REDACCION
Héctor Colunga es director de la Fundación Mar de Niebla y presidente de la Red Europea de la Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social de Asturias. Forma parte del comité de expertos que asesora al Gobierno del Principado en el proceso de desescalada, en el que aporta una visión centrada en lo social, en las personas, desde su experiencia en el asociacionismo y la intervención comunitaria. «Es una oportunidad para poder incidir y poner sobre la mesa cuestiones por las que habitualmente, en todos estos procesos, se pasa muy de puntillas. Estoy insistiendo en que haya más cosas sociales; es el papel que toca jugar y es una oportunidad porque a veces se escapan muchas realidades», considera Colunga.
-Antes del coronavirus, el contexto social de Asturias ya era complejo y muy delicado…
-Todo esto que ha pasado lo ha puesto aún más en evidencia y la bolsa de personas que están en vulnerabilidad está creciendo de manera exponencial. Se necesita de mucha colaboración, mucha revisión de políticas y de incidir mucho a nivel estatal en la necesidad de una renta o un ingreso o como quieran llamarlo y que desde la región todo eso se pueda complementar. Algo que ya estaba claro también es que en Asturias tenemos un salario social que por sí mismo no saca del contexto de pobreza a las personas y eso es un punto de partida importante. El salario social minimiza que las personas estén en una situación de pobreza severa, pero no es suficiente. Por ello es importante pensar en medidas que realmente apunten a no estar como hemos estado en todo este escenario de crisis, que ha sido repartiendo alimentos y que no es normal.
Esta situación pone de manifiesto que teníamos y tenemos una fragilidad social tremenda y un estado de bienestar muy débil
-¿Qué nuevas realidades han aparecido durante esta crisis sanitaria?
-Hay un indicador que estaba recogido en el AROPE (informe anual sobre el estado de la pobreza en España) que se llama la baja intensidad de trabajo por hogar: en Asturias había un 13% de personas en esa situación. Es decir, si en una familia hay dos personas que podrían estar en disposición de trabajar, entre las dos, en el último año no han podido trabajar ni el 20% del tiempo que podrían haberlo hecho. Normalmente las personas que están en esa situación es porque tienen empleos muy precarios de muy pocas horas o porque trabajan a momentos, porque no tienen estabilidad. Estas personas que viven en estos contextos temporales son las primeras en caer en una situación como la actual y así se ha visto en los incrementos de desempleo que ha habido. Además, es un contexto que genera muchísima dificultad a la hora de poder hacer una intervención social, porque en muchas ocasiones son personas que no estaban en la órbita de los servicios sociales o de los proyectos de intervención social. Son personas que desconocen los derechos y las oportunidades que tienen y esperan al límite para pedir ayuda.
-A ellas se suman las familias que trabajaban en la economía no formal y otras muchas situaciones insostenibles…
-Familias, además, que no estaba en contextos de acompañamiento social pero que su situación era muy delicada por trabajar en la economía no formal, sin ayudas sociales, buscándose la vida y que iban tirando como buenamente podían o con contratos no reconocidos. Estas personas, en el momento en el que se activa el estado de alarma quedan totalmente desprotegidas. Ejemplos hay como cada caso. Esta situación pone de manifiesto que teníamos y tenemos una fragilidad social tremenda y un estado de bienestar muy débil. Esa es la gran lectura de todo esto. Hay muchas colectividades. Pese a que en los temas de vulnerabilidad social muchas veces se tiende a decir ‘conozco a alguien que’, pero no se trata de anécdotas. Son muchas realidades de autónomos o de familias que tenían concedidas ayudas sociales pendientes de revisión porque su situación económica había cambiado y ahora se han quedado sin ese trabajo y tienen que tirar con 260 euros al mes. Son muchas las generalidades que ponen de manifiesto que teníamos una fragilidad mayor de lo que nos imaginábamos. Y el sistema no estaba preparado para abordar todo esto con la urgencia necesaria.
