El germen del Oviedo, nacido hace más de 1.200 años a partir de los palacios de los reyes asturianos y el monasterio de San Vicente, estuvo rodeado no por una, sino por dos murallas. La primera fue minúsculo trazado de unos 750 metros de longitud con forma de óvalo irregular. Era un reino naciente, bajo permanente amenaza, pero que resistió con notable éxito y pudo sobrevivir.
Dentro de esa muralla quedaba lo que hoy es la Catedral, el complejo episcopal, San Tirso y San Vicente, conocido después como Las Pelayas. A pesar de la escasa superficie que ocupaba, unas cuatro hectáreas (como cuatro campos de fútbol más o menos), fue un inicio vigoroso.
El colectivo divulgativo Mirabilia Ovetensia realizó una recreación virtual de esa primera muralla que rodeaba la llamada Civitas Episcopal y que, según los investigadores, habría tenido cuatro puertas: Frente a San Tirso, la Puerta Rutilante; en el mismo lado noroeste, la Puerta de Santa María; en el nordeste la Puerta de la Noceda; al este, la Puerta de Sansón.
La Puerta Rutilante era el acceso a San Salvador y «podría aludir a algún tipo de pintura o revestimiento metálico». La de Santa María estaba frente a una pequeña plaza de donde se llegaba al palacio real y el alcázar. «Descendiendo hacia la calzada mayor, que discurría por el lado norte» de la ciudad se llegaría en el borde nordeste a la de la Noceda, cercana al monasterio de San Vicente. Por último, la de Sansón habría dado acceso a la Corrada del Obispo.
Desgraciadamente, según Mirabilia Ovetensia, «los restos arqueológicos referenciados acerca de la muralla de Alfonso II son, además de hipotéticos, muy escasos, adoleciendo además, para una identificación fiable, de una conveniente campaña de excavaciones arqueológicas». Probablemente se puedan ver aún dos tramos: un fragmento de más de tres metros de longitud y uno de anchura en la orilla este de la calle de San Juan, ante la puerta de la capilla de La Balesquida; y otro «posible» fragmento en la calle de San José, frente a la casa sacerdotal, «en la medianera entre dos conocidos establecimientos de ocio nocturno y una casa de viviendas». En la documentación de la Edad Moderna aparece documentada como Puerta Vieja de la Viña.
Muchos historiadores postulan que esa primera muralla del rey casto fue la que existió hasta mucho más tarde, cuando ya en el siglo XIII se habría ampliado. Los autores de Mirabilia Ovetensia, sin embargo, citan otras fuentes para asegurar que ya en el reinado de Alfonso III (866-910) se habría hecho el nuevo trazado, que después se consolidó en obras posteriores.
Sea como fuere, la ampliación de la ciudad alcanzó un perímetro de unos 1.400 metros casi el doble que el de la primera, lo que habría llevado a proteger una superficie más considerable, de más de 12 hectáreas. Según los investigadores, esa segunda muralla compartió trazado con la anterior en parte, pero creció mucho hacia el sur y el oeste. En un vértice estaba el alcázar, donde hoy se levanta el edificio de Telefónica de la plaza Porlier; en realidad ya había sido demolido para levantar una cárcel mucho antes.
La ampliación habría conservado la Puerta de la Noceda, junto a San Vicente; y se abrió la puerta de la Viña donde está ahora la calle del Postigo. Bajando hacia el sur estaría la torre de Cimadevilla, ubicada en el lugar donde ahora está el arco del ayuntamiento. El alcázar guardaría la entrada sur, mientras que al oeste se habría ubicado la torre de Gascona (donde parte la calle del mismo nombre) y su puerta.
Hoy día solo queda el tramo de la calle Paraíso, muy deteriorado y a la espera de una limpieza y restauración, y pequeños fragmentos en la calle Jovellanos (junto a Las Pelayas) y la plaza de Riego (linda con la cristalera de un bar en la esquina noroeste). El resto, casi un 90%, desapareció entre los siglos XVIII y XX y solo quedan indicios del trazado de su época gloriosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario