domingo, 14 de enero de 2024

E. del Teso apunta fino....RECOMENDADO...

Nortes | Centraes na periferia ACTUALIDÁTEMESCULTURESMEMORIAOPINIÓNGALERÍESXENTEHAZTE SOCIA DE NORTES TEMES La izquierda en la politiquería y el momento A la izquierda no le hace gracia el espectáculo de desunión, tanta alegría en un funeral no es simpática. Por Enrique Del Teso 14 enero 2024 «¿Quién lo ha comido antes que tú?». Gune, el alienígena extravagante y entrañable de Titán A.E., le da lametazos a Tucker tratando de adivinar qué había comido. Lo adivina y le hace la oscura pregunta. La política se lleva mal con el arte. En política las ingeniosidades suelen ser repeticiones ramplonas. No sé si en estos días tan eléctricos alguien en las bancadas de Sumar y Podemos se sintió innovador o clarividente. La verdad es que para la clientela izquierdista la escena fue cansina. Como la comida de Tucker, fue el mismo potingue regurgitado de anteriores ingestas, una sarta de ensimismamientos miopes ya conocidos. Por supuesto, los medios amplifican y desfiguran, pero no hizo falta que inventaran mucho. La discusión sobre si hay o no hay recorte es una distracción y una pesadez. Lo de Podemos no fue por un supuesto recorte. Fue un gesto político en toda regla, un revés al Gobierno y a Yolanda Díaz. Podemos no puede fingir no saber lo que es apoyar o no apoyar a un Gobierno y menos después de haber sido parte de él, con las paladas de pragmatismo que tragó (ahí sigue la ley mordaza). Es poco probable que PNV y Bildu estén de acuerdo con todas las leyes del Gobierno. Apoyar al Gobierno supone apoyar leyes que no gustan, porque el conjunto se considera favorable. Ningún acuerdo consiste en apoyar solo aquello con lo que se está de acuerdo. Podemos no está siendo más coherente que Bildu o BNG. Simplemente Podemos no es un apoyo del Gobierno. Esa actitud será de difícil gestión política por varias razones. 1. Sus diputados se presentaron por Sumar con la oferta de apoyar y ser parte del Gobierno. Salirse de ese carril no va a ser percibido como un acto cabal de resistencia. 2. La amenaza de las derechas es real y nadie entenderá que se les dé munición. A ello aludió Matute y a esa trinchera aludiré después. 3. La izquierda está harta de divisiones y personalismos de sus líderes. Y está harta de envidiar al PSOE, cuya parroquia aguanta hasta la hostilidad senil de sus referentes históricos. Podemos 1.0 tuvo un error de comunicación grave, al crispar a los votantes del PSOE. No olvidemos que Vox molesta a Feijóo, pero no a sus votantes. Podemos 1.0 irritó a oligarquías y partidos políticos para bien, pero hizo a cada votante del PSOE un pedrusco antipodemita y resultó faltón para una parte de los votantes de IU. Ponerse en contra a los votantes progresistas fue un error grave. Ahora convencieron a una parte de la izquierda de que contuvieron un recorte social, desgastaron a Yolanda Díaz y consiguieron minutos y titulares. Lo proyectan como un triunfo. Irene Montero celebró la votación en Twitter exclamando «¡Sorpresa!». Poco olfato y poca empatía con la feligresía progresista. A la izquierda no le hace gracia el espectáculo de desunión, tanta alegría en un funeral no es simpática. Una cosa es enfadar a Yolanda Díaz y otra a los votantes de izquierda. El mismo error otra vez. Sumar tuvo otro error repetido en la izquierda: el eterno reset, el dar por amortizado lo que hay y reiniciarse, empezar otra vez, una nueva ilusión Sumar tuvo otro error repetido en la izquierda: el eterno reset, el dar por amortizado lo que hay y reiniciarse, empezar otra vez, una nueva ilusión. La izquierda es como los tramposos que siempre quieren empezar otra vez la partida cuando van perdiendo. Con todo lo que pasó en y desde Vistalegre II, tras su caída ininterrumpida en cada elección, tras tanto abandono y expulsión, es infantil que Podemos pretenda que Sumar tenga mucho que ver con su declive. Pero fue un error convencerse de que Podemos no existía y empezar el eterno nuevo tiempo. Ya habrá quien esté mentalmente en la fase post Sumar, así es la izquierda. Podemos fue una experiencia demasiado intensa como para no pesar en la percepción política. Aporta estructura, relato y anclaje, como IU, la más indeformable fuerza de la izquierda. Sumar no podía ser el ecosistema de toda la izquierda sin Podemos. No importa lo que se piense de Belarra o Montero, ni la fiabilidad que merezca Iglesias. Hay mirar