En recuerdo de las Trece Rosas y sus 43 compañeros de las J.S.U. fusilados el 5 de agosto de 1939
EL ASESINATO DE LAS 13 ROSAS Y SUS 43 COMPAÑEROS FUE SIN DUDA UNO DE LOS EPISODIOS MÁS CRUELES DE LA REPRESIÓN FRANQUISTA Y EL MÁS CONMOVEDOR DE AQUEL TIEMPO DE INFAMIA, ODIO Y FASCISMO.
Por María Torres
Madrugada del sábado 5 de agosto de 1939.
14 mujeres y 43 hombres esperan. Todos son militantes de las J.S.U., a excepción de Blanca Brisac. La mayoría apenas sobrepasa los veinte años. 14 mujeres y 43 hombres con una vida corriente. Mujeres valientes y comprometidas, al igual que sus compañeros, que eligieron luchar y defender la II República española.
Aún no lo saben, pero van a engrosar la lista de ejecutados por el régimen franquista en el paredón de la muerte del cementerio de La Almudena de Madrid.
No pueden dormir desde la mañana del 3 de agosto, ese fatídico día en que regresaron del Consejo de Guerra Permanente número nueve en el Tribunal de las Salesas y fueron declarados culpables de un delito de adhesión a la rebelión por tratar de recomponer el PCE y las JSU y por «atentar contra el orden social y jurídico de la nueva España.»
«Fallamos que debemos condenar y condenamos a cada uno de los acusados (…) a la pena de muerte.»
Al finalizar la Guerra de España, las Juventudes Socialistas Unificadas intentaron organizarse en la clandestinidad bajo la dirección de José Peña Brea, que fue detenido por una delación y obligado mediante tortura a dar los nombres de sus compañeras y compañeros. Roberto Conesa, policía infiltrado en la organización colaboró también en la caída de esta. Casi la totalidad de la organización cayó sin apenas posibilidad de reorganización. Conesa fue posteriormente comisario de la Brigada Político Social franquista y tuvo un cargo importante en la policía durante los primeros años de la democracia.
57 condenas a muerte. Podían haber sido 58, pero a Julia Vellisca no le tocó «la pepa» y Antonia Torre Yela, de 18 años, la rosa número 14, no fué asesinada el 5 de agosto por un error administrativo. Sobrevivió seis meses a sus compañeras, hasta el 19 de febrero de 1940 que un pelotón de fusilamiento le segó la vida.
La noche del 3 al 4 de agosto las 14 mujeres y los 43 hombres redactan las peticiones de indulto que entregan a su familiares a la mañana siguiente y que éstos, a su vez, hacen llegar, junto con los avales conseguidos, al caudilloporlagraciadedios, vencedor de la «cruzada». Piden clemencia. En algunos casos, los menos, esta clemencia podría significar la conmutación de la pena capital por treinta años de reclusión, pero saben que cualquier opción es preferible a la muerte.
El «enterado» del dictador no se cumplimenta hasta el trece de agosto, ocho días después de la ejecución de las condenas. Carmen Castro Cardús, directora de la cárcel de Ventas y en 1940 nombrada inspectora central de prisiones, no llega a tramitar las solicitudes de conmutación de las catorce mujeres: «Yo misma las he colocado esta mañana en el paredón. Los delitos de sangre hay que ahogarlos en sangre.»
Las Trece Rosas fueron acusadas falsamente de perpetrar un atentado contra un militar franquista en el que murieron tres personas.
La madrugada del 5 de agosto las Trece Rosas entran en capilla. Las autoridades de la cárcel permiten a las presas Agripina Moreno y Aurora Rodríguez que se despidan de ellas. Según relata Agripina a Dolores Ibárruri en un carta fechada el 1 de julio de 1977, Pilar Bueno le manifestó: «Camarada Agripina, si tienes la suerte de salvarte, cuídate y vive para que nos hagáis justicia. Somos inocentes. Y si algún día ves a nuestra Dolores, le dices que moriremos como dignas discípulas suyas…». Carmen Bueno le dijo: «Me van a fusilar con mi hermano; lo siento por mi querida madre. Somos inocentes. Nos matan porque somos comunistas…»; Julia Conesa: «Moriremos como comunistas, no permitiremos que nos venden los ojos, nos matarán de cara a nuestros asesinos. Somos inocentes.» y Ana López Gallego: «Nos matan, pero nunca podrán destruir nuestras ideas, que transformarán el mundo.»
