Unai Sordo: “Para evitar la conflictividad del otoño, hay que derogar la reforma laboral”
El secretario general de CC OO presentó en la Semana Negra de Xixón su libro ¿Un futuro sin sindicatos? De su contenido hablamos en este entrevista.
Por
Héctor González
Héctor González
en
16 julio 2020
16 julio 2020
El viernes pasado, Unai Sordo participaba en la Semana Negra,
mediante un acto organizado por la Fundación Juan Muñiz Zapico, de CCOO
de Asturias. El secretario general de CCOO acudía a Gijón para presentar
su libro ¿Un futuro sin sindicatos? Un texto mitad ensayo mitad entrevista, redactado en colaboración con Bruno Estrada.
El libro, de escasas 100 páginas y ágil lectura, aborda una serie de temas relacionados con el sindicalismo que hacen muy interesante su lectura para cualquier persona interesada en el devenir y las perspectivas del movimiento obrero en la actualidad. Aprovechando la ocasión que brindaba el acto, Sordo conversó con Nortes sobre la presente del sindicalismo y la clase trabajadora.
¿Cuál es la génesis del libro y qué os motivó a Bruno Estrada y a ti a darle este formato?
Surge al calor de una entrevista realizada hace unos años en un periódico de Euskadi, durante la anterior crisis, que venía a tratar acerca los tópicos que existían sobre el sindicalismo. Era un momento en el que había un cuestionamiento de todo el aparato de representación democrático y también una campaña muy intensa de descrédito sindical. En esa idea de explicar, de la forma más pedagógica posible, muchos de los malos entendidos y de los tópicos sobre lo que es el sindicalismo, desde la acción, la financiación, el papel de los liberados, etc. surgió esta entrevista que te comento y que años más tarde, todavía seguía moviéndose por las redes sociales.
Tiempo después, en 2018, surgió la idea, en una conversación informal, de escribir un libro sobre sindicalismo al hilo de las reflexiones que habíamos hecho en el último congreso y de estas otras. Tratamos de enfocarlo como un libro de difusión no como un ensayo profundo sobre el sindicalismo en el S.XXI, sino una divulgación de las reflexiones sobre la labor sindical en la actualidad.
En este sentido, el libro está teniendo muy buena acogida en forma de presentaciones en muchos puntos de España y en foros bastante diversos.
El texto se inicia con un análisis de Bruno Estrada acerca de la evolución de la economía y del estado las relaciones laborales tras la crisis de 2008. De aquello hace más de una década y sin embargo sus efectos aún permanecen ¿Tan trascendentes han sido los efectos de la crisis para la clase trabajadora?
Se trata de analizar algunos de los cambios estructurales que se han dado en el mundo del trabajo, ya antes de la crisis del 2008: la empresa que se descentraliza, que trabaja en red, en cadena de subcontratación; con una clase trabajadora mucho más diversa que hace cinco décadas. Todo este nuevo hábitat laboral se conjuga con unas reformas estructurales que se dan entre 2010 y 2015, que fueron muy duras en materia de pensiones, negociación colectiva o fiscalidad y que generaron una pérdida de derechos y un aumento de la desigualdad muy importante.
En definitiva, se analiza esa confluencia entre elementos estratégicos que venían dándose desde los años 70 y esas políticas de la austeridad que se dieron en 2010.
En plena pandemia, la Comunidad de Madrid apuntaba que la
salida de esta crisis debería ser “liberando suelo”. Esta proposición
indica una voluntad de repetir caminos ya andados ¿Cabe esperar otra
ofensiva neoliberal contra la clase trabajadora?
Hay una parte del capitalismo español, el más extractivo, improductivo y parasitario, que va a seguir apostando por los viejos esquemas de crecimiento, pero creo que no corren buenos tiempos para este perfil. La pandemia ha puesto en valor lo colectivo, la comunidad, los servicios públicos, el trabajo esencial, etc creo esta situación que abre la posibilidad de generar una hegemonía distinta para afrontar esta crisis. Socialmente está mucho más implantada la idea de trabajar recetas diametralmente distintas a las del 2008. El gran problema es que no está escrito y el capitalismo parasitario va a tratar de volver a los recorridos ya trillados de la burbuja de la construcción, de la financiera, etc. Va a ser una pugna dura entre ambas visiones, aunque creo que la progresista está en una mejor posición que en la anterior crisis.
¿Cuál ha de ser la respuesta del sindicalismo? ¿Espera CCOO un aumento de la conflictividad?
Ahora estamos en una “fase B”. La “fase A”ha sido un periodo para tratar de sostener el empleo, las empresas o la protección social y ahora estamos en una segunda fase relacionada con el impulso de la actividad económica. A largo plazo tocará entrar en una “fase C”, que se basa en la realización de unas políticas económicas distintas a las que se han venido haciendo hasta el momento. Se trata de implementar nuevas políticas industriales y sectoriales y de revertir las reformas de la austeridad, que están generando una sociedad cada vez más desigual, con más pobreza y cada vez más segmentada.
