sábado, 2 de febrero de 2019

Ojíto, que vienen curvas!

El Confi-La industria española cayó en recesión en el último trimestre de 2018. Técnicamente, la recesión se produce cuando se suceden dos trimestres de caída de la actividad, y es justo lo que ocurrió en la segunda mitad del año. La industria manufacturera cerró el año con un descenso de su actividad del 0,3% trimestral (ajustado de estacionalidad y calendario), después de sufrir un retroceso del 0,4% entre julio y septiembre. De hecho, de los cuatro trimestres del año, en tres de ellos la producción sufrió caídas. Los ejemplos del cierre de Alcoa o la venta de Vestas de su planta de León son solo la punta del iceberg que muestra los problemas de la industria.
Los datos de la contabilidad nacional publicados por el INE reflejan los problemas que está atravesando un sector que fue clave durante la recuperación. La industria ha sido la primera actividad que ha completado esta fase de desaceleración cayendo en recesión. El resto —servicios, agricultura y, especialmente, construcción— sigue tirando de la actividad, aunque a un ritmo cada vez menor.
Este revés de la industria es fruto de un doble problema: la guerra comercial y la incertidumbre económica. La escalada arancelaria ha provocado un frenazo en el comercio mundial que afecta gravemente a la industria española, muy volcada en el sector exterior. A esto se une la incertidumbre que rodea a las economías europea y española desde el pasado verano, que se ha traducido en un parón de las inversiones.
La inversión en maquinaria y bienes de equipo se hundió un 1,5% en el último trimestre del año, la mayor caída en un año y medio. Esto significa que las empresas no están preocupadas por renovar sus equipos ni ampliar su capacidad productiva. Al contrario, en este momento de incertidumbre económica, las empresas prefieren ahorrar hasta conocer hasta dónde va a llegar la desaceleración actual.
Por su parte, la escalada de aranceles ha generado un gran perjuicio a las cadenas de montaje globales. Las empresas auxiliares de otras industrias y que exportan la mayor parte de su producción se han visto afectadas por la proliferación de los impuestos en las aduanas, de modo que su actividad ha sufrido un significativo recorte. Alemania estuvo a punto de caer en recesión en el último trimestre de 2018 e Italia no pudo evitarlo. Los dos países, como España, están muy volcados en el sector exterior, de modo que las dudas en el comercio mundial afectan gravemente a su industria.
El resultado es que España ha visto cómo se apagaba uno de los motores de crecimiento de la crisis. Y no solo eso, además era el sector que generaba un crecimiento más sostenible, tanto por el superávit exterior que produce como por el empleo de calidad que crea. Se trata, por lo tanto, de una de las peores noticias posibles para la economía española en el cierre del ejercicio.
La industria manufacturera fue el único sector que destruyó empleo en 2018, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), publicada esta misma semana por el INE. Al cierre del año, había 15.800 ocupados menos en las fábricas españolas que un año atrás, lo que supone una destrucción de empleo del 0,6%.

La industria no cierra la crisis

La recesión del sector industrial se produce justo cuando los niveles de producción iban a recuperar las cifras de 2007. El pico de la producción manufacturera se produjo en el año 2007, justo antes del estallido de la burbuja inmobiliaria global. El sector se ha quedado este año a solo un 3% de alcanzar esos niveles, pero justo llegó su recesión y ha vuelto a alejarse. A día de hoy, solo la industria manufacturera y la construcción siguen sin recuperar los niveles de producción de 2007. Por el contrario, los servicios producen actualmente un 16% más y la agricultura, un 12% más.
La crisis de las manufacturas españolas se debe principalmente a tres sectores industriales concretos: alimentación, textil y motor. Coincide, además, con tres de los sectores que más mano de obra emplean, lo que todavía empeora más la situación.
Los talleres de vestido, cuero y calzado han destruido nada menos que 18.400 puestos de trabajo a lo largo del año 2018, según los datos de la EPA. Esto significa que su nivel de ocupados se ha hundido un 14,5%. El sector textil atraviesa un momento delicado por la caída de ventas en España y Europa. No solo eso, la deslocalización de talleres hacia países en vías de desarrollo en los que los costes salariales son mucho menores han terminado por hundir al sector.
La globalización y la transición del diésel son las mayores amenazas que sufre el sector del automóvil, una de las grandes industrias del país. Así se explica que en 2018 despidieran a más de 9.500 trabajadores, algo más del 12% de la plantilla. Y el ajuste todavía no se ha acabado. La fábrica de Ford en Almussafes está bajo el foco de los recortes que quiere hacer la compañía estadounidense en Europa. Por su parte, la fábrica de Nissan en Barcelona está ya por debajo del 40% de su capacidad productiva. “Los problemas en el sector automotriz han aumentado la presión a la baja de la expansión manufacturera”, explica Paul Smith, director de IHS Markit.
Pero si hay una industria que está atravesando un momento complicado, esa es la alimentaria. En el último año, ha perdido nada menos que 28.000 trabajadores, un 6% del total de la plantilla. Ha sido el principal causante de la recesión de las manufacturas, afectado por los aranceles y la competencia exterior.
Las dudas en la producción provocaron un frenazo de la inversión de las empresas en nuevos equipos y capital, lo que también está pasando factura a las compañías auxiliares de la producción. Así, la industria de fabricación de maquinaria destruyó 8.400 empleos en 2018 y la industria de equipos electrónicos perdió 9.500 ocupados. De esta forma, la caída de la demanda genera recortes en la inversión que reducen todavía más la demanda. Es así como se genera una espiral negativa que es muy peligrosa para el país.
No toda la industria está en horas bajas. El sector químico y de minerales vivió una importante expansión en el último año, y también el de las bebidas. Su crecimiento no fue suficiente como para compensar toda la caída de actividad en el resto de la industria, pero sí contrarrestó sus efectos adversos.

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