REDACCION
Estas son cinco rutas de senderismo, algunas muy cortas y sencillas, para protegerse del calor a la sombra de los árboles mientras se disfruta de los diferentes paisajes de la extraordinaria naturaleza de Asturias en este caluroso verano. Todas discurren al lado de ríos.
Ni que decir tiene, que aunque sean fáciles, conviene ir con calzado apropiado, protección solar y agua suficiente. Y, si se va a pasar el día, al final de cualquier camino, siempre reconforta incluir en la mochila un buen tentempié que sabrá a gloria mientras se admiran los maravillosos parajes por los que discurren. Y se respetan, llevándose en la mochila los desperdicios que no sean orgánicos como las colillas, los plásticos o los envases.
1. Ruta del río Dobra a la Olla de San Vicente (Amieva)
Partiendo de que en verano está muy frecuentada, lo ideal sería madrugar lo suficiente para llegar en torno a las 9.30 o 10 horas de la mañana si se decide hacer en fin de semana. A partir de esa hora, incluso por semana, va a resultar muy complicado aparcar en el entorno del inicio de esta pequeña ruta (cinco kilómetros ida y vuelta) que transcurre por la margen derecha de uno de los ríos más bellos de Asturias.
Las cristalinas aguas de río Dobra, con fondo esmeralda, invitan desde el inicio de la ruta a pegarse un baño y son numerosas las zonas en las que se encontrarán pozas para refrescarse. El agua, a estas alturas del verano y aunque de primeras resulte fría, tiene una temperatura perfecta si el día además es caluroso.
El recorrido, al ser llano y corto, es perfecto para quienes busquen sombra, un lugar en el que bañarse y, como está localizado en la zona del oriente de los Picos de Europa, un paisaje de montaña simplemente espectacular. Eso sí, hay un tramo del camino muy rocoso e irregular, de paso estrecho además, que aconseja llevar calzado apropiado y caminar con precaución para evitar caídas.
Hay quien lleva chanclas pensando que, como el final es la Olla de San Vicente, es un paseo sin apenas dificultad y, simplemente por el tamaño de las piedras, deberían extremarse las precauciones, aunque en verano el camino ya no está tan húmedo como en otras temporadas del año.
Al poco de iniciar el paseo, se encuentra un puente medieval, llamado Puente Viejo, y, al final, la gran piscina natural que es la Olla de San Vicente, que tiene en algunas zonas hasta cinco metros de profundidad. Está rodeada de piedras de gran tamaño, pero encima de ella hay un prao con vistas impresionantes.
Cómo llegar: Desde Cangas de Onís, por la N-625 en dirección al Puerto del Pontón, tras pasar el pueblo de Tornín y antes de pasar el puente sobre el río, un panel indica Río Dobra. A la izquierda, los primeros en llegar pueden aparcar en las inmediaciones de un establecimiento hostelero.
Duración: Si se va disfrutando del paisaje, unos 45 minutos.
2. La senda fluvial del rio Guadamía (Ribadesella-Llanes)
En la actualidad, están arreglando algunos pasos pero puede iniciarse tanto en la propia playa de Guadamía como en la plaza de Llames de Pría. Existe un aparcamiento para los Bufones de Pría en la carretera de acceso al pueblo del que entran y salen casi continuamente coches, sobre todo si la marea no está alta ni brava y los bufones no dan el esperado espectáculo a los muchos turistas que se acercan a verlos sin tener en cuenta que en la mar del Cantábrico sube y baja. En todo caso, hay aparcamiento.
La senda es una caminata corta, de unos cuatro kilómetros según por donde se vaya, así que apenas pasa de una hora si se va tranquilamente. El sendero conserva la esencia de las antiguas calzadas de los tiempos de los romanos, con dos puentes de piedra y molinos de agua de alto interés cultural.
El río Guadamía, que separa Ribadesella de Llanes, es una belleza natural en sí mismo, con juncos en la zona más próxima a la playa y entre bosque de ribera en el resto del camino, con pequeñas cascadas y mucha vegetación que aporta frescura si fuera un día de calor. Además, existe una pequeña zona con arena, a la vera del río, antes de llegar a la playa perfecta para echar una siesta si se decide pasar el día cerca del arenal pero a la sombra.
Y, en todo caso, muy cerca, aunque pegue el sol, están los bufones y también un área recreativa sobre los impresionantes acantilados de Castru Arenes.