Vende más construir un hospital que tener trabajo de promoción de salud comunitaria y pública, y esto pasa también en el ámbito social
-¿Por qué?
-Porque tenemos unos modelos sistemáticos muy asistenciales desde todas las lógicas, educativa, sanitaria y social. Hay dos maneras de gestionar los sistemas: de manera asistencial o de manera proactiva, preventiva y de promoción. Y esta última siempre ha sido la cenicienta dentro de los presupuestos, en la distribución de personal y en la promoción de programas y proyectos. ¿Y eso qué genera? Que no tienes mecanismos de promoción proactivos que ayuden realmente a revolver las cosas. Eso se ha visto muy claro en salud pública, que es donde recae la batuta de todo lo que está ocurriendo a nivel sanitario, pero que era la que menos presupuesto tenía y la que más recortes había sufrido. Asturias ha salvado un poco la situación, por eso también nuestra capacidad de respuesta está siendo un poco mejor, pero el ejemplo claro es ese. Vende más construir un hospital que tener trabajo de promoción de salud comunitaria y pública, y esto pasa también en el ámbito social con sistemas que se vuelcan en la protección y en parte asistencial, pero que no cuidan ni trabajan la parte de promoción social y desarrollo comunitario.
-¿Qué otras dificultades ha provocado ese sistema centrado en lo asistencial?
-Ha dificultado mucho todo el caos que hubo cuando empezó el estado de alarma, vinculado con identificar necesidades. Como no te puedes mover porque estás en un estado de alarma, la gente no se puede movilizar y tampoco sabemos cómo tiene que funcionar el voluntariado de las entidades. En las entidades sí sabíamos lo que teníamos que hacer, pero quien no lo sabía era el mando único. Autorizar algo que desconoces, claro, es difícil y eso pone de manifiesto que existe un desconocimiento importante sobre todo lo que tiene que ver con la participación, con la promoción social, con el desarrollo comunitario y con la salud pública. Hay mucho en lo que trabajar para estar preparados cuando venga otra oleada de estas cosas, porque van a ir viniendo seguro; siempre hay algo que nunca pasa pero de repente cuando pasa tiende a repetirse. Lo que tenemos que aprender de esto es que tenemos que prepararnos para situaciones que pueden ir viniendo, sobrevenidas.
-¿Cuáles son las prioridades desde el punto de vista social?
-Hay que pensar un plan que pase por poner en relación medidas de inserción laboral con medidas de acompañamiento social y de conciliación familiar. Antes del coronavirus la escuela era un igualador de oportunidades pero ahora que los centros escolares están cerrados, ¿con quién van a dejar las familias que vuelvan a trabajar a sus hijos? Habrá quien tenga recursos o una red familiar, pero aquellas familias que no tengan ni lo uno ni lo otro están condenadas a escoger si crían a sus hijos o van a trabajar. Las medidas que se tomen pueden polarizar mucho más esta sociedad. O permitir que las personas tengan una línea de salida más igualitaria.
El retraso en la concesión del salario social sigue siendo enorme. Antes del confinamiento, quienes lo necesitaban seguro que iban tirando como buenamente podían pero, ahora, ¿cómo sobreviven?
-E imagino que habrá que mejorar el sistema para que las ayudas lleguen con agilidad a las personas, porque las ayudas se suelen necesitar con urgencia. Y, como prueba de que no era así, están los retrasos en la concesión del salario social…
-Según el último informe del salario social de abril, la lista de espera de solicitudes era de más de 700 y la últimas aprobaciones son del 15 de diciembre de 2019. Más todas las revisiones pendientes que hay. Es cierto que hay algunas ayudas de urgencia social que se hicieron y se revisaron en enero de 2020, puede que alguna incluso en febrero, pero aún así estamos hablando de que hay un retraso enorme. Y aunque haya mejorado porque antes los retrasos eran de más de un año, estamos hablando de situaciones que, cuando no estábamos en el estado de alarma, seguro que iban tirando como buenamente podían, cholleando o con redes de apoyo o lo que sea. Pero en cuanto llega el confinamiento, ¿cómo sobrevive esa persona? En Gijón, por ejemplo, empezamos a hacer un trabajo colaborativo entre entidades, Servicios Sociales y Cruz Roja Gijón para poder dar una respuesta urgente y ya son más de 3.000 las personas a las que se ha tenido que dar un apoyo de acceso a alimentación.
