En el Campo San Francisco hay 51 especies diferentes de árboles. Los más abundantes, según el servicio municipal de Jardines, son los castaños de indias, tilos, plátanos de sombra y arces. Ninguno de ellos es tan viejo como el parque, cuyo origen está ligado al monasterio medieval de San Francisco, desaparecido en el año 1902.
Según la historia oficial, se trataba de un conjunto de huertas del Cabildo catedralicio, varios conventos y alguna particular. Hace poco menos de cinco siglos, en 1534, los representantes de la ciudad y la Iglesia deciden convertirlo en espacio de uso público de nueve hectáreas, y así se ha mantenido hasta nuestros días.
¿Qué vio desde su nacimiento el árbol más longevo del Campo? Según Jardines, hay varios robles (o carbayos) cuya edad estimada está por encima de 300 años y uno de ellos podría haber nacido hace casi 400, a mediados del siglo XVII. Por lo tanto, ese ejemplar que aún se mantiene en pie existía mientras en España estaba naciendo Carlos II.
Ubicado humildemente en una esquina del pabellón del Pavo Real, no es un árbol que, a simple vista sea tan impresionante: los robles crecen despacio y su tronco apenas tiene un metro de diámetro. Es poco frondoso, nudoso y oscuro. Puede pasar algo inadvertido, pero sí transmite una cierta sensación de la lentitud del paso del tiempo en su larga vida.
Los robles más antiguos del Campo ya eran adultos cuando ocurrió la guerra de Sucesión y eran viejos cuando los franceses invadieron Oviedo, así como durante la Guerra de Independencia. Cuando estalló la guerra de Cuba y España perdía sus últimas colonias, esos carbayos ya tenían dos siglos. Sobrevivieron a la revolución del 34, a la Guerra Civil y al urbanismo depredador del siglo XX.
Pero no son los más altos. La cima del Campo, dicen en Jardines, es un plátano de sombra que supera los 40 metros de altura, el equivalente a un edificio de 13 plantas, que se encuentra en un talud junto a la calle Marqués de Santa Cruz.
De bosque a parque
Los alcaldes Ramón Secades y Longoria Carvajal cambian definitivamente en el siglo XIX la fisonomía de lo que era una simple mancha boscosa, convirtiéndola en un
parque al estilo inglés, ajardinando una buena parte de su superficie y con fuentes ornamentales, La Fuentona y la Fuente de las Ranas, ligadas a las grandes obras hidráulicas de la ciudad, que aún hoy pueden contemplarse limitando el Paseo del Bombé en sus extremos.
Cada año, señalan desde el ayuntamiento, y pese a los cuidados permanentes de siete jardineros, se secan cinco o seis ejemplares y se plantan otros tantos. La causa de enfermedad más frecuente son los ataques de hongos parásitos que se deben sobre todo a la debilidad de algunos ejemplares causada, como en todos los seres vivos, por una dolencia incurable: la edad.
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