Un diente, nada más y nada menos, es el importante vestigio que dejó un dinosaurio que vivió en el entorno de lo que hoy es Oviedo hace aproximadamente 100 millones de años. Se trata del diente de Limanes, ya que fue hallado por un equipo de investigadores en una zona arcillosa de esa localidad del municipio, conocida precisamente por los buenos materiales para la cerámica que hay en su suelo.
El estudio se titula El primer resto directo de terópodo del Cenomaniense de la Península Ibérica: el diente de Limanes y lo firmaron José Ignacio Ruiz-Omeñaca, del Museo Jurásico de Asturias, Romain Vullo de la Université de Rennes, Enrique Bernárdez y Ángela D. Buscaloni, de la Universidad Autónoma de Madrid. Fue publicado hace más de diez años en el número 47 de Geogaceta.
El Cenomaniense es un periodo que se sitúa aproximadamente con una antigüedad de entre 94 y 100 millones de años contados desde la fecha actual, dentro de lo que se considera Cretácico Superior. Según señalan los científicos, en ese periodo, a diferencia de otros periodos del Cretácico, «los restos de dinosaurios son extremadamente escasos».
De hecho, en este contexto temporal se describe el diente de Limanes como «el que representa el primer terópodo del Cretácico asturiano y el primer resto esqueletal de terópodo en la mitad inferior del Cretácico Superior en la Península Ibérica», según afirman en el estudio.
Está fragmentado, por lo que no conserva la parte basal y para los investigadores «es imposible saber si se trataba de un diente funcional que conservaba la raíz o por el contrario era un diente mudado que carecía de ella». Mide poco menos de 13 milímetros de alto, tiene esmalte rugoso y atravesado por muchas grietas longitudinales, así como dentículos rectos perpendiculares al borde.
Lamentablemente, debido a su fragmentación no se pudo concretar más la especie y se asignó en general a la suborden de terópodos dentro de la orden de Saurios. Esa suborden, cuyo nombre proviene de las palabras griegas que significan bestia y pie, se caracteriza por tener huesos huecos y extremidades con tres dedos funcionales, al igual que las aves actuales, que se consideran descendientes de aquellos.
En principio eran depredadores carnívoros, con dientes afilados de bordes serrados que servían para cortar carne, aunque algunos evolucionaron hasta hacerse herbívoros, insectívoros u omnívoros. La mayoría de los dientes de terópodos son en forma de cuchillo, con bordes aserrados en los lados, como el de Limanes.
Los terópodos disponían de muy variadas texturas y coberturas de la piel, de forma que se sabe que existían algunos de ellos emplumados; otros, los grandes, habrían estado cubiertos por pequeñas escamas.
En cuanto a la forma de moverse, se piensa que todos los terópodos conocidos eran bípedos, con las extremidades superiores cortas y especializadas en diversas tareas aunque existe controversia en cuanto a su postura y marcha. Lo más probable, dicen algunos investigadores, es que hubiera una amplia diversidad en cuanto a estos aspectos.
El diente fue encontrado por miembros del equipo en la década de 1980 en un afloramiento de arcillas de Limanes, ubicado en una banda mesoterciaria entre Oviedo y Cangas de Onís que tiene una longitud de 80 kilómetros. En la misma localidad que el diente de dinosaurio descrito en este trabajo se recogieron dos dientes de seláceos y un diente bulboso (tribodonto) de cocodrilo, similar a los encontrados en el Cenomaniense medio. La pieza se estudió en la unidad de Paleontología de la Universidad Autónoma de Madrid para luego ser depositado en la Facultad de Geología de la Universidad de Oviedo.
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