3. Ruta del río Ñora (Gijón)
Para evitar el sol, lo ideal es iniciarla en las inmediaciones de la propia playa de La Ñora. Aparte del aparcamiento de este arenal, existe un segundo cerca del mirador desde el que se ve la playa y que es el final de la senda costera que parte de Gijón. La ruta es muy sencilla y transcurre prácticamente entera a la sombra. Completa, desde el campo de golf de La Llorea, serían nueve kilómetros ida y vuelta, pero serán bastantes menos si una vez que comienza la cuesta de subida a pleno sol se da por terminada.
La ruta, que está a tan solo 10 minutos de Gijón, transcurre paralela al arroyo del Ñora, entre paisajes de bosque de ribera y, en la parte más superior, de robles, sauces o saúcos. No tiene dificultad alguna, solo hay que seguir el río y es un lugar increíblemente fresco pese a que fuera del bosque la temperatura sea insoportable.
Tiene varios puentes en el camino y, si se hace por La Ñora, una espaciosa vega introduce el camino en el bosque. Si sabe a poco, siempre se pueden subir las escaleras al Mirador de La Ñora, disfrutar del paisaje y seguir hasta las playa de Estaño, aunque saliendo de la zona de eucaliptos si brilla el sol ya no habrá sombra.
4. Ruta a la cascadas del Nonaya (Salas)
Otra ruta con buena sombra es la que comienza en Salas, que tiene una zona de aparcamiento a la entrada, y transcurre a la vera del río Nonaya para llegar a la pequeña cascada del mismo nombre a lo largo de unos 3,6 kilómetros. El recorrido completo se puede hacer en unas dos horas y se inicia en el albergue de peregrinos de Salas, en donde de paso se pueden visitar destacadas piezas del prerrománico asturiano. Parte de esta senda, además, coincide con un tramo del antiguo camino de Santiago.
Para tomar la pista se sale del pueblo por el noroeste y se deja atrás la Colegiata de Santa María la Mayor. El camino es fácil y agradable, tiene una fuente llamada de Paín, en donde ya se escuchará el murmullo de las aguas del río, y varios puentes interesantes, así como una antigua mina de caolín y un curtidero de pieles abandonado.
El bosque de ribera se va volviendo más frondoso a medida que se avanza, en ciertas zonas el camino se aleja del río y, en cuanto se vuelven a escuchar las aguas, se adivina la cascada, que no salta de gran altura pero es uno de esos lugares tranquilos en los que poder disfrutar de la belleza, y sobre todo el frescor, de los bosques asturianos.
5. Ruta de Colores del Valle Oscuru (Llanes)
Y, por último, la más larga que, además, es una ruta circular en la que se emplearán al menos cuatro horas y en la que, si hace sol, conviene protegerse debidamente -con gorra o sombrero- porque parte del camino no discurre por bosque frondoso. Pero por su nombre, la ruta de los colores del Valle Oscuru ya hace pensar que sombra va a haber al menos en parte y merece la pena. Esta ruta tiene unos 13 kilómetros de longitud y se inicia y termina en el aparcamiento de la localidad de Tresgrandas, parroquia del concejo de Llanes.
Una vez que se echa a andar, hay que atravesar las localidades de Santa Eulalia, Pie de la Sierra, el Cereceu y La Borbolla antes de llegar a la zona boscosa que transcurre a la vera del río Cabra, por lo que conviene ir fijándose en las señalizaciones que indican el sentido de la ruta. Hay una desviación del camino que incluso que lleva al nacimiento de este río, entre bosques de castaños. Hay quien solo hace esta ruta, desde el pueblo de La Borbolla, ya que apenas son tres kilómetros que se hacen en media hora y en la que se aprecia también en su esplendor los diferentes colores del bosque y la magia de descubrir dónde nace un río.
La senda del Valle Oscuru, en todo caso, sigue hacia el pueblo de Boquerizu y, de ahí, de nuevo a Salas. Por el camino, en el que se encontrará un desnivel máximo de 230 metros en la zona de La Borbolla, hay numerosas referencias a elementos naturales, históricos y etnográficos del Valle Oscuru, ilustrados con dibujos de Julio Rey. Al valle se le llama así porque antaño el bosque lo cubría todo y apenas se veía la luz del sol, pero también parece ser que podría deberse a que al valle de Carranzo -que es el nombre real- llegó la luz eléctrica demasiado tarde. Al parecer, dicen que fue el último lugar de Llanes en el que se pudo encender una bombilla.
Las manchas de bosque de ribera del río Cabra, que realmente en algunos puntos llegan a formar galerías al juntarse las copas de los árboles de ambas riberas, dicen que son las mejores conservadas de todo el oriente de Asturias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario