Hace poco más de siete semanas, Asturias se convirtió en un esqueleto de multitudes. La precisión de la metáfora, acuñada por Mario Benedetti, queda patente con solo salir a la calle y contemplar el aspecto 'batmaniano' que, durante la mayor parte del día, lucen calles y avenidas. Esta sensación se ve más acrecentada cuando la vista se realiza desde el aire y se dirige hacia las autopistas y carreteras de la región, anteriores nexos de una vida que ha quedado temporalmente congelada. «Nunca en la vida habíamos visto carreteras tan vacías. Impresiona mucho ver Asturias así», coinciden el teniente Javier González y el sargento Adrián Villasante, miembros del grupo de helicópteros de la Guardia Civil y quienes cada semana contemplan esta espectacular imagen desde el aparato.
El trabajo de este grupo, formado por cinco pilotos y dos mecánicos, que abarcan la mayor parte del territorio norte, pasa en este momento por garantizar que el vacío de ciudadanos continúe hasta que la normalidad deje de suponer un peligro para las personas. En una situación en la que no hay montañeros o excursionistas a los que rescatar y con la tasa de atracos en los que se pueda requerir su intervención bajo mínimos, su trabajo se centra, sobre todo, en apoyar a las unidades terrestres y velar por que se cumpla con las restricciones del estado de alarma decretado por el Gobierno. «Desde el aire se nota mucho más la diferencia. Intentamos vivirlo con tranquilidad, pero la verdad es que hasta para nosotros resulta muy sorprendente volar y ver las autopistas sin tráfico», reconoce Villasante.
Sobre ese plano, los agentes diseñan recorridos alternativos que les permitan ser prácticamente imprevisibles. «Se trata de ir alternando los vuelos y ajustándolos a los requerimientos para así abarcar la mayor cantidad de espacio posible», cuentan los miembros de un grupo acostumbrado a vivir en el alambre. Su trabajo, que muchas veces se desarrolla en un segundo plano, resulta esencial para la región. «Asturias es una privilegiada en cuanto al tema aeronáutico. Por distancias y por equipo disponible», afirma Villasante.
Detención en Picos
Prueba de esa labor de apoyo que desempeña el helicóptero de la Benemérita fue la detección de un hombre en Picos de Europa, quien se estaba saltando el confinamiento para fotografiar animales en el parque nacional. «Lo vimos en un vuelo de control y dimos aviso a nuestros compañeros de tierra», explican sobre un recorrido por Picos que realizan una vez a la semana. «Entre esta base, la de León y la de La Coruña cubrimos todo el noroeste español», cuenta González mientras señala la zona en un mapa desplegado sobre la mesa de uno de los despachos con los que cuentan los agentes en La Morgal. Allí, en el aeródromo llanerense, el grupo dispone de un hangar y un práctico taller en el que reparar o modificar su aparato.
En pocas semanas, el helicóptero volverá a ofrecer vistas de la vida que se volverá a abrir paso en la región. Caravanas de coches volverán a colonizar las carreteras, y volverá a parecer que pequeñas hormigas llenan las ciudades. Atrás quedará el recuerdo de la Asturias que espera, paciente, el paso del virus.
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