Por otro lado, es muy probable que en otoño se dé un aumento de la conflictividad. Se va a dar un incremento muy rápido y muy acusado del paro (que esperemos que sea corto y que se corrija el año que viene), lo que en principio dificulta la movilización, pero si las reformas pensadas para bajar los salarios y precarizar el empleo no se derogan y siguen vigentes, seguramente pueda haber un proceso por el cual muchas empresas pretendan bajar los salarios, con razón o sin razón. Esta situación sí puede desencadenar un escenario de movilización, que en todo caso será ambivalente. Allí donde desaparezcan empresas se darán movilizaciones reactivas contra esos cierres y en donde se produzcan abusos empresariales puede haber escenarios de movilización importantes.
No obstante, es una situación un tanto incierta porque no será lo mismo si se deroga o corrige la reforma laboral que si no se hace, si se sigue impulsando un plan de protección social o no se impulsa, si se alargan los ERTEs o se convierten en EREs, etc.
A lo largo de la entrevista reivindicas el papel que el sindicalismo está jugando en la defensa de los trabajadores, tanto a nivel micro como en políticas económicas. Defiendes que, de no haber estado presentes, las consecuencias de la crisis de 2008 habrían sido mucho más profundas…
El sindicalismo sirvió de freno a la crisis de 2008 sin ninguna duda. Pero la crisis no fue estrictamente económica, sino que también fue política y social, de legitimidad del sistema, lo que también afectó al sindicalismo, pero es evidente que en aquella tesitura el sindicalismo sirvió de freno a muchas políticas.
En esta crisis es todavía más palpable. La capacidad del sindicalismo y de CCOO, en un momento de paralización de la actividad, de un confinamiento que también afectó a los sindicalistas… la respuesta, desde la regulación de los ERTEs, que han evitado un millón de despidos; hasta el asesoramiento que se ha hecho a cientos de miles de trabajadores, que no sabían lo que era un ERTEs, o los EPIs; creo que la utilidad del sindicato ha sido palpable en las circunstancias más duras.
Este papel que ha jugado y juega el sindicalismo ¿Es percibido por el conjunto de la sociedad o ésta ignora parte del proceso?
El papel ha sido muy relevante en la gestación de las medidas que se han tomado. Por ejemplo, la medida de los ERTEs nosotros se la planteamos al Gobierno antes del Estado de Alarma, el 12 de marzo, en unos términos parecidos a lo que finalmente salió, aunque nuestro plan era un poco más ambicioso. Creo que este papel lo hemos jugado y creo que se ha visualizado. No obstante, somos conscientes de la capacidad mediática que tiene el Gobierno para capitalizar estas medidas es superior a la que tengamos nosotros. Tampoco se me escapa que desde hace muchos años se intenta opacar de la opinión pública la función sindical que vaya más allá de la resolución de un problema concreto. El sindicalismo como agente de sociopolítico es una pieza de caza mayor a batir en las sociedades contemporáneas.
Resulta muy sorprendente en el libro la formación y claridad que transmite CCOO al respecto de cómo convivir con la robotización del mundo laboral. Casi parece que el sindicato se ha adelantado a la patronal, algo muy poco usual.
Hay un ejercicio de anticipación teórica, teniendo en cuenta que, en otros momentos, desde el mundo del trabajo se ha visto con mucho recelo la incorporación de tecnología porque destruía empleo y rompía certezas vitales, ahí tenemos el ludismo. En este caso, el ejercicio de anticipación se debe a que somos conscientes de que este proceso de incorporación de nuevas tecnologías se va dar sí o sí por lo que es necesario abordar el cómo podemos anticiparla para evitar que la robotización pase por encima de la clase trabajadora como un Tsunami y se pierda el empleo, las diferentes industrias o el tejido productivo.
Exponéis una acción de carácter internacional que a simple vista no es sencilla de observar pero que tiene llegar su traslación práctica en la vida diaria de ciertos colectivos laborales (como el del trabajo a domicilio). No parecía el internacionalismo obrero algo con mucho recorrido real en el siglo XXI y se lleva uno una sorpresa.
El internacionalismo obrero está más vigente que nunca pero el sindicalismo tiene un handicap y es que la globalización ha ido mucho más rápido que la capacidad de actuación de las organizaciones sindicales (y de los propios espacios políticos). La globalización es determinante porque hoy en día las empresas toman sus decisiones bajo esquemas de economía-mundo y eso acaba condicionando toda la política económica y laboral de los países. De ahí que el fortalecimiento de las estructuras sindicales internacionales sea un punto clave, pero creo que ahí tenemos todavía mucho que avanzar porque, por ejemplo, el proceso de renacionalismos y de renacionalización de las economías también puede afectar al sindicalismo europeo y al sindicalismo mundial.
Sin embargo, no parece que los sindicatos tengan mucho éxito en la comunicación de este tipo de iniciativas, algo que redunda en una visión un tanto distorsionada de los sindicatos ¿Qué falla en la comunicación sindical?
