lunes, 10 de julio de 2023

Quién la teme?

“Herencia universal”. Dossier Jordi Arcarons Daniel Raventós Julen Bollain 06/07/2023 Compartir: Facebook Twitter Telegram “Herencia universal” ¿quién teme a la renta básica? Jordi Arcarons y Daniel Raventós Algunas de las buenas consecuencias que están produciendo para estas elecciones del 23 J ciertas propuestas de Sumar son las que promueven un debate sobre algunos aspectos económicos. Incluso sobre los impuestos: uno de los temas más visceralmente polémicos allá donde los haya. Los impuestos son valorados de forma muy diferente según se pertenezca a un pensamiento próximo al liberalismo o a uno cercano al republicanismo socialista. Para los partidarios del primero los impuestos serían algo así como un robo hacia los más ricos (aquí se pueden consultar algunos de sus argumentos más actuales que proponen aplicar en el reino de España). Para los segundos, entre los que nos situamos, una condición de la libertad. En medio podemos encontrar todo tipo de variantes más o menos anodinas. Otra buena consecuencia de las propuestas de Sumar es mostrar el desastre del Ingreso Mínimo Vital. Tanto por concepción como por gestión. Y es gratificante ver antiguos supporters del IMV que hablaban de un salto histórico del Estado de bienestar o genialiadades parecidas, hoy en Sumar criticándolo con argumentos si no originales sí impecables. La “herencia universal” y alguna cifra Ha causado cierto interés en algunos y visceral rechazo en otros la propuesta de Sumar sobre la “herencia universal” de 20.000 euros a las personas que vayan cumpliendo 18 años. Algunas críticas se refieren a su universalidad y son tan mediocres como todas las conocidas precisamente contra todas las medidas universales. Otras se refieren a su falta de concreción en cómo financiar la propuesta. Las más vulgares hacen referencia a que se trataría de una subvención que costaría a otros demasiado dinero.[1] Hace ya unas semanas escribimos este artículo en el que aportábamos algunos números. De forma muy sorprendente, también hubo quien nos reprochó que lo hiciéramos porque se trataba solo de lanzar ideas. Pero parece que ahora aquellos números se dan por correctos. Lamentablemente, sigue habiendo errores de concepción y de cálculo. Apuntaremos cuatro. Uno. Se dice que los 10.000 millones anuales que costaría la propuesta se financiarían con el impuesto temporal de solidaridad de las grandes fortunas (IGF) que pasaría a ser permanente. Cuando por este concepto, según el propio gobierno, se recaudarían 1.500 millones, aunque en realidad serían tan solo 635 debido a un error de redacción de la norma que han sabido aprovechar los grandes patrimonios de Andalucía y Madrid. Dos. Uno de los portavoces de Sumar anuncia que esta “herencia universal” tendría “un destino finalista: el dinero deberá invertirse y justificarse en un proyecto de inserción laboral, emprendimiento o formación. Además, la Administración del Estado deberá asesorar al receptor del dinero en el diseño de sus planes formativos, laborales o empresariales”. En buena justicia debería decirse “herencia condicionada”, o "universal y condicionada" ¿verdad?, aunque quede más feo. Condicionada a que los planes formativos, laborales o empresariales sean del agrado de los controladores pertinentes. Y al destino finalista que vaya a usted a saber cuál deberá ser. Tres. Una “herencia universal”, más conocida en la literatura académica como “capital básico” que quizás es menos bonito, sobre esto no vamos a discutir, se puede traducir en una renta básica (y una renta básica se puede traducir en un capital básico). Pero no por ello pueden equipararse estrictamente. Son aspectos tratados académicamente ya hace muchos años.[2] Concretamente, la propuesta de Sumar en el caso de una vida no muy larga, pongamos de 75 años, supone una renta básica (sin contar la devaluación por la inflación en tantos años, cosa que pasamos generosamente por alto) de 29 euros al mes. Si la persona vive menos la renta básica sería mayor, si vive más menor, claro. Se trata de una cantidad francamente pequeña si queremos tratar aspectos tan importantes como libertad, existencia material garantizada, etc. Y aceptamos que sean aspectos que puedan importar un higo a las personas que defienden una “herencia universal”. Pero a nosotros nos importan y por eso lo comentamos. Cuatro. Se dice que la propuesta tiene precedentes en Thomas Piketty. Está bien referirse a autores de moda, pero la cosa viene de mucho más lejos. Quizás no esté tan de moda, aunque a nosotros nos encante hacerlo, citar a revolucionarios como Thomas Paine de quien sí es la idea original de la propuesta. Pero, aparte de la paternidad, de