domingo, 19 de marzo de 2023

Verdes eran también, los Billetes para el " KAISER "

HUNOSA: del negro al verde La empresa pública se ha convertido en un agente de la transición ecológica, aunque con 30 años de retraso y cuando su plantilla es de 534 personas. Por Juan Álvarez 18 marzo 2023 Juan Alvarez Es ingeniero de minas. La noticia de que la central térmica de La Pereda ha conseguido ser adjudicataria de 50 MW en la tercera subasta de renovables convocada por el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITECO), permite que, gracias al régimen retributivo obtenido, se haya alcanzado la tan ansiada garantía de continuidad y empleo, lo que supone la culminación de un proceso de transformación de la empresa minera Hunosa en una empresa de energías renovables. Esta magnífica noticia ha sido como salvar un punto de partido subiendo a la red y ganando con una elegante volea, pero salvada esta crítica situación queda mucho camino por delante. Paradójicamente la biomasa tiene en sus inconvenientes su principal atractivo ya que es la única energía renovable que es muy intensiva en empleo: la baja densidad energética, es decir, que para conseguir la misma cantidad de energía se requiere utilizar más cantidad de materia prima y la necesidad de acondicionamiento o transformación para su utilización, hacen que la biomasa pueda constituirse como un motor para el desarrollo económico de las comarcas donde se implantan estas infraestructuras. Las ingentes necesidades de biomasa, entre 350.000 y 380.000 toneladas al año, debieran servir para la generación de actividad en las comarcas mineras y para realizar una gestión sostenible del recurso forestal de proximidad. Resulta evidente que, si se necesitara importar la biomasa, la energía necesaria para el transporte haría que las emisiones de carbono asociadas a la instalación distarían mucho de la neutralidad. Tampoco sería sostenible que se fuera produciendo una gradual sustitución de los bosques autóctonos del entorno por especies de crecimiento rápido, esta solo tendría sentido en los espacios mineros degradados (antiguas minas a cielo abierto, escombreras…) como forma de regeneración del suelo, como por otra parte llevan años demostrando estudios de la Universidad de Oviedo. Hay que esperar que el Polo de la Biomasa, creado por Hunosa en diciembre de 2021 y que aglutina a unas 30 empresas del sector, sirva para alcanzar estos objetivos. Otra cuestión relevante es que junto con la biomasa se contará con un 10% de combustible sólido recuperado (CSR). Bien es cierto que el proyecto ha superado todos los trámites medioambientales y que en países como Dinamarca, que son modelo en el desarrollo de las energías renovables, la incineración de residuos está muy generalizada, pero es que, a pesar de su imagen idílica, por cierto, con mucho de green-washing (basta ver la incineradora Amager Bakke que integra una pista esquí en sus instalaciones), hasta los daneses se pueden equivocar. Sus tasas de reciclaje son muy bajas y potenciar nuestro modelo: reducción, reutilización y reciclaje, resulta mucho más eficaz. Reforzar esta apuesta dejaría la valorización energética como la última y muy controlada opción, como así será. Central Térmica de La Pereda (Mieres) FOTO: Iván G. Fernández Todo esto hace que Hunosa esté hoy envuelta en una etapa de cambio radical, pero como todo proceso de transformación lo nuevo se ha ido escribiendo con categorías antiguas y se fue abriendo paso poco a poco, pero cuando la marea sube el vaivén de las olas no puede impedir el destino final. Así en un proceso lento y titubeante, plan tras plan, esta trasformación fue abriéndose camino y pasó de ocupar unas pequeñas líneas en los planes de empresa de principios de los años 2000 a ser la parte principal de la actividad en un futuro inmediato. Fue allá por 2007 cuando nació el germen de lo que hoy es una realidad; el Departamento de Nuevos Desarrollos. En un primer momento la apuesta inicial se centraba en paliar los efectos de los combustibles fósiles. Eran los tiempos en los que se pensaba que la captación y posterior almacenamiento de