Hay que tener una capacidad de autocrítica y la verdad que tenemos un margen de mejora con toda seguridad, pero tampoco podemos engañarnos, los medios de comunicación tienen una función determinante en una sociedad democrática, pero entre otras cosas, son grupos de empresas que tienen intereses materiales en la disputa capital-trabajo, y en su faceta de empresas, no suelen ser especialmente amables con la acción sindical. De hecho, han sido pioneros en la externalización, el uso de falsos autónomos, la subcontratación para empeorar condiciones de trabajo, etc.
También hay que tener en cuenta que la visión del sindicato varía en función de la presencia del mismo en el entorno laboral. Allá donde existe una sección sindical, no hace falta que venga ningún telediario a explicar lo que es un sindicato porque la gente lo tiene muy presente, casi siempre para bien. Sin embargo, en los lugares en los que no hay organización sindical, la información se recibe de otros lados y no es tan cercana o fidedigna. Es muy distinta la visión del sindicato en función de si está presente o no en un centro de trabajo, por eso el gran reto es fortalecer al sindicalismo en la pluralidad de empresas que existen actualmente.
El libro deja entrever el volumen de organización del que dispone un sindicato como CCOO. Por ejemplo, en tu caso, tienes un equipo adjunto a tu secretaría del que propio Bruno Estrada forma parte como economista ¿Qué papel desempeñan estos equipos?
Todos los secretarios cuentan con unos equipos, mayores o menores, de colaboradores o de adjuntos. Para nosotros es muy importante porque hay que darse cuenta que CCOO es la organización más grande de toda la sociedad civil de este país y eso te hace tocar muchos asuntos muy diversos. Aunque uno pueda controlar ciertas cuestiones, ciertos temas, desde luego no se llega a todo por lo que se necesita de gente que te asesore, te ayude a trabajar, a elaborar criterios, a la comunicación, etc. Por tanto, son equipos muy determinantes porque CCOO es un proyecto colectivo, no de cuatro personas, que trata de organizar a la clase y a los trabajadores.
Asimismo, se refleja la existencia de equipos de “extensión
sindical” y de “sindicalistas de referencia” vinculados al ámbito
geográfico ¿En qué consisten estas iniciativas? ¿Cuándo y cómo decidís
ponerlas en marcha? ¿Qué resultados están aportando?
España es un país que, en su modelo sindical, a pesar de nuestra tendencia a la autoflagelación, es bastante avanzado en mucho aspecto. Hay muchos sindicatos de otros países que no se plantean la intervención del sindicato para ir a la empresa y sin embargo en España sí.
Nosotros hacemos un análisis en el que percibimos que la empresa industrial e integrada clásica, en el que el sindicato se generaba y daba lugar a grandes secciones sindicales de una forma un tanto espontánea, como expresión de la autoorganización de los trabajadores; es bastante minoritario en el tejido productivo. Hoy la realidad es de muchas pequeñas empresas, donde se dan las grandes bolsas de precariedad y explotación y donde el sindicato tiene que irrumpir desde fuera porque es muy complicado que en ese contexto la gente se organice sola.
Entonces, lo que se necesita es que el sindicato se haga presente en esas empresas, que la visite de forma planificada y cualificada, hablando no solo del sueldo sino de planes de formación, de igualdad, de salud laboral, etc. y esto es una labor que realizan estas figuras sindicales.
Se trata de un mecanismo para extender la organización sindical y la organización de la gente allí en donde los trabajadores no se pueden organizar solos. Estas iniciativas están dando además algunos resultados: a día de hoy de nuestros 97.000 delegados, algo más de 30.000 lo son de empresas de menos de 50 trabajadores, todavía es un número pequeño para la cantidad de empresas que existen, pero hay que ponerlo en valor porque la organización sindical en estos contextos es cualquier cosa menos sencilla.
En definitiva, el gran esfuerzo organizativo de CCOO no está, como señalan los tópicos, en la gran empresa o en el sector público sino en los lugares donde se encuentra la clase trabajadora más desprotegida.
En oposición al sindicalismo, hay quienes definen estas iniciativas como “un ejercito de burócratas” o “parásitos”. Desde posiciones críticas en el movimiento obrero se los señala como incluso como “casta”, “vividores”, “despegados de la realidad” …
En España siempre ha habido un discurso antisindical por parte de la derecha que una parte de la pseudoizquierda también ha comprado porque no acaba de entender qué es realmente la clase trabajadora.
Es muy curioso, al sindicalismo de clase se le acusa de una cosa y de la contraria en la misma frase y sin rubor. Si se derivan recursos de las grandes empresas para favorecer la organización de las pequeñas y de los trabajadores más desfavorecidos, se nos acusa de que los cuadros sindicales abandonan sus puestos de trabajo, pero si esos trabajadores no salen de sus empresas para ir a los lugares desorganizados o con necesidades, se nos acusa de que abandonamos a los trabajadores de las pymes.