por sí importante en el debate de las ideas, lo que aquí es relevante es que Piketty sugiere como cantidad 120.000 euros, lo que es 6 veces más que lo que plantea Sumar. Algo no precisamente de poca importancia. Además, este autor propone un impuesto sobre la riqueza/patrimonio que no tiene absolutamente nada que ver con el IGF, dado que el tipo efectivo máximo que él formula es del 90 % (cuando el del impuesto del patrimonio es del 2,5 % y el del IGF del 3,5 %). Hemos calculado que el esquema de Piketty aplicado a la muestra del Panel de Hogares de 2019 del reino de España y con tres condiciones[3] que nos parecen digamos prudentes, supondría una recaudación de 9.100 millones de euros, es decir, casi 5,1 veces más que lo que el impuesto sobre el patrimonio y el IGF juntos hubieran recaudado en 2019, (o 2,4 si el error de redacción de la norma puede subsanarse). En cualquiera de los dos últimos casos, la distancia respecto a lo que debería recaudarse para financiar el coste de 10.000 millones de la propuesta de Sumar es más que evidente (entre 6.450 y 7.300 millones de euros). E, incluso, con un impuesto muchísimo más agresivo para las grandes fortunas como el que propone Piketty seguiría incurriéndose en un déficit de 900 millones euros de financiación. No cabe duda, vistas las noticias que periódicamente nos señalan del más que inmoral grado de concentración que está alcanzando la riqueza y los beneficios de las grandes empresas a nivel mundial, donde el reino de España no es ninguna excepción, que resulta ya imprescindible, por salud democrática, diseñar un impuesto sobre la riqueza, para frenar y revertir esa concentración. Es reconfortante saber que la propuesta de Sumar hable de hacer permanente el IGF, pero visto todo lo que hemos apuntado hasta este momento, lo sería aún más que propusiera una reforma del mismo un tanto más osada que la actual.[4] Con lo expuesto hasta ahora, tenemos la impresión, y algo más que la impresión, que hay propuestas que rodean, rozan, flirtean con la renta básica, pero que eluden llegar a abrazarla completamente. Es como si fuera algo tan prohibido, tan peligroso, tan irreverente que todo vale para evitarlo, aunque nos acerquemos peligrosamente. Da miedo, parece ser. Sabemos que alguna persona ingeniosa le ha puesto literatura: el miedo a la renta básica o quién la teme. Hace pocos días, uno de nosotros, tuvo la ocasión de debatir en la Universitat Pompeu Fabra con un crítico de la renta básica que proponía un impuesto negativo sobre la renta, complementado con trabajo garantizado, con subsidios condicionados, con herencia universal… La cosa más rebuscada y superferolítica que imaginarse pueda, pero parece que todo vale menos defender la renta básica. ¿Cuál es el problema? No somos especialistas en psicología, pero empezamos a pensar que tendremos que estudiarla a fondo para entender determinadas situaciones. Acabar con la pobreza junto a una concepción determinada de la libertad Avanzamos lo que hemos mostrado con mucho detenimiento en un próximo libro[5] que se publicará a finales de septiembre. Financiar una renta básica mediante una reforma del IRPF, un impuesto sobre la riqueza (éste sería un buen ejemplo de la osadía a la que nos referíamos un poco más arriba, una osadía que tampoco sería heroica para poner las cosas en su sitio) y un impuesto ambiental es justo, racional, factible y viable. Con efectos inmensos sobre la redistribución de la renta. Nos atrevemos a decir que espectaculares porque modificaría los indicadores más utilizados, como el índice de Gini por ejemplo, a niveles de los países más igualitarios actualmente del mundo como Suecia, Dinamarca, Finlandia y Noruega. Mostramos cómo puede financiarse no solamente para el reino de España sino para toda la Unión Europea.[6] Resultado que, sea dicho sin la menor intención de importunar, no sabemos de la “herencia universal”. Una reflexión que cada vez se nos sugiere desde distintos orígenes. Tiene la forma de dos preguntas. La primera: ¿cuánto cuesta una renta básica? Llevamos tiempo en ello y, aunque los datos que vamos disponiendo son cada vez mejores y más completos, los resultados no cambian significativamente. El coste neto del supuesto más caro de los cuatro que se contemplan en nuestro actual estudio se sitúa en algo menos de 14.000 millones de euros, una cantidad que supone el 1,12 % del PIB. Debe entenderse que esta cifra es un saldo negativo entre lo que aportan los más ricos y lo que perciben los más pobres, puesto que la hipótesis que sustenta el cálculo es la redistribución de la renta entre ricos y pobres.