OVIEDO
«De un día para otro no se puede cambiar el modelo productivo, el paisaje ni nada, pero si lo están haciendo en ciudades de Francia o de Inglaterra, ¿por qué no podemos hacerlo en Oviedo que lo tiene todo para tener ese modelo?», se pregunta Toño Huerta, de la Federación de Asociaciones Vecinales de Trubia, a propósito de la propuesta con la que el comisionado para el reto demográfico de Asturias, Jaime Izquierdo, plantea ensayar en Oviedo la primera ciudad agropolitana de la región. Es decir, una ciudad que recupere la relación con su campo periurbano, el que tiene a cinco minutos y que ahora está desaprovechado pese a que tiene el mismo, o más, potencial agroecológico que las periferias de otras urbes que ya han empezado este camino con iniciativas diversas que siempre tienen en común precisamente que crean comunidad y revitalizan los territorios.
Iniciativas que también aportan la ventaja de contribuir a la seguridad alimentaria que ha puesto en entredicho la pandemia de coronavirus y que hacen que los territorios sean menos vulnerables, en plena crisis climática, al riesgo de incendios como los que sufría la ciudad de Funchal en 2016 por descuidar su ordenación del territorio, especialmente en las zonas periurbanas, como recordaba ayer una diputada de Madeira, Silvia Sousa, a propósito de la propuesta de Izquierdo para Oviedo.
Esta propuesta, para abrir camino en la recuperación de la producción y el manejo agroecológicos en la periferia rural del concejo, plantea poner en marcha primero un proyecto piloto en el monte Naranco. «Supone una grandísima oportunidad y también una enorme responsabilidad que los vecinos no podemos dejar pasar», asegura Carlos Martín, presidente de la asociación vecinal Naranco Norte desde diciembre del año pasado. Martín ive desde hace 20 años en la cara más olvidada del Naranco, en Nora, en la parroquia de Villaperi, y, además de profesor de dibujo en un instituto, tiene un pequeño negocio de turismo rural.
«La propuesta de Izquierdo da argumento y razón a un buen número de iniciativas privadas o colectivas, pero en todo caso desperdigadas, que son difíciles de mantener si no se sostienen bajo un gran objetivo final y común a largo o muy largo plazo», dice, considerando que «es un espaldarazo teórico muy emocionante para muchas personas y proyectos».
«Hace falta que la ciudad vaya al pueblo»
«Hacer ese proyecto piloto en la parte baja del Naranco y después extenderlo a donde se pudiera sería una idea buenísima. En muchas ciudades de Europa es muy normal y aquí haría falta que las asociaciones se impliquen», considera la presidenta de la Federación de Asociaciones Vecinales de Oviedo (FAVO), Eva Sánchez, que también es presidenta de la asociación vecinal de Limanes. Sánchez, que vive en la Ería de Villamiana, cree que, con esta propuesta, se podrían incluso generar oportunidades de trabajo como en otras ciudades. «Hace falta que la ciudad vaya al pueblo», remarca, explicando que, en cuanto la evolución de la pandemia de coronavirus lo permita, lo suyo sería organizar un encuentro en el que Izquierdo explicase con detalle esta propuesta a las asociaciones vecinales.
Carlos Martín asume que, de iniciarse este proceso de revitalización de la periferia rural de Oviedo, habrá infinidad de obstáculos -«lo raro sería que no los hubiera»- y, entre ellos, cree que el más peligroso sería «perder u olvidar el sentido final de lo que se hace», pero también ve igual número de ventajas. «La más importante y fundamental, desde mi punto de vista, es que se recuperaría un espíritu de trabajo en común, de proyecto de comunidad que ahora mismo no existe». Por ello, considera que la labor a realizar ahora pasa por «divulgar, convencer -no imponer-, entusiasmar, hacer partícipes, dar sentido… la labor de las asociaciones vecinales puede ser importante porque esto, para que no nazca muerto, debe arraigar, nacer y crecer de abajo a arriba».
Martín, que para opinar sobre esta propuesta tiene que desplazarse a otra estancia de su casa para tener cobertura en el móvil, no pasa por alto los obstáculos de los que parte el medio rural, aunque esté a tan sólo cinco minutos de una ciudad como Oviedo. «Hay una dinámica de reivindicación de actuaciones concretas como el arreglo de caminos, la mejora de las infraestructuras o el acceso a internet -recuerda-, que son justas por el sencillo hecho de que nosotros, los que vivimos en el rural, también pagamos impuestos. Sin embargo, estas reivindicaciones son un fin en sí mismas o, como mucho, estarían encuadradas en el objetivo de urbanizar las aldeas y así se ve también desde las administraciones».
En este sentido, considera que ese conjunto de necesidades se abordan «desde una perspectiva industrial que está agotada, aunque su pervivencia en la administración provoca que cualquier inversión en la zona rural carezca de fundamento a medio y largo plazo, y sean muy escasas en el corto plazo: sencillamente, no interesan, no son rentables». De ahí su entusiasmo con esta propuesta que, considera, ayudaría a cambiar radicalmente el actual panorama «desalentador» de la zona rural de Oviedo como está ocurriendo en otros lugares. «Tarde o temprano, y mejor más temprano, todos se tendrán que dar cuenta de que proyectos de este tipo forman parte de un movimiento general, mundial y cada vez con más fuerza y más arraigado, cuyo objetivo es sencillo y a la vez demoledor: poder seguir viviendo en este planeta».
