domingo, 25 de junio de 2023

Mucho más que un excéntrico Marqués....

Marqués de Valero de Urría, el dandy que escandalizó al Oviedo burgués y se adelantó al chat GPT Rafael Zamora fue un personaje erudito, extravagante y muy implicado en la vida social y cultural del Oviedo de principios del siglo XX Por Bernardo Álvarez 24 junio 2023 Retrato del marqués de Valero de Urria, obra de José Uría Recomendados Vox provoca el “Orgullín” más multitudinario de su historia 25 junio 2023 L-R llanza un cantar nuevu con Los Hermanos Cubero 24 junio 2023 El Revillagigedo, ubicación perfecta para el tesoro perdido de Cajastur 24 junio 2023 La Fiscalía pide cuatro años de prisión para el empresario de la “Operación Villa Magdalena” por maltratar a su ex pareja y al hijo... 24 junio 2023 Bernardo Álvarez Bernardo Álvarez Graduado en psicología y ahora periodista entre Asturias y Madrid. Ha publicado artículos en ABC, Atlántica XXII, FronteraD y El Ciervo. Llegó a Oviedo desde París para acompañar a su tía Leocadia Zamora, que vino en 1890 a fundar el convento de las Carmelitas Descalzas, pero sus dedicaciones aquí fueron otras bastante menos piadosas: traducir La Ilíada, beber coñac en los cafés, pasearse por Uría con trajes extravagantes y lustrosos sombreros de poeta parnasiano, dictar cursos sobre Baudelaire, acudir a tertulias o escribir delirantes novelas de ciencia ficción. Rafael Zamora (París, 1861-Oviedo, 1908), tercer marqués de Valero de Urría—para el exalcalde Antonio Masip, “el ovetense más fascinante del siglo XX”—llegó a la ciudad “trayendo al recato de la silente Vetusta el escándalo europeo del dandismo”, según escribió el periodista Antón Rubín. Hijo de dos aristócratas españoles casados en Cuba y establecidos en París, Zamora pasó su primera juventud en la capital parisina, donde obtuvo el Bachillerato en la Sorbona y frecuentó los círculos del París de los poetas bohemios. Él mismo escribió algunos poemas, hoy perdidos y dispersos en las publicaciones underground de aquel París de artistas hambreados y dipsómanos: Revue des Deux Mondes, Le Décadent, Le Symboliste…Del brillo cosmopolita francés pasó a Salamanca, donde se doctoró en Derecho Civil y Canónico para no ejercer nunca como letrado. En Oviedo se casó con María del Carmen Sierra y Unquera, hija de una familia de notables con numerosas propiedades en la región. Por lo demás, el marqués redondeaba sus ingresos con acciones en varias empresas-en la cerámica de Sargadelos o en las Minas de Quirós-, y frecuentes colaboraciones en la prensa local (La Opinión de Asturias, El Correo de Asturias, Revista de Educación e Instrucción..) Con todo esto, Zamora podía costearse una vida que transcurría entre su domicilio en Uría 62, esquina con Fray Ceferino, y los cafés de la zona antigua, donde era bien conocida su costumbre de ventilarse una botella de coñac todas las tardes. Leocadia Zamora, tía del marqués de Valero de Urría y fundadora del convento de las Carmelitas Descalzas, fue retratada por Federico Madrazo La impresión que debió de causar la figura del marqués queda bien reflejada en la descripción que hizo de él el periodista Bernardo González de Candamo: “Reducíase todo a una chistera de alas planas horizontales, levita con cintura de avispa, botas irradiantes al sol bajo los botines correspondientes y enorme corbata en torno al cuello de cal y canto. Barba negra enmarcaba la marfolina faz en que florecía el rojo clavel de la nariz congestionada. Eran vivos y atisbadores sus ojos, y el continente, en suma, ofrecía esa mezcla de elegancia, distancia e inhibición que caracteriza a los hombres auténticamente superiores”. Pero no sería justo presentar al marqués como un esteta indolente, un aristócrata espléndido que derrocha su fortuna en placeres sublimes despreocupado de lo que sucede en torno suyo. Pese a que fueron menos de dos décadas las que pasó en