CO2 iban a ser la panacéa que permitiera que sin cambiar decididamente de modelo energético poder eliminar sus consecuencias. Así los primeros pasos se centraron en investigar si esa captación y posterior almacenamiento de CO2 en las estructuras geológicas asturianas y, en particular, en la cuenca carbonífera central asturiana (CCCA) era posible. Estos planes se concretaron en 2011 en el Proyecto de Captación de CO2 “Development of Postcombustion CO2 capture with CaO in a large testing facility (CaOling)” liderado por Juan Carlos Abanades en la central de La Pereda bajo el marco del programa European Community’s Seventh Framework Programme (FP7/2007-2013). El coste del proyecto fue de unos 6 millones de euros y en él se trataba solo parte del volumen de los gases de la chimenea de la central de La Pereda, de los cuales, aproximadamente el 12% es CO2. En este proyecto piloto se logró alcanzar una eficiencia en la captura del orden del 90%. El otro pilar de la actividad en aquellos primeros años fue el estudio de las estructuras de almacenamiento, este estudio llevó aparejado la investigación de los recursos gasísticos (convencionales y no convencionales) pues las estructuras capaces de almacenar gas son muy similares a las que pueden almacenar CO2. Se solicitó para ello el “permiso Villaviciosa”, compartido con Gas Natural y Vancast Exploración. En esta investigación se realizó una campaña sísmica de 19,6 Km distribuidos en tres líneas sísmicas en el año 2011, para investigar en profundidad el anticlinal de Viñón (Cabranes) con varios objetivos exploratorios dentro de esta estructura relacionados con yacimientos convencionales de gas natural. Además, el propio carbonífero aflorante en Viñón añadía interés a la investigación, al abrir las posibilidades a la explotación del gas contenido en las capas de carbón. Aunque existían indicios que animaban a la investigación (se tenía que realizar un sondeo exploratorio en una fase posterior), la incertidumbre en relación al éxito del proyecto y los costes hicieron que los socios desestimaran continuar. En cuanto al almacenamiento de CO2 en acuíferos salinos profundos se investigaron los materiales y las estructuras dentro de la CCCA y la Cobertera Mesozoico-Terciaria. En la cuenca carbonífera se llegó a la conclusión de que existía una muy baja porosidad y permeabilidad, las estructuras geológicas de almacén eran muy pequeñas y la única posible aplicación sería la inyección de CO2 para la extracción mejorada de metano (línea que fue rápidamente abandonada). En el estudio de la Cobertera Mesozoico-Terciaria se observó que en el Pérmico los materiales objetivo tenían escasa continuidad lateral y baja porosidad y permeabilidad, las estructuras geológicas no eran adecuadas y estaban situadas en niveles relativamente superficiales. En el Mesozoico algunos niveles eran adecuados para constituir almacenes debido a su permeabilidad y porosidad, así como su continuidad lateral, por ello se realizó un sondeo de investigación y se llevó a cabo una reinterpretación sísmica. La principal conclusión es que a priori existen estructuras, pero son muy pequeñas y su investigación en detalle costaría mucho dinero para que, en el mejor de los casos, se confirmen que son buenas, pero de escasa capacidad y con el hándicap de que suelen ubicarse en zonas bastante pobladas. Instalaciones de HUNOSA en el Pozu Barredo, Mieres. Al tiempo que se realizaban estos estudios para el almacenamiento de CO2 se estudiaban las posibilidades de paliar, en la medida de lo posible, el ingente gasto energético en el bombeo necesario para mantener la cota de seguridad en las minas cerradas (en la actualidad se bombean 35 Mm3 cada año, cantidad equivalente a toda el agua que puede almacenar el embalse de Tanes (Caso) o cuatro veces el de los Alfilorios (Morcín). El mantenimiento de esta cota de seguridad es uno de los llamados “costes eternos”, pues el desarrollo urbano en los valles de las comarcas mineras se realizó durante un periodo en el que el nivel piezométrico estaba deprimido artificialmente por la actividad minera. Al cesar esta actividad, si