«El Campo es un ancianito y si tiene fiebre, hay que mirarlo»
JOSÉ VALDEÓN, PAISAJISTA Y JARDINERO
«No era partidario de declararlo Jardín Histórico. Cada pequeña actuación debe de pasar por treinta años de papeles»
Nacido en la calle Campomanes, el paisajista y jardinero José Valdeón volverá a recorrer el el martes los paseos en los que se crió y pasó una parte de su vida profesional: el Campo de San Francisco. Lo hará con una visita guiada a la que es obligatorio inscribirse. Atiende a EL COMERCIO desde la ciudad donde reside ahora: Málaga
-¿De dónde le viene la vocación de ser paisajista y jardinero?
-Siendo adolescente empecé a tener atracción hacia los elementos vegetales y un día alguien me dijo que había una manera de poner las plantas a tu gusto y con ornamentos. Fue como si se me encendiese una luz.
-Una profesión muy creativa, pero que no tiene un gran reconocimiento en España.
-Tiene un déficit de reconocimiento muy importante y eso genera dificultad a la hora de ejercer la profesión. La gente no está dispuesta a pagar y el 99% de mis clientes son extranjeros.
-Una seña de identidad de Oviedo son sus jardines, pero algunos se han perdido.
-Por ejemplo el del palacete de Concha Heres -actual sede del Banco de España- se derribó, pero se mantiene parte del arbolado. Sin embargo, del chalé de los Herrero, que estaba en la plaza de San Miguel, se perdió todo. Tenía un 'túnel de verdor' que estaba formado por una estructura semicircular de madera y con trepadoras.
-No todos pueden presumir de tener un Jardín Histórico en su ciudad. El Campo tiene esta catalogación. ¿Por qué es tan especial?
-Buena pregunta. Lo es porque la mayor parte de los ovetenses del centro, en el sentido amplio, nos criamos allí. Es una zona de desahogo para todo el mundo y el frescor que tiene en verano atrae a mucha gente. Paseos como el Bombé, La Rosaleda, el central o elementos como el kiosco de la música o el Palomar lo hacen extraordinario.
-Que sea un Jardín Histórico tiene sus inconvenientes. No se puede mover ni una piedra sin el correspondiente permiso de los técnicos.
-Personalmente, y lo he dicho mucho, yo no era partidario de ello. Para mi es más un parque urbano que un jardín y cada pequeña actuación debe pasar por treinta años de papeles.
-Muchos lo llaman el pulmón verde ovetense.
-Tenemos más como el parque de Invierno o del Oeste. Debemos de ser más sensibles con el Campo y tratar que conserve lo que tiene.
-Varios son sus problemas.
-Cualquiera que tenga ojos ve que hay cosas deterioradas, que no se arreglan. Yo no sé muy bien a qué se debe, pero no creo que sea cosa de esta Corporación. Se han acumulado y la clave es que haya un mantenimiento más o menos continuado. El Campo es un ancianito con bastón y si tiene fiebre, hay que mirarlo.
-¿Cuál es el más grave?
-El kiosco de Juan Miguel de la Guardia habla por sí mismo, pero lo que más me preocupa es el salón Bombé (el paseo del Bombé). Es uno de los gérmenes sociales del Campo y tiene una estructura muy definida: los canapés de ambos lados están en unas condiciones regulares y las dos fuentes conforman una integridad. Hay que recuperarlo lo antes posible.
-Faltan árboles. Algunos se talan por la edad y otros los tiran los vendavales.
-Es una dinámica normal en un sitio donde parte de sus elementos primordiales son vivos. También es cierto, y doy fe, que se hacen repoblaciones. Yo hice la primera repoblación en 1999.
-¿Y qué pasa con la flora ornamental?
-Digo lo mismo que con los árboles. La jardinería en el Campo está bastante bien atendida.
-Su sello lo llevan varias de las composiciones vegetales que allí hay. Recuerde alguna.
-El jardín oriental donde el edificio de Presidencia lo hice yo y está absolutamente descuidado, en el paseo central, que es la parte más sombría, hice dos conjuntos de plantas a ambos lados y en la zona de juego infantil hice un arriate, entre otras cosas.
-Es un poco complicado que la gente se familiarice con las especies que allí hay porque los carteles están en mal estado.
-Por mi experiencia sé que si sacas a la gente del castaño, roble y plátano no reconoce mucho más. A mí estas señales no me gustan. Sobran porque el que quiera saber de plantas, tiene muchas herramientas a su alcance.
-Otra de las joyas de Oviedo es el Naranco. Se hablan de muchos planes, pero no se hace nada.
-Está totalmente desaprovechado. Este es el típico tema que no pasa de una conversación durante décadas. En los últimos años no ha habido ni medio plan para intervenir en el monte y este podría ser el lugar de esparcimiento para los ovetenses.
-No se olvide del Prerrománico.
-Mire, en Gijón, se logró tener un plan de parque urbanos y periurbanos a 25 años de modo que cada corporación tiene que hacer unas actuaciones cada año. Ojalá se pudiese aquí y hacer algo digno para acompañar el Prerrománico.
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