El 15% de los establecimientos hosteleros de Oviedo reabren y los clientes «abarrotan» sus terrazas
Mesas desinfectadas cada treinta minutos y la sidra escanciada a máquina marcan el regreso a la actividad, marcada por la «incertidumbre»
El bullicio ha regresado a Vetusta. Tímidas, las calles de la ciudad volvieron ayer a recuperar un poco de esa 'vida' y del trasiego cotidiano que habían perdido tras la expansión del nuevo coronavirus y el confinamiento de la población. Las terrazas de los pocos negocios de hostelería que se atrevieron a levantar la persiana lucieron repletas desde primera hora en una jornada que comenzó «con mucha incertidumbre», tal como aseguró el propietario de Casa Conrado y el Llagar de Colloto, Iván Suárez, pero con «unas ganas enormes de volver a la carga», y que fue acalorándose al tiempo que la previsión de lluvia cedió en favor de una mañana soleada. «Ya era hora, así la sidra sí sabe a gloria», aseguró, desde una de las mesas del llagar, Manuel González junto a su familia.
«Llevábamos desde ayer (por el domingo) pendientes del tiempo», admitió Suárez, «pero los clientes han acogido la reapertura con muchas ganas, y vamos funcionando poco a poco», aseguró. Eso en Colloto, donde el propietario levantó el ERTE a casi una decena de empleados para atender el medio centenar de mesas activas. «Normalmente», relató Suárez, «somos unos cuarenta trabajando, pero de esta forma vamos adaptando los gastos a los ingresos y la plantilla puede ir recuperando su sueldo normal». «Nos faltan las comuniones», advirtió, «pero tenemos que probar e ir saliendo adelante, vamos día a día», sentenció. La escena se repitió en Casa Conrado desde las doce del mediodía.
A falta de cifras oficiales, fuentes del sector aseguraron que la de ayer fue una mañana en la que solo reabrieron el 15% de los negocios de la ciudad. Un lunes de vuelta al tajo en el que las mesas cambiaron ceniceros, servilleteros y cartas por desinfecciones continuas (cada treinta minutos, la media de cada consumición), escanciadores de sidra automáticos y estrictas medidas de distanciamiento entre clientes. Eso sí, también advirtieron que en las zonas rurales el número de locales abiertos fue mucho mayor en comparación a los de la capital.
Ayer también se estrenó la nueva norma de terrazas, que permite a los negocios con licencia duplicar su superficie para lograr el cien por cien del aforo siempre que respeten dos metros hasta la fachada; tres y medio hasta los portales o garajes; y que cuenten con autorización por escrito de los colindantes si invaden sus frentes de fachada. «Hemos empezado con unas diez mesas de las veinte que solemos colocar», adelantó el dueño del Cadillac, de la calle Tito Bustillo (en Ciudad Naranco), Javier Rodríguez Velasco, «pero esperamos ampliar si nos lo permiten, ya que ocupamos espacio de una comunidad y no suelo público», apostilló. «Los clientes se han animado, pero todo esto es nuevo», concluyó el hostelero.
Aun así, lo cierto es que el primer café en una de las terrazas de El Antiguo después de dos meses de encierro tiene un sabor difícil de igualar. Lo explicó, desde una de las tres mesas exteriores del Dos de Azúcar, la jubilada Doris Alonso. «Llevo desde las diez de la mañana haciendo colas para comprar géneros y otros recados, y hasta he tenido que hacer cola para sentarme aquí, pero esta sensación es impagable, este café es terapéutico», enfatizó.
Mientras tanto, las dueñas del local, Dulce Gutiérrez y Natalia Rodríguez, contemplaban desde dentro, ataviadas con mascarilla, guantes y pantalla protectora, la afluencia de gente en el exterior. «Somos unas valientes o unas inconscientes, eso no lo sé aún», bromeó Rodríguez, quien también explicó que con tres mesas ocupadas «no se cubren gastos». Además, recalcó, «no hay un gran flujo de personas, ya que lo que están haciendo los clientes es sentarse y quedarse un buen rato con su café».
De los locales abiertos en el casco histórico, el café Riego, en el número 2 de la histórica plaza, lució «abarrotado». Atenderlo fue cosa de la encargada, Yonela Zarnea, que serpenteaba entre las mesas con cuidado de «no acercarme demasiado». «Estamos hasta arriba, no para de llegar gente», celebró. Eso sí, también expuso que «los clientes deben ser más cuidadosos», ya que «no pueden sentarse hasta que la mesa no está desinfectada, y algunos no esperan lo suficiente», expuso frente a sus diez mesas, seis menos que en circunstancias normales.
También la terraza de La Carta, en la calle Cimadevilla. Allí, la asturiana Raquel Rodríguez y el asturbritánico Dani Carget se tomaban el primer café del desconfinamiento. «Todo es extraño, qué hacer, cómo hacerlo y cuándo hacerlo, es definitivamente muy rara la sensación de volver a estar sentada en una terraza», manifestó Rodríguez. Aun así, añadió Carget, «no recordaba que un café pudiese saber tan bien».
Más movimiento en barrios
En los barrios el trajín fue más denso que en el centro. De constatarlo se encargó el dueño del local Fuentes en Asturias (la cafetería mexicana de Bermúdez de Castro), Fernando Díaz. «Hoy no he parado», clamó frente a sus ocho mesas, todas llenas de clientes. «Le gente está ávida de normalidad, espero que podamos salir de esta», confió Díaz, mientras servía una tanda de cafés con leche en la mesa de Isabel Vela, Amor Cosío e Isabel Fraga.
«Tengo mucho miedo, pero respetando las medidas que hay que respetar, prefiero estar aquí que en casa: llevo haciéndolo toda la vida», señaló Vela mientras se bajaba la mascarilla para dar un sorbo. A pocos metros de allí, también en Teatinos, los bares Vértice y El Biescas lucieron con la misma estampa.
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