-Una de las quejas generales de quienes necesitan acceder a ayudas en esta situación tan excepcional es la excesiva burocracia y la letra pequeña de los procedimientos de solicitud.
-En el caso de Gijón sí que hay un traje administrativo que constriñe y dificulta muchísimo las cosas porque para autorizar un pago ese papel tiene que pasar por muchos sitios. Pero, en general, también hay que darle otra orientación a todo. Las entidades sociales llevamos mucho tiempo denunciando que hay una cierta presunción de culpabilidad hacia quien necesita ayuda. Esto es palpable. Los procedimientos que se establecen a la hora de gestionar el acceso a las ayudas a personas que tienen situaciones de dificultad suelen ser muy tediosos y muy complejos, y eso tiene un punto de presunción de culpabilidad, de que me va a engañar quien me está pidiendo esta ayuda. Y si no vencemos ese cliché social va a ser muy difícil agilizar los procedimientos.
En Asturias, a nivel social, estábamos teniendo que volcar muchos esfuerzos en la UCI y estábamos haciendo muy poco trabajo en planta
-¿Cuáles deberían ser ahora las prioridades en las políticas sociales?
-Hay que pensar un plan que pase por poner en relación medidas de inserción laboral con medidas de acompañamiento social y de conciliación familiar. Antes del coronavirus la escuela era un igualador de oportunidades pero ahora que los centros escolares están cerrados, ¿con quién van a dejar las familias que vuelvan a trabajar a sus hijos? Habrá quien tenga recursos o una red familiar, pero aquellas familias que no tengan ni lo uno ni lo otro están condenadas a escoger si crían a sus hijos o van a trabajar. Las medidas que se tomen pueden polarizar mucho más esta sociedad. O permitir que las personas tengan una línea de salida más igualitaria. También hay varios alcances y hay que poner en marcha medidas en todos los aspecto para mañana, para pasado mañana y para el futuro más lejano, pero hay que ir trabajando en todas ellas. Eso es lo que intentamos trasladar. Es cierto que la opinión pública y el propio Gobierno lo que quiere saber es qué hacemos mañana, pero hay cosas que se necesitan pasado mañana en las que hay que empezar a trabajar también mañana. De esta situación de crisis hay que intentar no salir como se salió en 2008, cuando se dejó a mucha gente atrás.
-Y que seguían hasta ahora sufriendo las consecuencias…
-El contexto socioeconómico asturiano es muy particular y muy difícil respecto al resto de gran parte del Estado. En Asturias hay muchas personas que dependían de pensionistas, partes de un 25% de personas mayores de 65 años y de una tasa de pobreza y exclusión de un 20%. Además la capacidad productiva de creación de empleo por cuenta ajena es muy limitada y el tejido empresarial está muy atomizado en microempresas y en autónomos, que son los que más dificultades están pasando en esta situación. Es un contexto muy complejo, y así como a nivel sanitario se ha salvado la situación mucho mejor respecto a otros sitios, a nivel social y económico lo gordo está viniendo ahora. En Asturias, a nivel social, estábamos teniendo que volcar muchos esfuerzos en la UCI y estábamos haciendo muy poco trabajo en planta. Había tal necesidad de urgencia para cubrir situaciones tan básicas que no nos estaba permitiendo desarrollar programas y proyectos de más largo recorrido que son los que garantizan que las personas puedan tener procesos de inclusión más potentes.
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