Creo que sobre esto no hay que perder mucho tiempo, son debates que adolecen de puro cuñadismo, lo importante es la labor de análisis de la clase trabajadora hoy día y las respuestas que se pueden dar en función de las necesidades.
Desde otros sectores del sindicalismo se ha echado en cara a las centrales mayoritarias que desde la crisis del 2008 no hicieron lo suficiente por defender a los trabajadores. Se achacó falta de combatividad en la calle y en las empresas, excesiva preocupación por mesas de negociación con la patronal y el gobierno que fueron esteriles, que hubo una asunción de las políticas neoliberales asumiendo cierres de empresas, firmas de ERES, etc. ¿Se hizo y hace lo que se puede? ¿Se pide una mayor constancia en las movilizaciones de la que se puede asumir? En definitiva ¿Tienen razón de ser estas críticas?
Creo que es una lectura de la crisis de 2008 muy sesgada. Hubo una respuesta sindical en forma de tres huelgas generales e incontables movilizaciones para llegar a unas negociaciones que evitasen la reforma laboral o de las pensiones. Hay que tener en cuenta que fue una crisis mundial que se llevó por delante cientos de miles de puestos de trabajos, sectores enteros… que afectó no solo a la respuesta sindical sino a toda respuesta institucional y política.
Se trató de una de las crisis más profundas desde la crisis de 1929 y en este sentido, está claro que la respuesta sindical no fue lo suficientemente útil como para evitar lo que ocurrió, pero ni aquí ni en ninguna otra parte del mundo. Por lo tanto, achacar a los sindicatos estas responsabilidades en cuanto a lo ocurrido me parece un ejercicio innecesario de autoflagelación. Ojalá hubiera sido tan fácil y todo se redujera a que si hubiéramos tomado una decisión concreta distinta entonces el resultado hubiera sido diferente, pero no fue el caso.
Esto no significa que no se pueda aprender nada de lo que pasó. De esa crisis aprendimos que era necesario poner mucho más énfasis en la realidad cotidiana de las empresas y realizar mucha más pedagogía sobre lo que es y lo que representa el sindicato. Quizá habíamos pensado que nuestra legitimidad, que venía avalada por la Constitución y por las elecciones sindicales, nos iba a servir para no sufrir el desgaste y el descrédito que estaban sufriendo otras partes del aparato representativo en España y eso no fue así. Tuvimos que darnos cuenta de que la legitimación social hay que trabajarla constantemente y día a día.
No obstante, hay que resaltar que el descrédito real de un sindicato como CCOO no fue tan grande como pudiera hacerse ver porque cuando tienes un millón de afiliados y 97.000 delegados sindicales, cierta credibilidad tienes porque la gente no es idiota. La gente no te vota si no cree que tienes utilidad.
El libro trata de confrontar ideológicamente con el neoliberalismo en multitud de apartados. ¿Este combate ideológico tiene también su traslación a la actividad sindical cotidiana o ahí cuesta introducir según qué cuestiones?
El propio hecho de la acción sindical y de la propia organización de los trabajadores es la antítesis de lo que piensa el capitalismo y el neoliberalismo sobre el trabajo, por tanto, somos un elemento disruptivo desde la acción más nimia. Pero lo que planteas es interesante porque el sindicato no opera en la abstracción y tenemos que tener en cuenta que, si durante décadas la sociedad se ha impregnado de valores neoliberales, la gente se diluye colectivamente en el centro de trabajo, que es el lugar más incómodo para organizarse, porque te pueden despedir. Hay que tener en cuenta que es muy difícil hacer sindicalismo de clase en una sociedad individualista, por eso el sindicato nunca puede dejar de ser un agente sociopolítico, esto hay que tenerlo muy claro.
En el epílogo del libro, Bruno Estrada narra un cercano futuro distópico sin sindicatos… pero los ejemplos son reales ¿Una crisis de estas dimensiones puede hacernos correr el riesgo de evolucionar hacia “un futuro sin sindicatos” o hacia una realidad con organizaciones sindicales debilitadas?
El título del libro es retórico porque sindicatos van a existir siempre, la cuestión es qué tipo de sindicalismo va a haber, si uno que solo responde a la realidad cotidiana de la empresa o un sindicalismo de clase que genere un marco laboral común y que sea un interlocutor social. El final de libro está hecho con esta intención, tratando de advertir de que cuestiones que pueden parecer distópicas ya están aquí y que hay que tenerlo en cuenta para que estas situaciones no se introduzcan en nuestro país porque el sindicalismo de clase no está escrito sino por escribir.
Desde unos hace años han comenzado a salir diversas iniciativas que se mueven al margen de los sindicatos o contra los mayoritarios. Casos como las contratas de Movistar, Kellys, trabajadores de Delivery… ¿Esta situación anticipa un paulatino desmembramiento del sindicalismo fuera de los sectores tradicionales, representan nuevas formas de acción colectiva o a largo plazo se irá produciendo una integración en el sindicalismo?
Son fenómenos que tienen que ver con realidades muy concretas y que es razonable que puedan surgir, como lo han hecho en otros periodos históricos, pero al final el cuadro de derechos que se acaban consolidando es el que se vincula a través de la movilización y negociación de los sindicatos. No es casualidad que, por ejemplo, en el colectivo de camareras de pisos, las Kellys, muchas de sus militantes a la vez sean delegadas sindicales.
Al final, lo que va a mejorar las condiciones de vida de este colectivo y de otros, será el que seamos capaces de derogar la reforma laboral y de regular a través de convenios colectivos sus realidades.
El libro, de escasas 100 páginas y ágil lectura, aborda una serie de temas relacionados con el sindicalismo que hacen muy interesante su lectura para cualquier persona interesada en el devenir y las perspectivas del movimiento obrero en la actualidad. Aprovechando la ocasión que brindaba el acto, Sordo conversó con Nortes sobre la presente del sindicalismo y la clase trabajadora.
¿Cuál es la génesis del libro y qué os motivó a Bruno Estrada y a ti a darle este formato?
Surge al calor de una entrevista realizada hace unos años en un periódico de Euskadi, durante la anterior crisis, que venía a tratar acerca los tópicos que existían sobre el sindicalismo. Era un momento en el que había un cuestionamiento de todo el aparato de representación democrático y también una campaña muy intensa de descrédito sindical. En esa idea de explicar, de la forma más pedagógica posible, muchos de los malos entendidos y de los tópicos sobre lo que es el sindicalismo, desde la acción, la financiación, el papel de los liberados, etc. surgió esta entrevista que te comento y que años más tarde, todavía seguía moviéndose por las redes sociales.
Tiempo después, en 2018, surgió la idea, en una conversación informal, de escribir un libro sobre sindicalismo al hilo de las reflexiones que habíamos hecho en el último congreso y de estas otras. Tratamos de enfocarlo como un libro de difusión no como un ensayo profundo sobre el sindicalismo en el S.XXI, sino una divulgación de las reflexiones sobre la labor sindical en la actualidad.
En este sentido, el libro está teniendo muy buena acogida en forma de presentaciones en muchos puntos de España y en foros bastante diversos.
El texto se inicia con un análisis de Bruno Estrada acerca de la evolución de la economía y del estado las relaciones laborales tras la crisis de 2008. De aquello hace más de una década y sin embargo sus efectos aún permanecen ¿Tan trascendentes han sido los efectos de la crisis para la clase trabajadora?
Se trata de analizar algunos de los cambios estructurales que se han dado en el mundo del trabajo, ya antes de la crisis del 2008: la empresa que se descentraliza, que trabaja en red, en cadena de subcontratación; con una clase trabajadora mucho más diversa que hace cinco décadas. Todo este nuevo hábitat laboral se conjuga con unas reformas estructurales que se dan entre 2010 y 2015, que fueron muy duras en materia de pensiones, negociación colectiva o fiscalidad y que generaron una pérdida de derechos y un aumento de la desigualdad muy importante.
En definitiva, se analiza esa confluencia entre elementos estratégicos que venían dándose desde los años 70 y esas políticas de la austeridad que se dieron en 2010.
Hay una parte del capitalismo español, el más extractivo, improductivo y parasitario, que va a seguir apostando por los viejos esquemas de crecimiento, pero creo que no corren buenos tiempos para este perfil. La pandemia ha puesto en valor lo colectivo, la comunidad, los servicios públicos, el trabajo esencial, etc creo esta situación que abre la posibilidad de generar una hegemonía distinta para afrontar esta crisis. Socialmente está mucho más implantada la idea de trabajar recetas diametralmente distintas a las del 2008. El gran problema es que no está escrito y el capitalismo parasitario va a tratar de volver a los recorridos ya trillados de la burbuja de la construcción, de la financiera, etc. Va a ser una pugna dura entre ambas visiones, aunque creo que la progresista está en una mejor posición que en la anterior crisis.
¿Cuál ha de ser la respuesta del sindicalismo? ¿Espera CCOO un aumento de la conflictividad?
Ahora estamos en una “fase B”. La “fase A”ha sido un periodo para tratar de sostener el empleo, las empresas o la protección social y ahora estamos en una segunda fase relacionada con el impulso de la actividad económica. A largo plazo tocará entrar en una “fase C”, que se basa en la realización de unas políticas económicas distintas a las que se han venido haciendo hasta el momento. Se trata de implementar nuevas políticas industriales y sectoriales y de revertir las reformas de la austeridad, que están generando una sociedad cada vez más desigual, con más pobreza y cada vez más segmentada.