a los líderes como se mira a los símbolos: viendo a su través lo que tienen detrás. La política siempre va de lo que hay detrás. En este rifirrafe no creo que Sumar y el Gobierno hayan hecho los esfuerzos que hicieron con Junts para llegar a alguna parte. Y ceder con Podemos no sería peor que lo que hayan tenido que ceder a Junts, ni me parece más ingrato hablar con Belarra que con Puigdemont. Lo de Sumar y el Gobierno fue también un gesto político en toda regla. Todo esto debilitará a la izquierda. Y al Gobierno. Esta legislatura arrancó con dos evidencias que los actores parecen haber olvidado. Una es que el Gobierno necesita siempre todos los votos de la investidura. Las derechas hacen el papel de salvajes más allá del Muro del Norte y lo de hijo de puta será el trato ordinario que recibirá de ellas. El Gobierno tiene que llevar la política al Parlamento, negociar y tratar a cada fuerza política como lo que es: una fuerza decisiva. No hay geometría variable, hay que implicar a todos en la maquinaria de la cosa pública. La otra evidencia que tienen que recordar los demás es la razón de su apoyo a la investidura: que no tuvieron más remedio, que ninguno hubiera podido administrar políticamente una negativa. El motor del acuerdo fue que nadie podía no hacer un acuerdo. En el caso de Podemos este mecanismo actuó por partida doble. Entró en Sumar porque no tuvo más remedio (si no hay acuerdo la gente nos corre a gorrazos, dijo Iglesias) y apoyó la investidura porque no tuvo más remedio. Pedro Sánchez y Yolanda Díaz firman en primer acuerdo de legislatura para la investidura del gobierno Había dos razones para que nadie tuviera más remedio. Una es que no había más gobierno posible que el de Sánchez. El PP con Vox no mezcla con nadie y sin Vox no tiene mezcla mayoritaria posible. La crisis política hubiera sido insufrible para todos los que apoyaron la investidura. La otra razón es que la caída de Sánchez hubiera llevado a la derecha al gobierno. La derecha, sin distinción, quiere abrir el debate para ilegalizar partidos políticos, subir la presión en Cataluña y País Vasco, introducir delitos confusos aptos para la persecución ideológica (como el de deslealtad constitucional), aumentar la represión, desregular las relaciones laborales y dejar a los trabajadores a la intemperie, incendiar la convivencia (homofobia, involución de derechos de la mujer, racismo y xenofobia), liquidar los servicios públicos, disparar la desigualdad y eliminar impuestos de las rentas más altas. Todos los partidos de la investidura tienen en esa retahíla algún punto que les hace sangrar algún callo. Por eso estuvieron obligados al acuerdo. Pero ese escenario sigue en pie. Esta semana forzaron las cañerías de la máquina hasta límites delicados. Parece claro que el compromiso con Sánchez y el PSOE es variable. El máximo compromiso lo tiene de Sumar, porque es el partido coaligado con el PSOE en el Gobierno. ERC, Bildu, PNV y BNG tienen un compromiso de legislatura, en el sentido más normal. Coalición Canaria tiene menos compromiso y se reduce a concesiones muy concretas, alguna de fuerte calado en la política exterior. Y quienes menos compromiso tienen con el Gobierno son Junts y Podemos. Son los más proclives a ver algo positivo en el caos de nuevas elecciones. De Podemos ya hablamos. Con Junts el Gobierno deberá hilar fino. Por un lado, en el trato con Junts se juega la recomposición de la convivencia en Cataluña y de Cataluña con el resto de España. Y por otro no puede dejar que Puigdemont se sienta en una relación bilateral. El Gobierno deberá hacer ver, incluso con algún órdago, que su debilidad no le saldría gratis a Junts y que nadie le iba a perdonar que malograse su influencia en la recuperación de Cataluña. Junts, como los demás, necesita a Sánchez. Ni tan chulos con Podemos ni tan amables con Junts. Feijóo intenta ser el gato de Shrödinger, como ya había señalado Víctor Guillot de la derecha gijonesa (será cosa de familia), tener superpuestos los estados de partido democrático con buenos hilos con PNV y Junts y de partido ultra con buenos hilos con la Europa que viene, con los EEUU que vienen y con Madrid D.F. Que la situación defina su estado, como el gato cuántico. Pero ese juego lo está dejando mudo. Nadie lo recuerda en el ómnibus de esta semana. Con tanto listo que hubo buscando minutaje de pantalla.

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