Un viejo camión se detiene ante las puertas de la cárcel de Ventas. A él suben las trece jóvenes mujeres para su traslado al paredón de la muerte, escoltadas por guardias y acompañadas de la funcionaria María Teresa Igual. Cuentan que iban serenas, firmes y hermosas, ilusionadas pues pensaban que iban a encontrarse con sus novios, maridos, compañeros, antes de ser ejecutadas. Pero lo que se encontraron fue que éstos 43 hombres ya habían sido fusilados, como lo serían ellas minutos más tarde.
Julia Conesa tuvo tiempo de escribir una carta a su familia, el que sería su último mensaje: «Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente. Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar. Que mi nombre no se borre en la historia.»
Blanca Brisac Vázquez le dirigió esta carta a su hijo: «Querido, muy querido hijo de mi alma, en estos últimos momentos tu madre piensa en ti. Sólo pienso en mi niñito de mi corazón que es un hombre, un hombrecito, y sabrá ser todo lo digno que fueron sus padres. Perdóname, hijo mío, si alguna vez he obrado mal contigo. Olvídalo hijo, no me recuerdes así, y ya sabes que bien pesarosa estoy.
Voy a morir con la cabeza alta. Sólo por ser buena: tú mejor que nadie lo sabes, Quique mío. Sólo te pido que seas muy bueno, muy bueno siempre. Que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor y tú tienes que ser un hombre bueno, trabajador. Sigue el ejemplo de tu papachín. ¿Verdad, hijo, que en mi última hora me lo prometes? […] Enrique, que no se te borre nunca el recuerdo de tus padres. Que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la enseñaron a mí. Te seguiría escribiendo hasta el mismo momento, pero tengo que despedirme de todos. Hijo, hijo, hasta la eternidad. Recibe, después de una infinidad de besos, el beso eterno de tu madre.»
El asesinato de las 13 Rosas y sus 43 compañeros fue sin duda uno de los episodios más crueles de la represión franquista y el más conmovedor de aquel tiempo de infamia, odio y fascismo. El dictador se cebó especialmente con las mujeres, e hizo todo lo posible por destruir el espíritu de libertad que la República había creado para ellas.
Sus nombres no se han borrado en la Historia. Entraron en ella la madrugada del 5 de agosto de 1939 y se han quedado tatuados definitivamente en la Memoria colectiva y en nuestros corazones, revelándose contra quienes quieren falsear la Historia.
57 condenas a muerte. 57 jóvenes que no pudieron envejecer.
No hay olvido. No hay perdón.
In memoriam de:
Carmen Barrero Aguero (20 años, modista). Trabajaba desde los 12 años para ayudar a su familia. Militante del PCE, durante la guerra estuvo trabajando en talleres de intendencia en Valencia y al finalizar la contienda fue la responsable femenina del partido en Madrid. Detenida el 16 de mayo de 1939, trasladada a la cárcel de Ventas y fusilada el 5 de agosto de 1939 en la tapia del cementerio del Este. Su hermano Palmiro Barrero Aguado fue fusilado en el mismo cementerio el 8 de Abril de 1940.
Martina Barroso García (24 años, modista). Natural de Gilbuena (Ávila). Militante de las J.S.U. Durante la guerra confeccionó ropa para los soldados y trabajó en un comedor social. Al finalizar la guerra empezó a participar en la organización de las JSU de Chamartín. Iba al abandonado frente de la Ciudad Universitaria a buscar armas y municiones. Ingresó en la cárcel de Ventas el 6 de junio de 1939. Durante su encarcelamiento, confeccionó unas alpargatas de esparto: «Dáselas a mi sobrina Lolita, que dentro de unos pocos días cumplirá dos años. Son para ella y para la hija que tendrá. Para que caminen por el dilatado mundo que no conoceré. Que vivan la vida que no podré vivir (…) Estas zapatillas significan no me olvidéis». Fue ejecutada el 5 de agosto de 1939 en la tapia del Cementerio del Este.