[7] Se trata de una propuesta que otorga a cada persona una cantidad igual al umbral de la pobreza,[8] financiada de forma favorable a los que menos renta tienen y que supone un beneficio para aproximadamente el 80 % de los hogares de menor renta y una pérdida para el 20 % de los hogares más ricos. Una propuesta que acaba con la pobreza que como es sabido ronda los 10 millones de personas en el reino de España. No son palabras menores. Acabar con la pobreza es un objetivo inmediato para toda persona partidaria de la libertad republicano-socialista, que debemos aceptar deportivamente que no es compartida muy mayoritariamente quizás por gran parte de la izquierda. La segunda pregunta, que no se realiza tan habitualmente, es: ¿cuánto cuesta no disponer de una renta básica? Pongamos costes en salud mental,[9] costes en presos por pequeñas delincuencias, costes en pobreza infantil (sabemos que son 63.079 millones lo que cuesta anualmente la pobreza infantil en el reino de España, el 5,1% del PIB, según un informe del Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil), costes por situaciones de malestar en el empleo, entre otras. Se nos podrá reprochar que la propuesta de la renta básica que defendemos es una opción muy determinada de una política económica. Una opción republicano-socialista de la libertad que ya hemos admitido que quizás no es compartida por gran parte de la izquierda. Esta opción nos atrevemos a calificarla quizás de forma imprudente de reforma emancipadora. Y sí, por decirlo con las palabras de David Calnitsky: “El concepto de reforma emancipadora, por otra parte, se refiere a una política social que puede mejorar una privación concreta, pero lo hace de un modo que nos acerca a una visión moral subyacente. Se trata de políticas que inclinan la balanza del poder y refuerzan la posición de los pobres y los trabajadores cuando se enfrentan contra jefes, cónyuges y otras personas poderosas en sus vidas”. La opción por la renta básica es una opción en defensa de la existencia material de toda la población, condición para poder ejercer la libertad. Es una opción para, efectivamente, inclinar la “balanza del poder”. Y hay otras opciones muy diferentes, muy cierto. Por ejemplo, las que conocemos aplicadas realmente. Sea dicho sin ánimo tampoco de importunar: presupuestos militares cada vez más desorbitados y dádivas milmillonarias a la iglesia católica (sin denuncias del concordato vergonzoso), ¿se imaginan estas partidas sirviendo para contribuir a la existencia material de toda la ciudadanía, ayudando a financiar una renta básica? Quizás es pedir demasiado, y sin ánimo de parecer inoportunos una vez más, solamente lo sugerimos para lo que pueda servir. Apostilla Si alguien pretende inferir de nuestro artículo que únicamente queremos contraponer la renta básica a la llamada herencia universal creemos que está equivocado. Lo que pretendemos es fomentar la claridad en el debate de las ideas. En todo debate ninguna idea merece ser respetada en un sentido muy preciso: todas merecen ser discutidas. Y es lo que intentamos hacer. La renta básica tal como ha sido estudiada en sus vertientes filosófico-políticas y económicas nos parece una propuesta mucho más eficiente, consistente y mejor fundamentada para la libertad de la mayoría no rica que la herencia universal. Acostumbra a ser más aceptado que la defensa de que todo es compatible y hasta complementario es más simpático que defender una propuesta en detrimento de otras. Puede ser. Pero simpática o no, no es nuestra forma de entender cómo funciona el mundo y las distintas propuestas que pueden hacerse para que funcione algo mejor en beneficio de los no estrictamente ricos. Notas: [1] Solamente apuntaremos a esta repetida crítica a los “subsidios” una cita que nos evitará demasiadas palabras: “Los subsidios y otros derechos similares son normalmente vistos con reticencia, al considerar que distorsionan el mercado y llevan a la ineficiencia o incluso a la corrupción. Sin embargo, se puede argumentar que la protección legal de la que goza el capital es la madre de todos los subsidios”. Como lo expresa impecablemente Katherina Pistor. (El código del capital, Capitán Swing, Madrid). [2] Un resumen de cuyos resultados puede encontrarse en Basic income: A radical proposal for a free society and a sane economy, Harvard University Press, 2007. Sus autores, Philippe Van Parijs y Yannick Vanderborght, concluyen: “Si es necesario elegir entre una renta básica de un nivel significativo y un capital básico ‘equivalente’, quienes están comprometidos con la libertad para todos deberían optar sin sombra de duda por la primera”. [3] 1) La renta personal debería superar el límite en el que se establece el 5 percentil superior de la distribución de la misma. 