Oviedo, Rafael Zamora se involucró tanto en la vida social y cultural de la ciudad que fue el primer presidente de la Sociedad Filarmónica de Oviedo, director de la Escuela de Artes y Oficios, presidente del Casino y vicepresidente de la Cruz Roja. A esto se le suma su implicación con la Extensión Universitaria, para la que dictó cursos sobre musicología, literatura antigua o, la que fue más sonada en la ciudad, un seminario en torno a “Baudelaire y la métrica francesa”. A las sesiones de este curso asistió un jovencísimo Ramón Pérez de Ayala, embelesado por la atractiva figura literaria del marqués y por su arrolladora erudición. Acabaron siendo grandes amigos, tanto que el novelista recibió clases de griego clásico del marqués y fue de las pocas personas que conoció su biblioteca personal, al parecer repleta de microscopios, cachivaches y libros raros. Otro que su nutrió de su sabiduría políglota-hablaba español, francés, inglés, griego, latín y ruso-fue Clarín, quien recurrió a su ayuda para traducir “Trabajo”, la novela de Émile Zola. Su obra magna como traductor fueron sus versiones de “La Ilíada” y una inacabada de La Odisea, ambas desaparecidas. A la primera le dedicó cinco años de trabajo, y sobre la segunda dejó escrito que era una tarea “larga, penosa, descomunal, pero entretenidísima traducción que me sorbe los sesos, me agosta el caletre, me exprime el meollo y me tiene lelo de verdad, pues no pienso en otra cosa y durante ocho horas cada día no me ocupo en otro trabajo”. Se conoce que Azorín, que dijo del marqués que era un “helenista consumado”, pudo leer algunos fragmentos de esas traducciones homéricas durante su visita a Oviedo en 1905. El marqués de Valero de Urría, como sucede con otros tantos escritores excéntricos y geniales, es un escritor sin apenas obra. Más allá de los ignotos versos de su adolescencia parisina, Zamora es autor de un único e inclasificable libro: “Crímenes literarios y meras tentativas escriturales y delictuosas”, publicado en Oviedo en 1906 bajo el seudónimo del Profesor D. Iscariotes Val de Ur, Catedrático de Paleografía, Criptología y Zoophonía en la Universidad de Polanes. De esta extravagante novela-recientemente reedita por la editorial La Biblioteca del Laberinto- se ha dicho que “supone la primera incubación de surrealismo a este lado de los Pirineos”; pero también la precursora de la ciencia ficción en la literatura patria. En efecto, el libro es una especie de biografía satírica del líder de la secta telarañista e inventor de unas “máquinas cerebrales” capaces de crear obras literarias sin intervención humana. Un Chat GPT avant la lettre: “Este gigantesco organismo, cuya aparición en el panorama industrial, está llamada a trastornar el haz de la tierra, tiene por objeto, según su razón social lo patentiza, elaborar mecánicamente al por mayor y con precios equitativos, literatura de toda clase, bien en prosa, bien en versos (…) Cada uno de nuestros aparatos es un cráneo humano dentro del que va incluido un verdadero cerebro literario perfeccionado, eminentemente autónomo y científico”. Tras su muerte en 1908, la memoria del marqués se fue diluyendo en la ciudad. Queda un retrato suyo en el Museo de Bellas Artes, pintado por José Uría y dedicado a “Mi amigo Rafael”. Apenas un año antes de morir, Rafael Zamora disfrutó de un banquete-homenaje en su honor, celebrado en el hotel Francés de Oviedo. Ramón Pérez de Ayala compuso unos versos para la ocasión: “Marqués, yo te saludo, pues trajiste a este suelo / del septentrión, en donde es de ceniza el cielo, / un eco amplio y sonoro de la risa simpática / de los sátiros, y el oro de la pura luz ática, / y una chispa de fuego que animara a Dyonisos, / y un no sé qué de fresco murmurar de Ilisos”. ETIQUETAShistoriaLiteraturaMarqués de Valero de UrríaOviedopoesíaRamón Pérez de Ayala

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