Blanca Brisac Vázquez (29 años, pianista y costurera). Natural de San Sebastián. Casada con Enrique García Mazas “Aguado”, uno de los encargados en el sector Sur de la JSU. Miembro del Comité Provincial del PCE. Ingresó en la cárcel de Ventas el 24 de mayo de 1939. Fue ejecutada en la tapia del cementerio del Este el 5 de agosto de 1939. La primera descarga dejó con vida a Blanca Brisac, que gritó pidiendo auxilio hasta que fue rematada. Su marido fue fusilado unas horas antes.
Pilar Bueno Ibáñez (26 años, modista). Natural de Sos del Rey Católico (Zaragoza) y vecina de Madrid. Al inicio de la guerra se afilió al PCE y trabajó como voluntaria en casas cuna. Fue nombrada secretaria de organización de radio Norte. Al acabar la guerra se encargó de la reorganización del PCE en ocho sectores de Madrid. Detenida el 15 de mayo de 1939, ingresó en la cárcel de Ventas dos días más tarde. Fue ejecutada en la tapia del cementerio del Este el 5 de agosto de 1939. Murió con el puño en alto gritando: «¡Viva la Juventud Socialista Unificada!»
Julia Conesa Conesa, (19 años, modista). Natural de Oviedo, vivía en Madrid con su madre y sus dos hermanas. Se afilió a las JSU a finales de 1937 y fue secretaria deportiva. Después encontró empleo como como cobradora de tranvías. Detenida en mayo de 1939 tras ser denunciada por un compañero de su novio, ingresa en la cárcel de Ventas el 17 de mayo. Fue ejecutada en la tapia del cementerio del Este el 5 de agosto de 1939.
Ana López Gallego, (21 años, modista). Natural de La Carolina (Jaén). Militante de las JSU y colaboradora de Radio Chamartín. Detenida el 16 de mayo de 1939 y trasladada a la prisión de Ventas el 6 de junio. Ejecutada en la tapia del cementerio del Este el 5 de agosto de 1939. No murió en la primera descarga y exclamó: «¿Es que a mí no me matan?».
Adelina García Casillas (19 años, modista). Natural de Hoyocasero (Ávila). Militante de las JSU desde primeros de 1937. Hija de un guardia civil. Le mandaron una carta a su casa indicando que sólo querían hacerle un interrogatorio rutinario. Se presentó de manera voluntaria, pero no regresó a su casa. Ingresó en la cárcel de Ventas el 18 de mayo de 1939. Encargada de repartir las cartas entre las presas. Fue ejecutada en la tapia del Cementerio del Este el 5 de agosto de 1939.
Elena Gil Olaya (20 años). Natural de Madrid. Ingresó en las JSU en 1937. Al acabar la guerra comenzó a trabajar en el grupo de Chamartín. Ingresó en la cárcel de Ventas el 3 de junio de 1939. A pesar de tener menos de veintiún años no fue destinada al departamento habilitado para menores de edad en la cárcel. Fue ejecutada el 5 de agosto de 1939 en la tapia del Cementerio del Este.
Virtudes González García (18 años, modista). Natural de Madrid. Afiliada a las Juventudes Socialistas Unificadas desde agosto de 1936. Valentín Ollero, su novio, fue nombrado responsable de Radio Oeste de las Juventudes cuando finalizó la guerra y ella hizo de enlace con la dirección madrileña. Detenida tras la denunciada realizada bao tortura por un compañero, ingresa en la cárcel de ventas el 17 de mayo de 1939. Fue fusilada el 5 de agosto de 1939 en la tapia del cementerio del Este de Madrid. Valentín Ollero fué encausado y fusilado en el mismo proceso que Virtudes.