Por otro lado, es muy probable que en otoño se dé un aumento de la conflictividad. Se va a dar un incremento muy rápido y muy acusado del paro (que esperemos que sea corto y que se corrija el año que viene), lo que en principio dificulta la movilización, pero si las reformas pensadas para bajar los salarios y precarizar el empleo no se derogan y siguen vigentes, seguramente pueda haber un proceso por el cual muchas empresas pretendan bajar los salarios, con razón o sin razón. Esta situación sí puede desencadenar un escenario de movilización, que en todo caso será ambivalente. Allí donde desaparezcan empresas se darán movilizaciones reactivas contra esos cierres y en donde se produzcan abusos empresariales puede haber escenarios de movilización importantes.
No obstante, es una situación un tanto incierta porque no será lo mismo si se deroga o corrige la reforma laboral que si no se hace, si se sigue impulsando un plan de protección social o no se impulsa, si se alargan los ERTEs o se convierten en EREs, etc.
A lo largo de la entrevista reivindicas el papel que el sindicalismo está jugando en la defensa de los trabajadores, tanto a nivel micro como en políticas económicas. Defiendes que, de no haber estado presentes, las consecuencias de la crisis de 2008 habrían sido mucho más profundas…
El sindicalismo sirvió de freno a la crisis de 2008 sin ninguna duda. Pero la crisis no fue estrictamente económica, sino que también fue política y social, de legitimidad del sistema, lo que también afectó al sindicalismo, pero es evidente que en aquella tesitura el sindicalismo sirvió de freno a muchas políticas.
En esta crisis es todavía más palpable. La capacidad del sindicalismo y de CCOO, en un momento de paralización de la actividad, de un confinamiento que también afectó a los sindicalistas… la respuesta, desde la regulación de los ERTEs, que han evitado un millón de despidos; hasta el asesoramiento que se ha hecho a cientos de miles de trabajadores, que no sabían lo que era un ERTEs, o los EPIs; creo que la utilidad del sindicato ha sido palpable en las circunstancias más duras.
El papel ha sido muy relevante en la gestación de las medidas que se han tomado. Por ejemplo, la medida de los ERTEs nosotros se la planteamos al Gobierno antes del Estado de Alarma, el 12 de marzo, en unos términos parecidos a lo que finalmente salió, aunque nuestro plan era un poco más ambicioso. Creo que este papel lo hemos jugado y creo que se ha visualizado. No obstante, somos conscientes de la capacidad mediática que tiene el Gobierno para capitalizar estas medidas es superior a la que tengamos nosotros. Tampoco se me escapa que desde hace muchos años se intenta opacar de la opinión pública la función sindical que vaya más allá de la resolución de un problema concreto. El sindicalismo como agente de sociopolítico es una pieza de caza mayor a batir en las sociedades contemporáneas.
Resulta muy sorprendente en el libro la formación y claridad que transmite CCOO al respecto de cómo convivir con la robotización del mundo laboral. Casi parece que el sindicato se ha adelantado a la patronal, algo muy poco usual.
Hay un ejercicio de anticipación teórica, teniendo en cuenta que, en otros momentos, desde el mundo del trabajo se ha visto con mucho recelo la incorporación de tecnología porque destruía empleo y rompía certezas vitales, ahí tenemos el ludismo. En este caso, el ejercicio de anticipación se debe a que somos conscientes de que este proceso de incorporación de nuevas tecnologías se va dar sí o sí por lo que es necesario abordar el cómo podemos anticiparla para evitar que la robotización pase por encima de la clase trabajadora como un Tsunami y se pierda el empleo, las diferentes industrias o el tejido productivo.
Exponéis una acción de carácter internacional que a simple vista no es sencilla de observar pero que tiene llegar su traslación práctica en la vida diaria de ciertos colectivos laborales (como el del trabajo a domicilio). No parecía el internacionalismo obrero algo con mucho recorrido real en el siglo XXI y se lleva uno una sorpresa.
El internacionalismo obrero está más vigente que nunca pero el sindicalismo tiene un handicap y es que la globalización ha ido mucho más rápido que la capacidad de actuación de las organizaciones sindicales (y de los propios espacios políticos). La globalización es determinante porque hoy en día las empresas toman sus decisiones bajo esquemas de economía-mundo y eso acaba condicionando toda la política económica y laboral de los países. De ahí que el fortalecimiento de las estructuras sindicales internacionales sea un punto clave, pero creo que ahí tenemos todavía mucho que avanzar porque, por ejemplo, el proceso de renacionalismos y de renacionalización de las economías también puede afectar al sindicalismo europeo y al sindicalismo mundial.
Sin embargo, no parece que los sindicatos tengan mucho éxito en la comunicación de este tipo de iniciativas, algo que redunda en una visión un tanto distorsionada de los sindicatos ¿Qué falla en la comunicación sindical?
Hay que tener una capacidad de autocrítica y la verdad que tenemos un margen de mejora con toda seguridad, pero tampoco podemos engañarnos, los medios de comunicación tienen una función determinante en una sociedad democrática, pero entre otras cosas, son grupos de empresas que tienen intereses materiales en la disputa capital-trabajo, y en su faceta de empresas, no suelen ser especialmente amables con la acción sindical. De hecho, han sido pioneros en la externalización, el uso de falsos autónomos, la subcontratación para empeorar condiciones de trabajo, etc.