no hay bombeo que mantenga una cota de seguridad, se pueden producir daños impredecibles en las infraestructuras y viviendas pues el sistema acuífero está totalmente transformado después más de un siglo de minería. Esta elevada disponibilidad de agua y la constatación de que durante la lenta fase de infiltración en el terreno se produce un intercambio de calor que eleva la temperatura del agua, desde los 7-10ºC en que precipita a los 20-22 ºC en el agua bombeada, hace que se tenga un importantísimo recurso energético (34 MW térmicos) que puede ser aprovechado en sistemas de climatización. Para hacerse una idea de la magnitud: suministrando a 75ºC se podría tener una potencia térmica disponible de 47 MW. Todos estos estudios llevan aparejada la previa solicitud de los permisos de investigación y concesión de explotación del recurso y cristalizaron en mayo de 2011 con el acuerdo entre Hunosa y Gispasa para suministrar esta energía en el primer proyecto de climatización con geotermia de agua de mina; la climatización del Hospital Álvarez Buylla, un proyecto pionero y de gran importancia por tres motivos: La magnitud, el consumo de calor es 4.797 MWh y el de frío de 2.063 MWh (datos referidos a 2021). Su relevancia, la climatización de un hospital es una infraestructura critica. Y por la utilización de un recurso renovable, el agua de mina, que es utilizado por primera vez en España. Posteriormente este modelo, ligado al bombeo en el Pozo Barredo en Mieres, se repite en el proyecto de climatización del Edificio de Investigación del Campus de Barredo de la Universidad de Oviedo y en la Sede de la Fundación Asturiana de la Energía (FAEN). Todos estos proyectos tenían un condicionante importante; las bombas de calor, necesarias para elevar la temperatura hasta la temperatura de climatización, se instalaban en el punto de destino con lo cual se dificultaba la instalación y el mantenimiento y hacia difícil la implantación de un modelo a mayor escala que aprovechara todo el recurso disponible. Es ya en 2017 cuando desde el Departamento de Energías Renovables, que sustituye al anterior de Nuevos Desarrollos, se estudia la posibilidad de que con la mejora de los rendimientos de las bombas de calor trabajando a altas temperaturas de distribución y apostando por una distribución centralizada, análoga a los modelos de redes de calor que proliferan en Europa, se podría simplificar el mantenimiento y desarrollar al máximo el potencial del recurso energético, pues cualquier tipo de edificio podría unirse a la red. Solamente un año después, en 2018, se realiza en Mieres el proyecto de la primera red de calor con agua de mina en España que supuso una inversión de 1.421.541 € de los cuales, 503.125 € provenían de una subvención de los Fondos FEDER. El agua que se bombea en el Pozo Barredo cede su energía a un circuito de agua limpia por medio de un intercambiador y de allí se lleva a las bombas de calor, localizadas en la antigua sala de la máquina de extracción del pozo, estas bombas de calor elevan la temperatura del circuito de la red de calor que es el encargado de entregar la energía térmica en el edifico principal del Campus de Barredo, en el Instituto Bernaldo de Quirós y en dos edificios de viviendas en el Vasco Mayacina. Este proyecto por su originalidad y dimensión fue premiado por la Agencia Internacional de la Energía en los sextos Global District Energy Climate Awards de 2019 en Reikiavik, Islandia. Esta red de calor de Mieres fue replicada en 2021 en el Pozo Fondón en Sama de Langreo y con ella se climatiza el centro deportivo Juan Carlos Beiro, un edificio de VIPASA, el Centro de Salud de La Felguera, Langrehotel y la residencia Nuestra Señora del Fresno en La Felguera. En este caso la inversión ascendió hasta los 2.235.360 € de los cuales 1.136.215 € provenían de los Fondos FEDER. Todos estos proyectos, que quizás no tengan la visibilidad que merecen, son pioneros, incluso a nivel europeo, en sistemas de calefacción a gran escala y desvinculados del gas u otros combustibles fósiles, lo que hoy, no solo es bueno medioambientalmente, sino que toma un carácter