2) El patrimonio neto personal debería superar el límite de 500.000 euros fijado como mínimo exento. 3) El impuesto devengado no podría exceder del 60% de su renta personal. [4] Por no entrar en la propuesta de la renta máxima que ya entendemos que no es apta para corazones sensibles, aunque sean de izquierdas. Por ejemplo, este artículo. [5] Arcarons, J.; Bollain, J.; Raventós D.; y Torrens, L., En defensa de la renta básica. Ed. Deusto, 2023. [6] Esto lo avanzamos en Arcarons, J.; Raventós D.; y Torrens, L., «Una renda bàsica europea», Fundació Irla y Coppieters Foundation, 2023, https://irla.cat/wp-content/uploads/2023/05/estudiirla-renda-basica-europea-web.pdf [7] El artículo de Scott Santens publicado el año pasado en Sin Permiso es muy revelador al respecto. El título es prístino: “Cómo calcular el coste de la Renta Básica Universal (pista: no es tan fácil como puede parecer)”. [8] Según la escala de equivalencia la OCDE con la que se trata de dar solución a la idea de que los costes fijos del hogar no aumentan en la misma proporción que su tamaño. [9] El reciente informe Precariedad laboral y salud mental redactado por una comisión de personas expertas en el tema y coordinado por Joan Benach decía, por ejemplo: “La renta básica universal podría tener importantes efectos beneficiosos para la salud mental de toda la población y aumentar la equidad, ya que reduciría la incertidumbre vital y el desgaste psíquico causado por el estrés que sufren las personas desempleadas y quienes están en situaciones de precariedad laboral y temen perder su empleo”. Fuente: www.sinpermiso.info, 9 de julio de 2023 La herencia universal y el juego de los privilegiados que nos condena a la precariedad Julen Bollain Vivimos en una sociedad que aboga por la meritocracia y la cultura del esfuerzo, donde a menudo se nos dice que nuestras posibilidades de éxito están determinadas por nuestro duro trabajo y nuestras habilidades individuales. El modelo meritocrático dibuja una sociedad donde la jerarquía entre las personas viene determinada según los méritos de cada una y no según la clase social a la que se pertenece. Un martillo que nos golpea diariamente, repitiendo que una persona que nazca en una familia con pocos recursos, y gracias a una supuesta igualdad de oportunidades, podrá mejorar su situación a través de su esfuerzo. Ya sabes, si te esfuerzas, llegarás lejos. Las herencias son el nuevo esfuerzo Nuestra sociedad tiene tatuado el discurso rancio de la cultura del esfuerzo. Sin embargo, una mirada más profunda revela la cruda realidad: el 80% de los niños y las niñas que nacen en familias pobres, mueren pobres. Estudios demuestran que el 60% de nuestros ingresos dependen de dónde hemos nacido, el 20% de cuánto ganan nuestros padres y el 20% restante hay que repartirlo entre el esfuerzo, la suerte, la raza y el género. La cuna de nacimiento y el apellido, por tanto, importan mucho más que el esfuerzo en la determinación de nuestro futuro. Dicho de otra forma, si quieres ser rico, más te vale nacer en una familia rica de un país rico. Como le ocurrió a Gina Rinehart, una minera australiana con un patrimonio de 29.000 millones de dólares—la mujer más rica del mundo entre 2012 y 2015—. Rinehart, quien considera que toda su fortuna es merecida y que quien no lo vea así es un envidioso, también se atreve a darnos consejos realmente interesantes. Ella afirma que si tienes envidia de quienes tienen más dinero, no debes quedarte sentado quejándote; debes hacer algo para ganar más dinero: gasta menos dinero en beber, fumar o salir de fiesta y pasa más tiempo trabajando. Debes crear tu propio éxito. Sin embargo, como bien apunta George Monbiot, Rinehart olvida el mejor consejo que nos podría haber dado: Si quieres convertirte en una persona enormemente rica, hereda una mina de hierro y una grandísima fortuna de tu padre. Y es que, si Rinehart se hubiera pasado toda la vida tumbada en la su cama tirando daros a la pared, seguiría siendo asquerosamente rica. Es innegable la enorme influencia de la herencia económica en nuestras vidas. Actualmente el 73% de la desigual distribución de la riqueza en España, muy por encima de países de nuestro entorno, deriva de las herencias. La herencia media en España es, de hecho, la tercera mayor dentro las economías desarrolladas: 105.340 euros. Hasta el punto en el que más del 95% del patrimonio de las clases medias españolas proviene de las herencias. Eso sí, no todas las herencias son iguales. La herencia media del 20% de los hogares más ricos en España está por encima de 300.000 euros. En el 20% más pobre, sin embargo, no llegan a 5.000 euros. Así que, lo dicho: si quieres ser rico, más te vale nacer en