martes, 7 de abril de 2020

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Coronavirus en Asturias | Cáritas alerta de la crisis social que sufrirán las familias más vulnerables

El albergue Cano Mata durante el traslado de personas sin hogar a Gijón el pasado 20 de marzo. / ALEX PIÑA
El albergue Cano Mata durante el traslado de personas sin hogar a Gijón el pasado 20 de marzo. / ALEX PIÑA

La institución refuerza la plantilla del albergue Cano Mata, donde 46 personas sin hogar residen desde que se decretó el confinamiento

CECILIA PÉREZOVIEDO.
Cáritas Asturias lanza una advertencia: a la presente crisis sanitaria le seguirá una crisis social, y sobre todo la sufrirán las familias más vulnerables. La institución sabe bien de lo que habla, solo el año pasado en Oviedo atendió a 2.496 personas en riesgo de exclusión social. Un dato que se puede disparar este 2020. «Esta crisis sanitaria ya es social. Hay familias enteras que vivían de la economía sumergida o que tienen a todos sus miembros en desempleo», apuntó Mari Luz Baeza, secretaria general de Cáritas Asturias.
Ante esta situación, Cáritas ha puesto en marcha una campaña de emergencia para ayudar a las personas más vulnerables. Bajo el lema 'Cáritas ante el coronavirus. Cada gesto cuenta', apela a la solidaridad de la sociedad para colaborar económicamente con este proyecto. «El evidente origen sanitario de la crisis no debe cegarnos ante unas consecuencias sociales que sufrirán con mayor rigor las familias en situación de exclusión y las que han estado al borde de la misma estos últimos años de recuperación», insistió.

Cáritas ha tenido que reorganizar su trabajo para poder cumplir con las restricciones del estado de alarma. Entre las medidas, ha establecido unos servicios mínimos que afectan entre otros al albergue Cano Mata, el Centro de Encuentro y Acogida para personas toxicómanas, y la Red de Hogares.
Pero el caso del albergue Cano Mata es peculiar. En él se encuentran alojadas cuarenta y seis personas sin hogar que ya estaban en sus dependencias cuando se decretó el estado de alarma. «El albergue está abierto, con todas las plazas llenas. No se dio ningún alta y solo salió quien no podía o no quería estar ahí. Los que se han quedado llevan una vida normal que comparten con los trabajadores que se encuentran en el albergue», explicó Mari Luz Baeza.
Tratar con este tipo de usuarios, algunos con problemas de alcoholismo o psicológicos, no es fácil. «Hemos tenido que aumentar la plantilla porque el nivel de exigencia en estas circunstancias es altísimo. Es un espacio pequeño donde se necesitan profesionales que puedan manejar y controlar la situación».

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