¿Un pacto progresista y reformista? No en el Congreso. El primer acuerdo de Legislatura del secretario general del PSOE, que hace tan sólo cinco días apostó en Portugal por una alianza de la izquierda que impulsara el cambio en España, ha sido con la derecha. Todo para situar al vasco Patxi López al frente de la Presidencia de la Cámara Baja.
A cambio, el PSOE cede la mayoría en la Mesa a la suma de PP más Ciudadanos, que se garantizan tres y dos puestos, respectivamente, de los nueve que integran el máximo órgano de gobierno del Parlamento. Si esto es el cambio, nada ha cambiado en este arranque de la XI Legislatura porque la proporción del reparto -que los socialistas vendieron como fruto de un acuerdo únicamente con la formación de Rivera y el PP como un pacto a tres bandas- garantiza a la derecha política una mayoría que no es baladí en un mandato complicado, aunque será breve o brevísimo. Todo dependerá de si, al final, hay que repetir o no las elecciones, pero aún en el hipotético caso de que Sánchez -Rajoy ya da por perdida su investidura- lograra apoyos suficientes para ser investido, no hay quien apueste por que la Legislatura avance más allá de año y medio. En todo caso, la derecha podrá frenar decisiones de PSOE y Podemos, por lo que la de López será más bien una presidencia florero.
Cábalas aparte, el resultado de las negociaciones para el reparto de las Mesas del Congreso y el Senado permite al PSOE exhibir una presidencia que de facto no tendrá el control del órgano de gobierno del Parlamento ni siquiera en el caso de que sumara sus dos representantes a los dos de Podemos.
Toda cambia, pues, para que nada cambie, salvo en la estética. Aún así los socialistas presumen del resultado y niegan, sin demasiado éxito, que el PP forme parte del acuerdo, un extremo poco creíble después de que Mariano Rajoy anunciase ante la Junta Directiva de su partido que renunciaba a presentar un candidato alternativo a Patxi López. Y mucho menos sabiendo que el PP podría haber dificultado que el vasco se convirtiera en tercera autoridad del Estado si hubiera apoyado una candidatura alternativa con un presidente de Ciudadanos.
A cambio de no "cortocircuitar" la presidencia de López, el PP exigió tres puestos en la Mesa. El acuerdo fue a tres bandas, pero el centro de la negociación lo ocupó en todo momento el partido de Rivera que siendo la cuarta formación en número de diputados, consigue dos puestos -en lugar de uno- en el órgano de gobierno, que el presidente de la Cámara no sea del partido más votado y que el PSOE no tenga mayoría.
Podemos no se sumó al acuerdo porque los otros otros tres partidos le negaron la posibilidad de crear cuatro grupos, el del partido de Pablo Iglesias y los de las candidaturas con las que concurrieron en Galicia, Cataluña y Valencia. Claro que con su exclusión persiguen también convertirse en la principal voz de la oposición en el Congreso. Iglesias no ha tardado en agitar de nuevo el fantasma de una gran coalición a tres entre PP, PSOE y Ciudadanos:
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