los más pequeños la Fundación Princesa se convirtió en una Venecia improvisada. Los niños construyeron sus propias góndolas de juguete inspirados por las obras de Pablo Maojo y Elías García Benavides. Más cañero fue Paco Cao que presentó en el Alfonso II su cómic 'Arte político para niños' y que se distribuyó de manera gratuita por toda la ciudad. En la mesa redonda junto a los estudiantes del instituto Guillermo García, Mara Álvarez, Aiana Elena y Adrián López, reflexionaron acerca del papel del creador huyendo de la solemnidad de ciertas posturas o dicho en millennial: postureo. «Me parece que es un cómic muy completo y que refleja muy bien lo que pensamos», afirmó Guillermo.
Que el alcalde iniciara su visita a la Noche Blanca con una actividad que se llama 'Sanar Oviedo 3.0 , cuentos susurrados' tiene su aquel. Wenceslao López no quiso desvelar si lo que le contaron al oído los áulicos narradores tenía moraleja pero ayer eligió no bajar a la fábrica de armas, reabierta para la ocasión.
Ana Laura Barros y Teresa Denisse, dos de las susurradoras, relataron la mecánica del juego: «El público propone unas palabras y nosotras improvisamos un cuento, una poesía. Y si no lo hacen tiramos de guión». Y el título, 'Sanar Oviedo' ¿La ciudad está enferma? -preguntamos-. «No, quiere decir que les damos algo que cura, arte», respondió Barros.
La Vega se ha convertido en un clásico de la cita anual con la cultura. En la nave claustro, el artista John Gerrad propuso una instalación dirigida en tiempo real desde su estudio en Viena dibujando una bandera negra con las excrecencias del primer pozo petrolífero en Texas. Todo un alegato a favor del medio ambiente.
En la nave de Metrología, artistas y creadores se acercaron al séptimo arte para traspasar las fronteras de la pantalla. Pablo de María uno de los responsables detalló el pase de 'El Hombre y la bestia'. «Mientras se proyecta la película la actriz Ana Blanco lee textos». Antes, varios poetas habían improvisado versos sobre escenas de 'Los Pájaros' o de 'Star Wars'. «La respuesta ha sido excelente, se ha quedado gente sin poder entrar», añadió. En la nave M1 danza, visuales, performance, música e improvisación se aunaron bajo esas nuevas formas de expresión que tan bien casan con un paisaje industrial decadente. Porque muchos aprovecharon la apertura de la factoría para pasear, simplemente. Otros ya advertían que «iba a haber colas».
«Empezamos la ruta por La Vega pero la gente va mandando whatssapps para avisar que hay colas en muchos sitios, además por la lluvia», explicó la actriz Miereia Martínez junto a una amiga. «Queremos ir los visuales y posiblemente a a las exposiciones de última hora», relataron.
Aparte del Teatro Campoamor y la Catedral, dos de los tótems sobre los que descansa la iconografía de la ciudad y su percepción de la cultura, otro de los habituales sospechosos en la Noche Blanca, es el monasterio de San Pelayo, abierto ayer para el canto de vísperas y completas pero, sobre todo, para la visita al claustro. «Los niños no se imaginaban ni lo que había aquí. Es un sitio por el que pasas mil veces y ni reparas en él», indicaron Cristina Río y Ruth Pedrosa como visitantes noveles del cenobio.
De la clausura a la polémica. El Festival Parees eligió a Bastián Prendes para cerrar la muestra en General Elorza. El muralista de 'Poseidón y Atenea' se reivindicó con una nueva pintura en la calle. Eligió para la ocasión un retrato de Hilma af Klint, la precursora de la abstracción y gran desconocida tras los Kandisky o Malevich. «No quiso que sus obras se publicaran hasta los años sesenta, cuando murió», explicó Prendes que quiso reivindicar a la artista sueca mientras el público pintarrajeaba con haces de luz efímeros la pared y con los que se plasmó «lo efímero del arte en la calle».
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