sábado, 18 de junio de 2022

Isaac Rosa....* Un País de Pícaros +

“Hemos dado por bueno que no hay alternativa, y no somos capaces de imaginar otras formas de vida” Isacc Rosa presentó su última novela, "Lugar seguro" en El Manglar de Oviedo, en un acto de La Ciudadana. Por Víctor Guillot 18 junio 2022 Víctor Guillot es periodista y dirige el Centro de Interpretación del Cine en Asturias. Ha trabajado en La Nueva España, Asturias 24, El Pueblo de Albacete y el diario digital migijon. Colabora en la Cadena Ser. Su último libro, junto a Rubén Paniceres, se titula "Ceniza a las cenizas. David Bowie y la revolución visual de la cultura pop" (Ed. Rema y vive). Sus novelas son un latigazo contra la realidad, un abordaje de nuestra vida política y sentimental desde la apuesta firme por una vida más comunitaria, menos individualista, más transparente. Si “Final Feliz” afrontaba la novela amorosa ofreciendo una brillante perspectiva narrativa, desde el final de una relación hasta su comienzo, en “Lugar seguro“, Isaac Rosa le da la vuelta a la realidad y ofrece una anti-distopia en la que todo funciona mejor de lo que pensamos, contado desde el cinismo de un buscavidas que hace aflorar el fatum de la picaresca española. Con “Lugar seguro”, Rosa ha sido galardonado con el Premio Novela Narrativa Breve de este 2022 y sigue constatándose que es uno de los novelistas políticos más comprometidos con el desentrañamiento de la realidad, convirtiendo las contradicciones políticas, sociales y económicas en el reservorio desde el que emana la pequeña historia de nuestras vidas. Este viernes presentó junto a la poeta y parlamentaria Sofía Castañón su libro en El Manglar en un acto organizado por la asociación cultural La Ciudadana. En esta novela te incorporas a la tradición picaresca, que por otra parte es un género muy español. No estaba pensando en ese género, tenía otras ideas en la cabeza. Es verdad que el protagonista forma parte de la tercera generación de una familia de buscavidas obsesionada con el ascenso social y el dinero fácil. Eso permitió que se fuera vinculando a la tradición picaresca. Los picaros son personajes que vienen de abajo obsesionados con ganar una posición y recurren a todo tipo de tretas. Mis personajes son ese sentido unos pícaros y, como en la tradición picaresca, les acaba saliendo todo mal. Es el fatalismo del pícaro. Pero yo quería, más bien, escribir una novela que mirara nuestro tiempo de incertidumbre, con la vista puesta un poco más allá, a un futuro inmediatamente posterior a la pandemia y la guerra, a ese futuro que se nos pinta muy oscuro y al que yo quería asomarme y plantearlo de una manera más alternativa. Isaac Rosa en El Manglar. Foto: Alisa Guerrero Es que el futuro y el presente que se nos pinta es casi una profecía autocumplida. si observamos a Boris Jhonson en el Reino Unido, a Villarejo en España, el futuro, por muy picaresco que se preste a ser narrado no deja de ser muy oscuro y siniestro. Yo pensaba en el futuro desde la preocupación, no tanto del presente ni de lo que nos espera más adelante, sino desde una perspectiva que se planteara cómo hemos dado por hecho que será peor y por qué ese ánimo ha contagiado a toda la cultura contemporánea que se ha vuelto distópica. Hoy abunda en los productos culturales en clave distópica en la literatura, el cine y la televisión y eso ha calado en la sociedad y el estado de ánimo colectivo. Todos hemos asumido que el futuro va a ser peor y que, en el mejor de los casos, aunque no se cumplan las distopías tampoco podemos aspirar a algo mucho mejor. Yo comencé esta novela desde cierto cansancio o fatiga distópica hacia todos esos productos culturales que ni siquiera tienen ya el interés de la distopía de otras épocas que eran una crítica del presente o una advertencia política de mayor calado político. Las distopías de hoy lo que hacen es espectacularizar el fin del mundo, el apocalipsis, el desastre. Y contra eso, yo intentaba escribir una novela que no mirara al futuro, ni fuera distópica, ni utópica, sino anti-utópica, un relato que se realiza en un futuro cercano en el que no se hubieran cumplido las amenazas y se abriera la posibilidad de una alternativa mejor. Más que un relato distópico lo que hay es un narrador distópico que no cree en el cambio y defiende la existencia de bunkers que nos cuenta un futuro en el que sí hay gente que está tratando de abrir otros caminos, un movimiento ciudadano que quiere cambiar las cosas. Pero la novela se cuenta desde un personaje que no cree en eso. Crees que la fatiga cultural de la izquierda tiene como síntoma principal que no ha abordado nuevas escenas o experiencias artísticas y que esto ha dado paso a que los discursos culturales estén