miércoles, 24 de julio de 2019

Fenómenos regionales...


REDACCIÓN 
El tenor asturiano Jorge Rodríguez-Norton se convertirá esta semana en el tercer cantante español que debuta en el Festival de Bayreuth, en esta ocasión con una nueva producción de «Tannhäuser», una oportunidad que cuando se le propuso le pareció un «espejismo» y hasta una «broma». «Me escribió la misma Katharina Wagner y yo pensé: esto es una broma de algún amigo mío que me está tomando el pelo», recuerda a Efe con humor el cantante al repasar la historia de cómo le contrató la biznieta de Richard Wagner cuando el cantante estaba interpretando en el Liceu de Barcelona «Tristán e Isolda» en 2017.
«Escribí al Liceu y les dije, me pasa esto: Me ha escrito Katharina Wagner pero yo no creo que sea ella, es imposible», cuenta divertido Rodríguez-Norton, quien sucede en la breve lista de españoles en Bayreuth a Victoria de los Ángeles y Plácido Domingo. «Esa misma semana firmé el contrato» para interpretar el papel que le lleva al «Olimpo» wagneriano este jueves, el de Heinrich der Schreiber, en la nueva producción de «Tannhäuser» que cuenta con la dirección musical del ruso Valery Gergiev y la escénica del alemán Tobias Kratzer.
«Va a haber un montón de cosas nuevas que no se han hecho», es casi lo único que cuenta sobre esta nueva versión de la ópera de Wagner con la que arranca este año el Festival y que ya se ha comprometido a representar también en 2020. Desde el punto de vista vocal comenta que en Bayreuth «el mayor reto es el idioma, el memorizar los concertantes tan largos que tiene esta ópera», y que en su caso su segundo «tiene más de cien páginas». «Para un español, a la hora de cantar en alemán, recordar tanto texto es más difícil, pero es una cuestión de estudio simplemente», afirma el tenor, que en los últimos años ha interpretado «Maruxa» en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, «Il trovatore» en la Ópera de Oviedo, o «Stiffelio» en la de Bilbao.
«Es una emoción... me sorprendió muchísimo la acústica maravillosa que tiene» el teatro, dice sobre la histórica sede del Festival en esa localidad de Baviera en la que está viviendo desde casi comienzos del pasado junio para una inmersión total en la experiencia. «Es un festival muy grande y desde el primer día que hemos llegado ya teníamos vestuario, escenografía e iluminación, que normalmente en todos los teatros es lo último», advierte sobre cómo se trabaja en Bayreuth, donde está aprovechando para ver todas las producciones que se exhibirán este año. Y sobre lo que sintió la primera vez que pisó el escenario de Bayreuth dice, explícito: «madre mía, cuánta gente importante ha pisado este escenario antes que yo y como una responsabilidad de que tienes que hacerlo bien».
«Imagínate si no ha habido años con posibilidades de venir gente latina a cantar. Pues no ha venido nadie. Bueno quizás es un círculo un poco cerrado al idioma, al tipo vocal», se pregunta sobre la ausencia de voces hispanas. Pero admite que en Bayreuth «gusta un tipo de sonoridad muy concreta» y que «es una estética de canto que acompaña al volumen y densidad de la música y de la orquesta». «El otro día conté 36 violines, eso es una barbaridad, es una locura», recuerda entre risas sobre los componentes de la orquesta de ese histórico e invisible foso que es el de Bayreuth. Y le importa mucho que se sepa que no es el único español en esta ocasión, puesto que además en ese foso están el trompa Adrián Díaz, el oboe Juan Pechuán, el contrabajo Emilio Yepes, el violín Alberto Menchen y Francisco Anguas como asistente musical en escena.
Es consciente de que canta ante un público que conoce muy bien el repertorio y es que «la tradición se impone. Es como lo que pasa en el Teatro de la Zarzuela, en Madrid, que hacen producciones muy modernas pero está todo siempre adaptado y basado como debe ser».«Todo tiene una continuidad dentro del mismo trabajo (...) me estoy tragando todas las óperas, porque ya que estoy aquí y me invitan, para mí es una oportunidad fantástica», dice entusiasmado por la experiencia. Sabe que es parte de una maquinaria teatral bien engrasada y que hay que estudiarse «muy bien» las agendas diarias, «porque son brutales. No sabes la cantidad de gente que trabaja aquí».
Como anécdota explica que nada más incorporarse a todos le toman una medida muy concreta, la de su cabeza: «Lo primero que hacen al llegar es copiarte la cabeza. hacen un molde de tu cabeza, súper peculiar». Y así no hay que preocuparse de esa parte del aspecto, el peinado, porque en Bayreuth «todos llevan peluca (...) tú puedes llevar el pelo como te dé la gana porque nada más llegar te hacen una copia de tu cabeza en silicona y ya la tienen para hacerte tus pelucas».

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