«Estás a cinco kilómetros de Oviedo y no puede haber tanta diferencia»
La pandemia de un virus tan contagioso como el SARS-CoV-2, aunque los objetivos de desarrollo sostenible sigan siendo desconocidos, ignorados y/o postergados, sí ha sido un baño de realidad que de momento no tiene solución. Incluso ha motivado que habitantes de las ciudades se planteen irse a vivir al campo. Otros, en todo caso, ya venían pensándolo de largo.
Marián Naredo vive en Oviedo, pero lleva cinco años rehabilitando una casa antigua en Villaperi para convertirla en su primera residencia. «Soy de padres de pueblo que en los años 50 se fueron a la ciudad. Mi marido también y tenemos en común esa ilusión por retornar. Si antes estaba convencida de ello, ahora más, pero, desde el entorno urbano, empecé a ver esas carencias del medio rural. La falda sur y la falda norte del Naranco son como el yin y el yang. Una tiene de todo y la otra está abandonada, a oscuras, deteriorada…», dice, siendo consciente de que la brecha entre una y otra zona se va a incrementar más si, en vez de parches, no se pone un remedio sostenible.
Como Martín, considera acertada la propuesta de que la zona rural de Oviedo recupere la función agroecológica que tuvo. «Hay que sentar las bases para arraigar esa función antes de que desaparezca. La gente está deseando tener sitios donde vivir; las oportunidades que te da la ciudad ya no son las mismas y deberíamos poder vivir en lo rural sin que tenga que ser en peores condiciones. Estás a cinco kilómetros de Oviedo y no puede haber tanta diferencia», indica.
En el entorno de la vivienda que está rehabilitando, dice que cada vez hay más casas cerradas. «La gente mayor no tiene medios de transporte ni opciones a que les cuiden aquí. Son todo inconvenientes y se acaban yendo. Y los jóvenes no se quedan porque no hay nadie que les esté incentivando y cada vez menos gente se dedica al campo. Por eso hay que darle aire a esa propuesta, es fundamental que cunda la idea, que se desarrolle y que la gente proponga. Podemos poner nuestro granito de arena», anima, dejando claro que impulsar iniciativas desde lo rural no tiene por qué implicar volver a lo de atrás, a cuando sus padres dejaron el campo para irse a la ciudad. «Hay proyectos en España y en otros países de los que podemos aprender e incorporar aquí para poner esto a producir», indica Naredo.
Cuando la zona periurbana era la despensa de Oviedo
Toño Huerta, geógrafo que también preside la Asociación por el Patrimonio Histórico Industrial de Trubia, recuerda que Oviedo tuvo ese modelo productivo que Izquierdo plantea recuperar adaptado a este siglo. «Creció en torno a él. La periferia rural era la despensa de Oviedo. Sólo habría que recuperarlo y hay gente dispuesta. Basta dar una vuelta por la zona rural para ver que hay gente trabajando sus tierras», dice, mencionando también el éxito de iniciativas como los huertos urbanos que demuestran que al menos existe un interés que lleva a pensar «por qué no dar un paso más y hacer algo más ambicioso, paso a paso».
Eso sí, recuerda que, durante el confinamiento por la pandemia de coronavirus, mientras en las ciudades se imaginaban viviendo mucho mejor en el campo, la Federación de Asociaciones Vecinales de Trubia hizo llegar al Ayuntamiento de Oviedo un plan con propuestas de reconstrucción y reactivación económica y social para la parroquia que vale para toda periferia rural del concejo. En ese documento, del que aún no han obtenido respuesta por parte del ayuntamiento, se proponía por ejemplo apoyar el pequeño comercio y hostelería, que es una de las singularidades de esa periferia rural, y potenciar los productos locales para «volver a ese modelo tradicional de cuando la zona periurbana era la huerta que suministraba a Oviedo».
Por supuesto, también se insistía en las reivindicaciones recurrentes, por seguir sin resolver, de cualquier zona rural como el problema que sigue suponiendo el acceso a internet -pese a que existen fondos europeos expresamente para ayudar a las administraciones españolas en el despliegue de la banda ancha- , además de proponer que se pusiera en marcha un plan de choque de infraestructuras «para mejorar la calidad de vida» en los pueblos e impulsar actividades culturales en ellos.
«Desde cualquier punto de la zona rural de Oviedo se tarda lo mismo en llegar a la calle Uría y se necesita que la gente de Oviedo venga a conocer los pueblos. Dar a conocer esa realidad rural de Oviedo es un escaparate para quienes se planteen vivir aquí y volver a esa relación entre la ciudad y el campo que siempre había habido. De tú a tú, sin que se mire por encima del hombro», considera Huerta.
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