sábado, 15 de julio de 2023

La complejidad de Asturias la pintó....VALLE.

Evaristo Valle cumple 150 años El pintor gijonés nació un 11 de julio de 1873 y murió a los 77 años, siendo una figura clave de la renovación de la pintura española Por Bernardo Álvarez 15 julio 2023 Evaristo Valle y Rosa Turcios en 1950. Recomendados Evaristo Valle cumple 150 años 15 julio 2023 “El feminismo está llevando a muchas mujeres al sindicalismo” 15 julio 2023 Lucha de clases, lucha feminista 15 julio 2023 Banda ancha vía satélite para el medio rural asturiano 15 julio 2023 Bernardo Álvarez Bernardo Álvarez Graduado en psicología y ahora periodista entre Asturias y Madrid. Ha publicado artículos en ABC, Atlántica XXII, FronteraD y El Ciervo. Esta semana habría celebrado su 150 cumpleaños el pintor Evaristo Valle, uno de los artistas que más y mejor han reflejado en sus obras los paisajes de Asturias y las costumbres de sus habitantes. Valle nació en Gijón un 11 de julio de 1873, durante la efímera I República, en una familia de ilustres apellidos y capacidad económica. El futuro pintor fue el tercero de los seis hijos fruto del matrimonio entre Marciana Fernández Quirós y Evaristo del Valle Álvarez, un juez de paz que fallecería cuando el pequeño artista contaba solo 10 años. “A los dos años de edad dibujé unos muñequitos, dibujos que mi padre llevó siempre en su cartera de bolsillo”, recordaba con nostalgia Valle muchos años después. Siendo niño se mudó junto a su familia a San Juan de Puerto Rico, una estancia que duraría solo pocos meses a causa del fallecimiento de su padre. Regresó entonces a su Gijón natal para seguir con su educación y empezó a pintar y a dibujar con mayor ahínco y constancia. Pronto empezó a ganarse la vida con su talento, y sus primeras caricaturas aparecen en 1897 en la revista barcelonesa “La Saeta”. Pese a su natural inclinación artística e intelectual, Valle practicó otros oficios más mundanos-empleado en una casa de banca y en una refinería de petróleo-antes de marcharse a París, con solo 17 años, para entregarse definitivamente a la pintura. En la capital francesa, donde fue vecino del dibujante y escultor Amadeo Modigliani, Valle maduró su técnica y su estilo, que le llevarían a ocupar un lugar destacado en la renovación de la pintura española del siglo XX. Su efervescencia creativa no se limitaba a la pintura al óleo, y ejerció también de escultor, dramaturgo, novelista y dibujante. Un creador inquieto y atento a la vida de su alrededor, como testifican las decenas de cuadros en las que refleja y deforma la vida social y cultural de su tiempo, o la obra de teatro “El Sótano”, una comedia dramática en dos actos que escribió encerrado en su casa mientras allá afuera triunfaba, y era derrotada poco después, la revolución minera del 34. Busto de Evaristo Valle en su Casa-Museo. Foto: David Aguilar Sánchez Pese a su apego a los temas y escenas locales, Valle fue también un hombre cosmopolita, de singular cultura y vastos intereses. De entre sus amigos podemos citar a Ignacio Zuloaga, Nicanor Piñole, José Ortega y Gasset, José Francés, Gerardo Diego o Mariano Benlliure. Sus pintas de pintor bohemio-“melena florentina”, cuellos anchos y chalecos de colores-impactaban a los gijoneses de la época. Además de París, Valle viajó a Londres, Bélgica, Holanda, Italia, La Habana o Nueva York. Algunas de sus obras se inspiran también en escenas africanas o caribeñas, como el “Cuadro visto en Jamaica (Maternidad negra)”, expuesto en el Museo de Bellas Artes de Asturias. De su obra escrita se pueden rescatar las cartas ficticias firmadas desde El Cairo y publicadas en el diario El Comercio, en las que Valle sacaba todo su potencial satírico y humorístico. “A Evaristo Valle no se le puede encuadrar en ninguna escuela pictórica, ya que a pesar de que se adivinan en sus obras diversas influencias, estas forman parte más bien de un entramado común que de un estilo concreto. Su pintura destaca por una gran riqueza cromática y un fino sentido del humor”, tiene escrito sobre su obra el pintor langreano Avelino Mallo. El pintor en una imagen familiar. Enrique Lafuente Ferrari, historiador del arte y principal biógrafo del pintor gijonés, dijo que “la espontaneidad y la exquisitez de Goya empalma la pintura de Evaristo Valle. Valle pertenece a este linaje, con el que entronca también el Picasso de las épocas dolientes, azul o rosa, las de los mendigos y arlequines, las de los vencidos que cantan con expresión y sus colores, el dolor y la maravilla de la vida. Algunos raros artistas como Evaristo Valle supieron herir la nota lírica, concebir la pintura como poesía (…) Valle, en su solitaria originalidad, entronca con esa corriente soterrada, profunda y redentora de la sequedad impasible, de la materialista dureza que informa largos capítulos de nuestra pintura”. Evaristo Valle no fue un artista maldito que tuviese que esperar a la muerte para obtener reconocimiento. Su obra fue valorada, y bien pagada, en vida, lo que le llevó a exponer y vender sus cuadros por toda España y también en el extranjero. Sí tuvo un carácter oscuro y melancólico, con periodos depresivos y una fuerte agorafobia que le encerraban en casa y le mantenían alejado de los pinceles durante años. Estos se alternaban con fases más luminosas y de hiperactividad artística. A su muerte en 1951, con 77 años, su obra alcanzaba ya un volumen considerable. Tanto que, como ha explicado Gretel Piquer, autora de la tesis doctoral sobre su figura, “seguimos estudiando y profundizando en la obra del artista, encontrando lienzos perdidos bajo otros. La investigación nunca termina y menos con artistas con procesos creativos tan complejos como los de Valle”. De cara al otoño, el Museo Evaristo Valle inaugurará una exposición que incluirá obras inéditas del gijonés.

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