estratégico. Además de la reducción de emisiones de CO2 (2018 toneladas de CO2 son evitadas en las instalaciones ligadas al pozo Barrero y 887 toneladas se evitarán en la red de calor de Fondón) estas redes de calor aportan un muy significativo ahorro económico a los edificios que se incorporan a la red. Otra gran ventaja es que estas redes son dinámicas y aunque el recurso de agua de mina llegue a su máximo aprovechamiento pueden ser ampliadas hibridándolas con calderas de biomasa o cualquier otro tipo de calor residual que pueda existir en el entorno. Adicionalmente suponen una forma de rehabilitar espacios industriales en desuso dándoles una nueva finalidad, también industrial, para dar servicio al área urbana en la que se implantan. Escombrera de Pumardongo. Foto: Iván G. Huerta En el último periodo Hunosa ha redoblado su apuesta por las energías renovables – desvinculándola de aquellas que están íntimamente ligadas al entorno y no son replicables en otros contextos, como el agua de mina – con un nuevo proyecto a desarrollar en la escombrera de Pumardongo, una planta solar de 11,3 MW de potencia y una producción estimada de 14 GWh, a día de hoy, el mayor proyecto solar de Asturias. Esta planta solar, que se podría ampliar a los 50 MW, puede ser la base sobre la que se asiente la producción de hidrógeno verde, que es uno de los pilares para que la descarbonización pueda llegar a industrias o actividades que hoy dependen casi al 100% de los combustibles fósiles. Con esto se completaría la rehabilitación de la escombrera de Pumardongo una vez que se reduzca la necesidad de albergar los estériles y cenizas de la central de La Pereda después de su transformación en una central de biomasa. Sin embargo, no habrá que esperar a ver finalizada planta solar en Pumardongo para que la primera planta de producción de hidrógeno verde vea la luz, ya que esta se ubicará en el Pozo Fondón, en Langreo y en la que Hunosa cuenta con la colaboración de Duro Felguera y Nortegás. La energía renovable para esa planta piloto procederá de una planta fotovoltaica que se instalará en terrenos de Hunosa y parte a través de un ppa (contrato de compraventa de energía) con garantía de origen renovable. El hidrógeno producido sería consumido en la flota de autobuses de Alsa y en la red Nortegás, en la que se podría experimentar los porcentajes de hidrógeno que admite una red convencional de gas. Tema crítico para que el hidrógeno verde pueda tener relevancia como almacén de energía renovable. Una de las razones para que la planta de producción de hidrógeno se instale en el Pozo Fondón es que este proceso de producción produce una gran cantidad de calor residual lo que, como habíamos señalado anteriormente, podría reforzar la capacidad de la red de calor en Langreo. Todos estos proyectos hacen que HUNOSA sea hoy de facto uno de los agentes fundamentales para el desarrollo de la transición energética de Asturias. Una transición que no debería entenderse sin cohesión territorial. Las zonas generadoras de estos recursos no deben ver estos proyectos como una amenaza que explota sus recursos en beneficio de los grandes centros de consumo, más aun en las cuencas mineras (no solo asturianas), en las que el modelo mina – central térmica generaba problemas medioambientales, sí; pero a cambio daba riqueza, vida e identidad a esas comarcas. La transición energética no debe suponer la sustitución del anterior modelo por algo ajeno sino que el reto debería ser llegar a crear un vínculo identitario semejante, las cuencas mineras podrían llegar a ser un ejemplo a escala local del modo de generación energética en el sXXI. Asturias debe darse cuenta que el tiempo apremia porque no podemos olvidar que estos proyectos se hacen en una compañía que cuenta en la actualidad solo con 534 personas por los procesos de prejubilación derivados de los planes de empresa desde 1991. Si en aquellos primeros 2000, en los que Hunosa todavía contaba con 6.866 personas, se hubiera hecho una apuesta de transformación semejante, qué diferente hubiera sido todo.

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