También hay que tener en cuenta que la visión del sindicato varía en función de la presencia del mismo en el entorno laboral. Allá donde existe una sección sindical, no hace falta que venga ningún telediario a explicar lo que es un sindicato porque la gente lo tiene muy presente, casi siempre para bien. Sin embargo, en los lugares en los que no hay organización sindical, la información se recibe de otros lados y no es tan cercana o fidedigna. Es muy distinta la visión del sindicato en función de si está presente o no en un centro de trabajo, por eso el gran reto es fortalecer al sindicalismo en la pluralidad de empresas que existen actualmente.
El libro deja entrever el volumen de organización del que dispone un sindicato como CCOO. Por ejemplo, en tu caso, tienes un equipo adjunto a tu secretaría del que propio Bruno Estrada forma parte como economista ¿Qué papel desempeñan estos equipos?
Todos los secretarios cuentan con unos equipos, mayores o menores, de colaboradores o de adjuntos. Para nosotros es muy importante porque hay que darse cuenta que CCOO es la organización más grande de toda la sociedad civil de este país y eso te hace tocar muchos asuntos muy diversos. Aunque uno pueda controlar ciertas cuestiones, ciertos temas, desde luego no se llega a todo por lo que se necesita de gente que te asesore, te ayude a trabajar, a elaborar criterios, a la comunicación, etc. Por tanto, son equipos muy determinantes porque CCOO es un proyecto colectivo, no de cuatro personas, que trata de organizar a la clase y a los trabajadores.
España es un país que, en su modelo sindical, a pesar de nuestra tendencia a la autoflagelación, es bastante avanzado en mucho aspecto. Hay muchos sindicatos de otros países que no se plantean la intervención del sindicato para ir a la empresa y sin embargo en España sí.
Nosotros hacemos un análisis en el que percibimos que la empresa industrial e integrada clásica, en el que el sindicato se generaba y daba lugar a grandes secciones sindicales de una forma un tanto espontánea, como expresión de la autoorganización de los trabajadores; es bastante minoritario en el tejido productivo. Hoy la realidad es de muchas pequeñas empresas, donde se dan las grandes bolsas de precariedad y explotación y donde el sindicato tiene que irrumpir desde fuera porque es muy complicado que en ese contexto la gente se organice sola.
Entonces, lo que se necesita es que el sindicato se haga presente en esas empresas, que la visite de forma planificada y cualificada, hablando no solo del sueldo sino de planes de formación, de igualdad, de salud laboral, etc. y esto es una labor que realizan estas figuras sindicales.
Se trata de un mecanismo para extender la organización sindical y la organización de la gente allí en donde los trabajadores no se pueden organizar solos. Estas iniciativas están dando además algunos resultados: a día de hoy de nuestros 97.000 delegados, algo más de 30.000 lo son de empresas de menos de 50 trabajadores, todavía es un número pequeño para la cantidad de empresas que existen, pero hay que ponerlo en valor porque la organización sindical en estos contextos es cualquier cosa menos sencilla.
En definitiva, el gran esfuerzo organizativo de CCOO no está, como señalan los tópicos, en la gran empresa o en el sector público sino en los lugares donde se encuentra la clase trabajadora más desprotegida.
En oposición al sindicalismo, hay quienes definen estas iniciativas como “un ejercito de burócratas” o “parásitos”. Desde posiciones críticas en el movimiento obrero se los señala como incluso como “casta”, “vividores”, “despegados de la realidad” …
En España siempre ha habido un discurso antisindical por parte de la derecha que una parte de la pseudoizquierda también ha comprado porque no acaba de entender qué es realmente la clase trabajadora.
Es muy curioso, al sindicalismo de clase se le acusa de una cosa y de la contraria en la misma frase y sin rubor. Si se derivan recursos de las grandes empresas para favorecer la organización de las pequeñas y de los trabajadores más desfavorecidos, se nos acusa de que los cuadros sindicales abandonan sus puestos de trabajo, pero si esos trabajadores no salen de sus empresas para ir a los lugares desorganizados o con necesidades, se nos acusa de que abandonamos a los trabajadores de las pymes.
Creo que sobre esto no hay que perder mucho tiempo, son debates que adolecen de puro cuñadismo, lo importante es la labor de análisis de la clase trabajadora hoy día y las respuestas que se pueden dar en función de las necesidades.
Desde otros sectores del sindicalismo se ha echado en cara a las centrales mayoritarias que desde la crisis del 2008 no hicieron lo suficiente por defender a los trabajadores. Se achacó falta de combatividad en la calle y en las empresas, excesiva preocupación por mesas de negociación con la patronal y el gobierno que fueron esteriles, que hubo una asunción de las políticas neoliberales asumiendo cierres de empresas, firmas de ERES, etc. ¿Se hizo y hace lo que se puede? ¿Se pide una mayor constancia en las movilizaciones de la que se puede asumir? En definitiva ¿Tienen razón de ser estas críticas?