siendo fagocitados por la derechas. No hablaba tanto de la izquierda como de la cultura en general y esos productos culturales que transmiten una representación de la realidad y una posibilidad de imaginación muy conservadora y reaccionaria, incluso desde postulados de izquierda que intentan ser una crítica del presente pero acaban desembocando en una visión muy conservadora. “No podemos dar por bueno ese discurso que nos condena a ser esos pícaros” Y que se resigna a una sociedad más clasista, más hedonista e individualista Y que ya estaba antes e la pandemia. Hemos dado por bueno el discurso neoliberal que tiende a individualizarlo todo, empezando por los problemas y los conflictos. Parece que cada problema requiere una solución personal y que cada uno lo debe resolver con su animo, su pensamiento positivo y, si no es posible, con terapia o medicamente, cuando realmente, la mayoría de esos conflictos no tienen una solución individual sino social. Pero hemos dado por buenos algunos axiomas como “no hay alternativa” y por eso no somos capaces de imaginar otras formas de vida y de enfrentarnos a los retos del futuro con cierto optimismo. ¿Es la picaresca una buena herramienta para desnudar las contradicciones del discurso neoliberal? Tu que has hecho una novela de corte social, me llama la atención que Allan Silitoe, autor de Sábado noche, domingo por la mañana, perteneciente a esa novela social británica y “airada”, afirmaba que sus novelas y sus personajes no se podían entender sin la tradición picaresca española. No sabía esa devoción de Sillitoe por la picaresca española, pero es verdad que se ve mucho mejor Sábado noche, domingo por la mañana desde esa perspectiva. Es verdad que hay una picaresca que se va actualizando, adquiriendo nuevos rostros, pero que mantiene ese mismo sustrato. Sin embargo, mucha gente llega a desembocar en un fatalismo que se concreta en la sensación de que los españoles somos así y que nunca vamos a poder cambiar. Y tampoco podemos dar por bueno ese discurso que nos condena a ser esos pícaros. En tu manera de abordar la picaresca, bebes más de la ironía de Quevedo o del fatalismo de Calderon. Es una novela casí cínica, descreída, muy desesperanzada, pero es la del propio narrador que no es la mía. Me he pasado unas semanas distinguiendo su perspectiva y sus planteamientos de los míos, porque el que le da el tono de comicidad y amargura es el personaje. Isaac Rosa en El Manglar. Foto: Alisa Guerrero En el fúturo más inmediato, se está normalizando el discurso de la extrema derecha: donde se coloca y se propone el discurso narrativo de la izquierda, con qué planteamientos para una alternativa social, defensora de lo público. Es necesario abrir esa posibilidad, abundar en otras propuestas. En la novela, contada por por un chico que no cree en ello, un cínico, asomen esas posibilidades en el relato del resto de personajes. Al final, lo que plantean esos otros personajes tiene que ver con el futuro que tenemos por delante: qué futuro estamos dispuestos a afrontar y si pasan por la ecología, la justicia social, la soberanía alimentaria, los recursos energéticos o la construcción de la vida comunitaria, como alternativas a lo real, siguiendo a Mark Fisher. Lo que se le plantea a los lectores es como reaccionamos a esa alternativa. Cuando alguien propone algo que se sale de la línea habitual, respondemos con el mismo cinismo del personaje de mi novela. Yo croque es esa la tarea más difícil, la tarea de vencer las resistencias del sistema y las que ya llevamos dentro de nosotros mismos aceptando un cambio de vida y algunas partes de ese cambio serán esas renuncias. Esas resistencia son difíciles de vencer y nos hemos tatuado el lema No hay alternativa del thacherismo, lo hemos hecho nuestro, tal y como indica el realismo capitalita y vivimos en una imaginación capitalista corta. Lo real en el discurso narrativo de la izquierda queda muy soslayado al principio: la renuencia, el sacrificio. NO se si compartes que el mayor dilema es que la transformación de la realidad exige sacrificios. Sí. Tenemos una serie de asuntos urgentes permanentemente aplazados que no resolvemos porque no tocan pero que están ahí. No es que nos vayan a estallar, es que ya han estallado y en efecto implican un cambio profundo de vida que nos afectará y supondrá muchas transformaciones en nuestro día a día. La pregunta no es si lo vamos a hacer sino cómo, si será por las buenas o por las malas, repartiendo los sacrificios o no, si les tocará a los de siempre renunciar. ETIQUETASactualidad_cabeceraAlan Sillitoedestacadofuturokultur_cabeceraMarck Fishernovela españolaOviedoSabado noche domingo por la mañana

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