martes, 2 de junio de 2020

Y la Balesquida en cuarentena!

Quién fue esa Velasquita que «inventó» el Martes de Campo

Origen de la fiesta ovetense que homenajea a una acaudalada benefactora nacida hace más de ocho siglos

El Heraldo de la Balesquida, frente al ayuntamiento, anuncia la celebración del Martes de Campo, tras solicitar el permiso a la máxima autoridad de la ciudad para repartir entre los ovetenses el tradicional bollu preñao y el vino
El Heraldo de la Balesquida, frente al ayuntamiento, anuncia la celebración del Martes de Campo, tras solicitar el permiso a la máxima autoridad de la ciudad para repartir entre los ovetenses el tradicional bollu preñao y el vino

 
No es cosa menor que Velasquita Giráldez, más conocida como Doña Velaquita, tenga su propia entrada en la Real Academia de la Historia (RAH). Porque aunque puede que pocos ovetenses sepan exactamente quién era, les sonará mucho más el legado cultural que dejó: la fiesta del Martes de Campo, que este año se celebra (o algo parecido por la Covid-19) mañana, día 2 de junio.
Doña Velasquita, una dama de la naciente burguesía de artesanos de la época, vivió en Oviedo entre los siglos XII y XIII, es decir, hace 800 años. Según la RAH, fundó una cofradía religiosa, profesional y benéfica. El apellido le vino de su padre Giraldo Pérez, lo que «revela sin duda la vinculación familiar originaria al núcleo de población de ultrapuertos» gracias a las  relaciones político-militares exteriores de Alfonso VI de Castilla y León.
La academia explica que Velasquita Giráldez puso en marcha la cofradía de los sastres y esto está acreditado mediante un testamento del 5 de febrero de 1232, donde la buena señora hace la «donación, dotación e nueva institución, última y postrera voluntad, por redención de mi alma y de mis padres y de todos mis bienhechores, a vos todo los confrades de la confradía que hago e instituyo, de los alfayates o xastres y de otros vecinos y buenos (hombres libres) de la ciudad de Oviedo, dóivos y concédovos».
Por tanto, la fundación establece, «por un lado, la condición profesional de los cofrades, pero al mismo tiempo la de otros miembros cotizantes, sin duda por lo exiguo (o al menos no excesivo) del número de posibles adheridos», es decir, que había que ampliar un poco horizontes para asegurar la permanencia. Y vaya si la aseguró. Según añade la RAH, «cabe suponer la especial dedicación del propio marido de la fundadora, Fernando Gonçalvis».
 
Lo que dejó la benefactora fue un hospital ya edificado, «para recibimiento de pobres y necesitados», dotado de diez lechos con sus mantas y cabezales de buena pluma y algunas colchas. Para el mantenimiento del naciente centro sanitario se agregaba todo un conjunto de bienes inmobiliarios -casas y tierras- en Oviedo y fuera.
Los cofrades debían pagar quince maravedís anuales en remuneración de la misa y oficios eclesiásticos diarios y festivos, a cargo de un presbítero de la cercana capellanía de San Tirso. La cofradía ha pervivido hasta hoy con el nombre de su fundadora: La Balesquida, que tiene una capilla frente a la Catedral.
 
Sus funciones, claro está, no son las mismas de hace ocho siglos. Pero sí continúa el homenaje a Doña Velasquita, la procesión de la virgen y la fiesta del Martes de Campo (San Francisco) o fiesta del Bollu que se celebra en Oviedo el martes de Pentecostés (por eso varía el día cada año), antiguamente en la ermita de Santa Ana de Mexide, en lo que hoy es Montecerrao, hasta que en el siglo XVIII se trasladó al campo San Francisco.

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