Joaquina López Laffite (23 años, estudiante). Natural de Trubia (Asturias). En septiembre de 1936 se afilió a las JSU. Se le encomendó la secretaría femenina del Comité Provincial clandestino al finalizar la guerra. Fue denunciada por Severino Rodríguez. Detenida el 18 de abril de 1939 en su casa, no ingresó en la cárcel de Ventas hasta el 3 de junio. Ejecutada en la tapia del Cementerio del Este el 5 de agosto de 1939.
Dionisia Manzanero Salas (20 años, modista). Natural de Madrid. Se afilió a Partido Comunista en abril de 1938 después de que un obús matara a su hermana y a unos chicos que jugaban en un descampado. Durante la guerra trabajaba como mecanógrafa en la Comisión de Organización del partido del Sector de Chamartín de la Rosa. Fue al frente con el batallón Octubre y realizó tareas de enfermera en un hospital de las Brigadas Internacionales. Al acabar la guerra fue enlace entre los dirigentes comunistas en Madrid. Detenida el 16 de mayo de 1939 y trasladada a la cárcel de Ventas, fue fusilada el 5 de agosto de 1939 en la tapia del cementerio del Este de Madrid.
En una carta dirigida a su familia escribía: «Como habéis visto a través de mi juicio, el señor fiscal me conceptúa como un ser indigno de estar en la sociedad de la Revolución Nacional Sindicalista. Pero no os apuréis, conservar la serenidad y la firmeza hasta el último momento, que no os ahoguen las lágrimas, a mí no me tiembla la mano al escribir. Estoy serena y firme hasta el último momento. Pero tened en cuenta que no muero por criminal ni ladrona, sino por una idea.»
Victoria Muñoz García (18 años). Natural de Madrid. Se afilió con 15 años a las JSU. Pertenecía al grupo de Chamartín. Era la hermana de Gregorio Muñoz, responsable militar del grupo del sector de Chamartin de la Rosa, muerto en comisaria a consecuencia de las palizas recibidas. otro hermano, Gregorio, había sido ejecutado el 18 de mayo. Victoria ingresó en la cárcel de Ventas el 6 de junio de 1939 y fue fusilada en la tapia del Cementerio del Este el 5 de agosto de 1939.
Luisa Rodriguez de la Fuente (18 años, modista). Natural de Madrid. Ingresó en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) al declararse la guerra, colaborando en trabajos de retaguardia. Detenida el 28 de abril de 1939, tras la denuncia del agente de policía Manuel Fernández, fue la primera de las Trece Rosas en entrar en la prisión. Ejecutada en la tapia del cementerio del Este el 5 de agosto de 1939.
Antonia Torre Yela, la rosa número 14, (19 años) Natural de Madrid. En 1936 ingresa en las J.S.U. Encarcelada el 3 de junio de 1939, fue ejecutada el 19 de febrero de 1940 en la tapia del cementerio del Este de Madrid.
Y de sus compañeros:
Joaquín Álvaro Blanco
Felipe Arranz Martín
Delfín Azuaga Yonte
Federico Bascuñana Sánchez
David Bedmar Arcas
Enrique Bustamante Sánchez
Domingo Cándido Luengo Fernández
Vicente Criado Pérez
Máximo de Diego de Diego
Esteban Dodignon Gómez
Adolfo Domínguez Palazuelos
Jorge Escribano Rilova
Celedonio Fernández Galán
Francisco Fernández González
Ramón Fernández Peña de Secade
Antonio Fuertes Moreno Peñuelas
Enrique García Mazas
Ignacio González Hernández
Pascual González Pérez
Manuel González Pérez
José Gutiérrez González
Isidro Hernández de la Fuente
Adolfo Latorre Toledo
Pedro Lillo Carballo
Antonio López del Pozo
Carlos López González
Fernando López González
Vicente Martín Acirón
Julio Martínez Pérez
Francisco Montilla Torres
Rubén Muñoz Arconada
Rafael Muñoz Coutado
Luis Nieto Arroyo
Francisco Nieto Vaquerizo
Gil Nogueira Martín
Valentín Ollero Paredes
José Pena Brea
Román Prieto Martín
Severino Rodríguez Preciado
Gregorio Sandoval García
Luis Sanabria Muñoz
Enrique Sánchez Pérez
Francisco Sotelo Luna
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