miércoles, 3 de mayo de 2023

Res bravía y....desbocada!

Ayuso proclama la independencia de Madrid y su incontestable liderazgo dentro del PP diaz_ayuso Roberto R. Aramayo ROBERTO R. ARAMAYO 3 DE MAYO DE 2023, 8:59 Ayuso aprovecha la fiesta madrileña del dos de mayo para ensalzar su papel como presidenta y dejar claro que España no tiene cabida en Madrid, al menos hasta que se la reconozca como presidenta de las Españas y expulse al rojerío de las instituciones. El mayor logro es que nadie viese a Feijóo como líder de la oposición, porque hace tiempo que asumió ella esas funciones. En el discurso que llevaba escrito no dejó de saludar a Bolaños como ministro de la presidencia y representante por tanto del mismísimo Sánchez, el enemigo a batir, cuyas reformas legislativas tienen que ser abolidas para salvar a la patria. En Madrid no hay lugar para vagos ni maleantes. Tan solo cabe la gente de bien. Por eso no hay pobres ni rojos. A los profesionales de la sanidad hay que meterlos en cintura porque, además de ser unos vagos redomados, osan criticar la intachable gestión del ayusismo, que ha demostrado estar por encima del bien y del mal, como si contara con esa inmunidad que parecía exclusiva del rey emérito. ¿Qué hubiera pasado si el protocolo institucional se hubiera subvertido en Cataluña o el País Vasco? ¿Por qué Madrid es diferente? ¡Matadlos!, consigna de alta política Fernando VII consiguió imponer un absolutismo donde no cabía ninguna contestación ni tampoco las ideas progresistas. Es lógico que a la incontestable lideresa del Partido Popular y a su valido, Miguel Ángel Rodríguez, les interese reivindicar aquel espíritu absolutista en la festividad madrileña, puesto que les va como anillo al dedo. No hay que repetir la operación de acoso y derribo que fulminó a Pablo Casado. A Feijóo sencillamente no se le ve cuando comparece con Ayuso y, por otra parte, convierte la batalla de Madrid en un duelo entre Sánchez y ella. Pablo Casado resultó elegido sin estar en las quinielas como resultas del enfrentamiento entre dos figuras de peso para su partido, como lo eran María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaria, quienes habían oficiado, respectivamente, como Secretaria General plenipotenciaria y omnímoda vicepresidenta. La división entre ambas esferas de influencia y sendas cuotas de poder hicieron posible que prosperase una candidatura inesperada, que Cospedal apoyó en la segunda vuelta para perjudicar a su rival, desbancando las posibilidades de Soraya. El anti feminismo de Ayuso A Casado no le debió resultar fácil reclutar un equipo solvente, porque los partidarios de las otras dos candidaturas en liza no querían significarse y aparecer como desleales a su jefa de filas. Que la mano derecha de tu lugarteniente, Teodoro García Egea, fuese alguien como Alberto Casero resume bastante bien la solvencia de sus colaboradores. Las apuestas personales para puesto clave le salieron de aquella manera. Cayetana Álvarez de Toledo decidió tener voz propia en su papel de portavoz en el Congreso y no le gustó nada que no se apreciara su forma de hacer las cosas. Como cabezas de cartel para las elecciones municipales y autonómicas en Madrid Casado eligió dos pesos pluma dentro del partido. Almeida y Ayuso no ganaron las elecciones, pero Ciudadanos les hizo no desaparecer del mapa y ahí siguen. El primero llegó a ser portavoz nacional del partido, puesto del que dimitió dejando al pie de los caballos a quien le había designado. Cuca Gamarra, que sustituyó a Cayetana como portavoz parlamentaria cambió pronto sus lealtades, al aceptar ser secretaria general con Alberto Feijóo. Sólo Pablo Montesinos mostró un semblante serio en la despedida del hasta poco antes aclamado como líder indiscutible de su partido. Ayuso en el colmo de lo estrambótico Ayuso le debía el despegue de su carrera política, porque sin la sorpresiva designación de Casado se la hubiera recordada como la twittera del perrito Pekas y no como la transfiguración neoliberal de Esperanza Aguirre. Al partido que permitió llegar a presidir la Comunidad madrileña lo despachó sin contemplaciones en cuanto les consideró prescindibles y defenestró a Casado por airear un trapo sucio que, de ser una patraña, hubiera podido clarificarse sin más. Feijóo ya está fuera del ring.

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