Creo que es una lectura de la crisis de 2008 muy sesgada. Hubo una respuesta sindical en forma de tres huelgas generales e incontables movilizaciones para llegar a unas negociaciones que evitasen la reforma laboral o de las pensiones. Hay que tener en cuenta que fue una crisis mundial que se llevó por delante cientos de miles de puestos de trabajos, sectores enteros… que afectó no solo a la respuesta sindical sino a toda respuesta institucional y política.
Se trató de una de las crisis más profundas desde la crisis de 1929 y en este sentido, está claro que la respuesta sindical no fue lo suficientemente útil como para evitar lo que ocurrió, pero ni aquí ni en ninguna otra parte del mundo. Por lo tanto, achacar a los sindicatos estas responsabilidades en cuanto a lo ocurrido me parece un ejercicio innecesario de autoflagelación. Ojalá hubiera sido tan fácil y todo se redujera a que si hubiéramos tomado una decisión concreta distinta entonces el resultado hubiera sido diferente, pero no fue el caso.
Esto no significa que no se pueda aprender nada de lo que pasó. De esa crisis aprendimos que era necesario poner mucho más énfasis en la realidad cotidiana de las empresas y realizar mucha más pedagogía sobre lo que es y lo que representa el sindicato. Quizá habíamos pensado que nuestra legitimidad, que venía avalada por la Constitución y por las elecciones sindicales, nos iba a servir para no sufrir el desgaste y el descrédito que estaban sufriendo otras partes del aparato representativo en España y eso no fue así. Tuvimos que darnos cuenta de que la legitimación social hay que trabajarla constantemente y día a día.
No obstante, hay que resaltar que el descrédito real de un sindicato como CCOO no fue tan grande como pudiera hacerse ver porque cuando tienes un millón de afiliados y 97.000 delegados sindicales, cierta credibilidad tienes porque la gente no es idiota. La gente no te vota si no cree que tienes utilidad.
El libro trata de confrontar ideológicamente con el neoliberalismo en multitud de apartados. ¿Este combate ideológico tiene también su traslación a la actividad sindical cotidiana o ahí cuesta introducir según qué cuestiones?
El propio hecho de la acción sindical y de la propia organización de los trabajadores es la antítesis de lo que piensa el capitalismo y el neoliberalismo sobre el trabajo, por tanto, somos un elemento disruptivo desde la acción más nimia. Pero lo que planteas es interesante porque el sindicato no opera en la abstracción y tenemos que tener en cuenta que, si durante décadas la sociedad se ha impregnado de valores neoliberales, la gente se diluye colectivamente en el centro de trabajo, que es el lugar más incómodo para organizarse, porque te pueden despedir. Hay que tener en cuenta que es muy difícil hacer sindicalismo de clase en una sociedad individualista, por eso el sindicato nunca puede dejar de ser un agente sociopolítico, esto hay que tenerlo muy claro.
En el epílogo del libro, Bruno Estrada narra un cercano futuro distópico sin sindicatos… pero los ejemplos son reales ¿Una crisis de estas dimensiones puede hacernos correr el riesgo de evolucionar hacia “un futuro sin sindicatos” o hacia una realidad con organizaciones sindicales debilitadas?
El título del libro es retórico porque sindicatos van a existir siempre, la cuestión es qué tipo de sindicalismo va a haber, si uno que solo responde a la realidad cotidiana de la empresa o un sindicalismo de clase que genere un marco laboral común y que sea un interlocutor social. El final de libro está hecho con esta intención, tratando de advertir de que cuestiones que pueden parecer distópicas ya están aquí y que hay que tenerlo en cuenta para que estas situaciones no se introduzcan en nuestro país porque el sindicalismo de clase no está escrito sino por escribir.
Desde unos hace años han comenzado a salir diversas iniciativas que se mueven al margen de los sindicatos o contra los mayoritarios. Casos como las contratas de Movistar, Kellys, trabajadores de Delivery… ¿Esta situación anticipa un paulatino desmembramiento del sindicalismo fuera de los sectores tradicionales, representan nuevas formas de acción colectiva o a largo plazo se irá produciendo una integración en el sindicalismo?
Son fenómenos que tienen que ver con realidades muy concretas y que es razonable que puedan surgir, como lo han hecho en otros periodos históricos, pero al final el cuadro de derechos que se acaban consolidando es el que se vincula a través de la movilización y negociación de los sindicatos. No es casualidad que, por ejemplo, en el colectivo de camareras de pisos, las Kellys, muchas de sus militantes a la vez sean delegadas sindicales.
Al final, lo que va a mejorar las condiciones de vida de este colectivo y de otros, será el que seamos capaces de derogar la reforma laboral y de regular a través de convenios colectivos sus realidades.
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