lunes, 13 de abril de 2020

A Isidoro le gusta el Papel....

«Los ciudadanos son más conscientes de la gravedad de la situación que algunos políticos»

Felipe González fue presidente del Gobierno entre 1982 y 1996. / EFE
Felipe González fue presidente del Gobierno entre 1982 y 1996. / EFE

Firmante de los Pactos de La Moncloa en 1977, aboga por una «dinámica de acuerdos» entre fuerzas diferentes «sin excluir a nadie»

ADOLFO LORENTE
Para ser un «jarrón chino», como definió a los expresidentes del Gobierno, se conserva en plena forma. Felipe González (Sevilla, 1942) tenía 35 años cuando nacieron los Pactos de La Moncloa. Nadie mejor para hablar de política en una España noqueada por el coronavirus. Junto a Miquel Roca y Josep María Triginer es el único firmante de aquellos acuerdos que sigue vivo. Se ha autoimpuesto reflexionar mucho, hablar poco y molestar todavía menos, pero accede a charlar con este periódico de la España de entonces y la que diseñará un futuro incierto.
-¿Le ha llamado Pedro Sánchez para pedirle consejo?
-No me parece relevante, pero yo siempre estoy disponible.
-El presidente ha tomado como bandera los Pactos de La Moncloa para buscar el apoyo de la oposición. ¿Son reeditables?
-Las circunstancias eran diferentes. Entonces, acabábamos de votar democráticamente por primera vez en 40 años. La coyuntura social, económica y política era muy grave y delicada, así que Adolfo Suárez, que gobernaba la UCD sin mayoría absoluta, tomó la iniciativa de convocar en Moncloa a todos los líderes políticos con representación parlamentaria. Nadie se negó a comparecer y asumir el desafío que se planteaba.
-¿Nadie dudó?
-Todos estábamos dispuestos a enfrentar el desafío social y económico en su gran magnitud, y éramos conscientes de que la democracia naciente era frágil y había que intentar salvarla de los peligros que la amenazaban.
-¿No hubo a priori vetos o autoexclusiones, como ahora?
-Nadie se planteó si debían estar o no los comunistas de Carrillo, ni los representantes del PNV de Ajuriaguerra, ni los nacionalistas representados por Roca, ni la gente de Fraga. No hubo vetos ni autoexclusiones. La opinión pública, como ahora, quería que hubiera acuerdos. De esa disposición a pactar para enfrentar la crisis entre políticos de ideologías y procedencias tan diferentes se pudo pactar la Constitución del 78.
-Si la coyuntura era dramática en todos los aspectos, ¿por qué fue posible alcanzar un acuerdo y ahora parece un imposible?
-La necesidad de llegar a acuerdos es hoy tan necesaria como entonces o más. Las razones de fondo como luchar por salvar vidas, recuperar la salud y restaurar una economía dañada por la pandemia son ahora más necesarias.
-¿Cree que son reeditables?
-Me parece que más que un pacto debería instalarse una dinámica de acuerdos. Primero sobre lo inmediato, como recuperar la salud, salir del confinamiento, proteger a los más vulnerables y todo nuestro aparato productivo. Y después sobre el Presupuesto para 2021, que tendrá grandes dificultades para hacer políticas de gasto que nos saquen de la parálisis.
-¿Pero ve mimbres para ello?
-Es un problema de voluntad para servir a la sociedad más allá de intereses personales o partidistas. No faltan instrumentos ni siquiera inteligencia para llegar a un punto de cesiones de todos para poner los intereses generales por delante de lo demás. La coyuntura política para pactar lo que sea necesario hoy es mejor que la de los Pactos de La Moncloa.
-¿Seguro?
-Nada justifica una política de descalificación de cualquier interlocutor. Si algunos dirigentes no quisieran asumir la responsabilidad, estando en el Gobierno o en la oposición, tampoco hay que lanzar ataques que creen tensión en la sociedad. El que no quiera estar que no esté. Los ciudadanos decidirán cómo los califican.
-¿España está preparada para afrontar esta crisis?
-Si tenemos sociedad para superar esto debemos tener representantes que hagan su tarea de ponerse de acuerdo para responder a esa sociedad que les reclama que estén a la altura. Los ciudadanos son más conscientes de la gravedad de la situación que algunos representantes políticos y lo demuestran de manera abrumadoramente mayoritaria todos los días.
-¿Qué cesiones deberían hacer unos partidos y otros?
-Igual que hace 40 años, nadie debería poner condiciones previas a los pactos. Respetemos, hoy más que nunca, las reglas de la democracia constitucional y el estado democrático de derecho. El Gobierno de turno en España sale del Parlamento y solo el Parlamento puede decidir su composición. Todo Gobierno, guste o no, refleja un resultado electoral.
-En aquellos pactos estuvieron todas las ideologías. ¿La extrema derecha y el independentismo también deben estar ahora?
-Sería negativo excluir a alguien con representación parlamentaria, pero no es improbable que algunos no quieran estar. Vivimos alguna paradojas como que algunos que estaban entonces, hoy no parece que quieran estar. Y otros que no estaban, o los criticaban, ahora parecen ser los «dueños» de la cosa... de la Constitución.
-Ciertos sectores políticos y gubernamentales señalan al empresariado como el enemigo público 'número uno'. ¿Qué opina?
- Cuando hablo de no excluir a nadie y menos de buscar entre nosotros a «culpables», para señalarlos como obstáculos para implantar las medidas necesarias, pienso especialmente en los empresarios, de todos los sectores y todos los tamaños. Es peor que un error, que en política se cometen a veces, es una estupidez que no es perdonable en la gestión pública. Necesitamos a los empresarios prioritariamente para salir de la crisis. Lo único inteligente es contar con ellos. No quiero expresar con dureza la impresión que tengo al oír a los que buscan «culpables» para sus desvaríos.

Europa «se la juega»

-El PP considera esa reedición de los pactos un «señuelo» para impulsar un cambio de régimen.
-Creo que no hay razón alguna para alegar que el peligro de llegar a acuerdos es que pueden ser un señuelo para impulsar un cambio de régimen. Aunque algunos quisieran salirse del marco constitucional vigente rompiéndolo al hilo de los pactos, no sería posible porque nunca contarían con el Partido Socialista. No obstante, solo hablo en mi nombre, no representó a nadie. Además creo que la inmensa mayoría de la sociedad española no lo aceptaría.
-¿Esta incapacidad de llegar a acuerdos entre diferentes puede provocar una ruptura casi total entre sociedad y política?
-Esta sociedad que se sacrifica con responsabilidad para superar la pandemia, como único enemigo para todos, espera que los políticos se pongan de acuerdo. Si no lo hacen, la fractura entre representantes y representados se ahondará y sembrará el camino para populistas de todo signo.

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