una familia rica de un país rico. Negar las desigualdades que generan las herencias es perpetuar el mito de la meritocracia y desviar la atención de las desigualdades estructurales que persisten en nuestra sociedad. Aun y todo, vendrán liberales a decirnos que establecer un impuesto a la herencia privaría a las personas de "algo suyo". Pero, ¿de qué estamos hablando? ¿De meritocracia propia o ajena? Porque si para los liberales los logros y los fracasos individuales deben poder imputarse al esfuerzo, las capacidades y la ambición de cada persona, un impuesto a las herencias no privaría a nadie de sus logros y esfuerzos individuales, sino de beneficios obtenidos a través de circunstancias ajenas. Lo explicaba perfectamente el mismísimo Adam Smith: "No hay ningún punto más difícil de explicar que el derecho que concebimos que tienen los hombres de disponer de sus bienes después de la muerte". ¿Hay alternativa? Con el objetivo de avanzar en la redistribución de la riqueza y en la creación de oportunidades más equitativas para todas las personas, Sumar ha puesto encima de la mesa la propuesta de la herencia universal. No es una idea nueva, ya la planteó Thomas Paine en 1797, pero sí abre un debate muy interesante. Partamos de la base de que, actualmente, se necesitan 120 años para que una familia del 10% más pobre alcance ingresos medios. Es decir, el ascensor social en España está roto. Además, si le añadimos la precariedad estructural que padecen las personas jóvenes, donde el 45% gana menos de 1.000€ al mes, tienen unos salarios que se sitúan en el nivel de 1999 y los alquileres se han incrementado 8 veces más que sus salarios en la última década, tenemos un cóctel explosivo. Si no tomamos medidas valientes que nos permitan avanzar hacia una sociedad más justa, esto tiene que explotar por algún lado. Es por ello que el debate acerca de dar 20.000 euros a la juventud en el momento en el que cumplan 23 años es sumamente oportuno. No obstante, a mí me cuesta ver la herencia universal sin alguna medida que la complemente. Se me queda coja. Más específicamente, sin una renta básica incondicional que verdaderamente permita luchar contra la pobreza y la precariedad. La herencia universal no tiene la capacidad de ofrecer ni tranquilidad ni seguridad a largo plazo en un entorno de creciente incertidumbre ni de garantizar que todas las personas tengamos lo mínimo para vivir dignamente. Existe una precariedad estructural entre las personas jóvenes, sí. Pero también entre las mujeres, entre las personas mayores de 55 años, entre las personas LGTBI, entre los y las artistas o entre los millones de trabajadores que aguantan día tras día en sus empleos de mierda para poder comer dos veces al día o encender la calefacción. ¿Cómo llegamos a esa gente? ¿Cómo conseguimos que todas las personas, independientemente de dónde se sitúen, tengan un futuro de certezas y esperanza? ¿Cómo conseguimos ofrecer seguridad en un mundo donde no hay más que incertidumbres, miedos y no somos capaces de mirar más allá del futuro más inmediato? Necesitamos políticas que nos permitan parar; pensar; reflexionar; disfrutar; vivir. Queremos ser dueños de nuestras vidas. Queremos diseñar el futuro que queremos vivir y no aceptar ni resignarnos ante el futuro que "nos ha tocado" para sobrevivir. O, mejor dicho, para malvivir. La izquierda necesita ofrecer soluciones de mirada amplia. Soluciones que engloben los múltiples aspectos de nuestras vidas. Para ello debemos quitarnos la inercia y el conservadurismo que han impregnados las decisiones políticas de las últimas décadas y apostar por ideas frescas que sean capaces de ofrecernos la capacidad de ser dueños de nuestro viaje. Por eso creo que el mayor logro de la herencia universal es entenderla como una herramienta de disputa cultural que permite avanzar en la legitimación y el debate de ciertas propuestas políticas hasta ahora consideradas utópicas. Bastante jodidos estamos como para no luchar por cambiar un sistema que está trucado. Un sistema en el que importa más la cuna donde se nace y el apellido que se tiene que el esfuerzo y las horas de trabajo. Fuente: Público, 6 de julio de 2023 Jordi Arcarons es catedrático de Economía Aplicada de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona. Es miembro de la Red Renta Básica. Daniel Raventós Es editor de Sin Permiso. Doctor en Ciencias Económicas, profesor titular de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona. Su último libro es "La renta básica: ¿Por qué y para qué?" (Catarata, 2021). Julen Bollain Doctor en Estudios sobre Desarrollo, profesor e investigador en Mondragon Unibertsitatea

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