nteresado por la naturaleza y la prehistoria desde que era un niño, el catedrático de Paleontología Juan Luis Arsuaga es uno de los mayores expertos del mundo en la evolución de nuestra especie. Como co-director de Atapuerca ha liderado algunos de los descubrimientos más importantes de la paleontología moderna: como los hallazgos de un cráneo completo de Homo heidelbergensis en 1992 (el famoso ‘Miguelón’) o los restos del primer ciudadano europeo, el Homo antecessor, último antepasado común del Neandertal y el Homo sapiens, que vivió hace 900.000 años. Y los trabajos en la sierra burgalesa continúan. Hace cinco años, científicos de Atapuerca en colaboración con expertos alemanes lograron extraer el ADN más antiguo del mundo (400.000 años) a partir de un fémur hallado en la Sima de los Huesos. Pero Arsuaga, que en 1997 recibió el Premio Príncipe de Asturias por su labor investigadora y es director científico del Museo de la Evolución Humana en Burgos, no solo conoce mejor que nadie nuestro pasado. También es un “futurólogo” aventajado, capaz de identificar los retos más inminentes a los que se enfrenta nuestra especie.
Hablar del futuro con un paleontólogo puede parecer una paradoja. ¿O no?
Todo lo contrario. Somos los que más sabemos acerca del futuro. Cualquier cosa que pueda suceder tiene algún precedente.
¿Qué nos enseña nuestro pasado como especie de cómo será nuestro futuro?
Conocerlo el pasado es esencial para saber quiénes somos. No podemos abordar ningún problema sin esa información. En materia medioambiental, por ejemplo, todos los estudios y predicciones sobre el futuro del clima o la influencia de la actividad humana en el calentamiento global se basan en registros históricos o prehistóricos.
La única solución pasa por renunciar a cosas que nos gustan
¿Y qué lecciones deberíamos haber aprendido ya?
Que el clima y la geografía han determinado la historia de la humanidad. Las vías de comunicación, el comercio, las conquistas militares, la demografía, las relaciones entre grupos… El determinismo de esas dos variables es enorme sobre todas las sociedades.
Antropológicamente, ¿cómo se explica la intervención humana en el cambio climático?
Hace 10.000 años, la actividad agrícola y ganadera empezó a modificar la piel verde la Tierra. Eso y el aumento exponencial de la población dio lugar a la destrucción progresiva de los ecosistemas. Y el calentamiento de la atmósfera es producto, sobre todo, de la industrialización.
¿Estamos asistiendo a un auténtico cambio de conciencia?
Hace pocos años, el problema climático no era una variable de la ecuación y ahora es un factor geopolítico de primer orden. Es nuestro primer problema global. Pero aunque existe esa conciencia, también hay mucho de pensamiento mágico.
¿Qué quiere decir?
Mucha gente piensa que la solución la traerá la ciencia y que los científicos tenemos una varita mágica. Cuando se dice, por ejemplo, que si este planeta se hace inhabitable nos iremos a otro. ¡Como si eso fuera tan fácil! No se puede pensar que la ciencia resolverá nuestros problemas sin que tengamos que pagar un precio. La única solución es renunciar a cosas que queremos.
¿Y estamos preparados?
Ha llegado el momento de que la humanidad sea adulta y empiece a decidir qué cosas no puede hacer. Eso plantea muchos problemas. Primero, quién toma esas decisiones. Además, nuestra economía está basada en el consumo. Dejar de volar tienes enormes implicaciones en el turismo y si los dispositivos tecnológicos tienen que tener una vida más larga, ¿de qué vivirán los fabricantes de tecnología? Resolver esa ecuación es un problema en el que hay que concentrar todo nuestro talento. Eso no es pensamiento mágico.
La pérdida de los ecosistemas es un problema acuciante. ¿Cómo sería el planeta si el ser humano hubiese sido una especie fallida?
No hay que imaginarse nada. Sería como el Neolítico, cuando los humanos no tenían la capacidad de modificar la ecología del planeta. Hace 14.000 años, solo éramos una especie más. Aunque pintábamos bisontes en las cavernas, eso no nos hacía superiores. Convivíamos con otros depredadores y animales herbívoros. Ese es también el planeta que quedaría si desapareciéramos.
¿Qué aspecto tendría ese mundo?
En la Península Ibérica, habría una gran biodiversidad: osos, lobos, linces, cabras, ciervos… Los leones tardarían más tiempo en llegar, pero llegarían antes o después.
Algunos antropólogos hablan de futuros distópicos. ¿Usted qué cree?
El futuro será como nosotros queramos. Se habla mucho del futuro de la especie como si consistiera en que nos salgan cables de la cabeza o tengamos microchips en el cerebro. Yo cuando pienso en el futuro, me pregunto si mis hijos vivirán en una sociedad más justa y tolerante.
Dice que la tolerancia es uno de nuestros mayores retos como especie. ¿Por qué?
Somos más tolerantes que nunca porque formamos parte de sociedades más grandes y globales, pero los diferentes grupos humanos aún se excluyen entre ellos. El reto es que todos nos integremos en un único grupo, en una sola tribu: la humanidad.
Eso es más fácil decirlo que hacerlo…
Sí, porque el ser humano es muy gregario. El individuo que va en contra de la corriente tiene un problema. Tenemos que educar en la aceptación de la excepción, en respetar al raro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario