miércoles, 28 de febrero de 2024

El cínismo y la Política...

Las guerras adrianas (Cap. XIX): Ábalos Underwood y lo que hace falta A veces el poder es una serie de Netflix cuyos personajes son capaces de romper la cuarta pared e interpelar al espectador. Por Víctor Guillot 27 febrero 2024 José Luis Ábalos “Hay dos tipos de dolor: el que hace más fuerte y el inútil que aporta sufrimiento. Yo no tengo paciencia para lo inútil. Momentos como este exigen que alguien actúe y haga lo desagradable, lo que hace falta”. Frank Underwood No es política. Es poder. Fue el núcleo duro del PSOE, el que había llegado al poder en 2018 tras tumbar a una gestora, el que sembró el rumor y dibujó el retrato del ex-secretario de organización del partido. José Luis Ábalos y las fiestas en los paradores. José Luis Ábalos y la farlopa. José Luis Ábalos y el alcohol. La figura del político valenciano, mal avenida con la de Lady Macbeth desde que se ejecutaron sendos ceses, se oscureció tras su salida del Ministerio de Transporte y la dirección del partido. Esta semana, a través de las redes sociales, la antigua mano derecha de Pedro Sánchez reclamaba que entregase su acta de diputado. “Ha puesto al partido a los pies de los caballos”. Los fontaneros de las organizaciones no tienen causas y, en ocasiones, tampoco tienen escrúpulos. Ábalos, hijo de guardia civil, nieto del torero Carbonerito, no era un representante ejemplar de la política, pero sí un ejemplo muy representativo del poder Ábalos, hijo de guardia civil, nieto del torero Carbonerito, no era un representante ejemplar de la política, pero sí un ejemplo muy representativo del poder en la España que inició el cambio de ciclo político. Su aspecto podría incluirse en el reparto de una película policial del anterior régimen, el de la Transición, dirigida por Garci. Oscuro, casi sucio, y español. Desde el jueves, el ex-ministro necesita una tribuna, un escaño, para defenderse y mantenerse. El pulso con el partido se ha resuelto con la expulsión y su incorporación al Grupo Mixto “ante la necesidad restituir mi honor como diputado y persona; ante la necesidad de no comprometer al grupo parlamentario socialista”. La corrupción del nuevo ciclo es exactamente igual que la corrupción del ciclo anterior. Produce terror. Tras conocerse que su asesor personal en el Ministerio se lucró, supuestamente, con el cobro de una comisión por la compra de mascarillas durante la pandemia, Ábalos ha dejado claro un hecho incontestable que adquiere más fuerza con sus propias palabras: “No tengo necesidad de invocar el principio de presunción de inocencia porque no estoy encausado de nada”. Frank Underwood o Kevin Spacey en la serie de Netflix House of cards. El poder puede ofrecer el rostro de un monstruo, ya sea en House of Cards o en cualquier otro film de terror. Desde la explosión del caso Koldo hasta finalizar en el Asunto Ábalos, hemos observado una película procedural que trataba sobre la abdicación y la decencia. Fue Pedro Sánchez quien, precisamente, invocó esa palabra para que triunfara su moción de censura ante Mariano Rajoy. Fue la misma palabra que invocó en el debate de elecciones generales que hizo al presidente popular torcer el gesto por vez primera. Es curioso como nosotros, los medios, nos hemos distraído alegremente sobre la manera en que el PSOE procedía a la decapitación de José Luis Ábalos, invitando al público asistente al sacrificio de un hombre que, ni siquiera, ciertamente, ha sido todavía acusado. Es curioso como dejamos de tener en cuenta la gravedad de los hechos que se cometieron y la escasa capacidad para hacernos una imagen del paisaje desolador que nos entrega. He aquí una buena dicotomía entre lo que es el poder y lo que es la política. Habla la voz del poder, habla Ábalos, el cínico: “Quienes exigen mi expulsión de la política, apelan a una supuesta ética pero no tienen respuesta sobre cómo se manifestaría o como se correspondería ante una fase de reparación posterior a mi cancelación civil y mi sacrificio público. Cuál sería la reparación, cuándo se produciría, quién se acordaría de reparar aquello”. También habla el filósofo que ha sido capaz de desbordar la posición política de su partido, asombrando a una buena parte de la izquierda: “una ética que no concierne a todos, donde cada uno justifica lo propio y condena lo ajeno, con tantas varas de medir, no es una ética compartida a la que se pueda apelar, no forma parte de la ética pública, y ante esta situación en que la mayoría no asume el comportamiento tal, lo que se impone es el cumplimiento de la ley, la confianza en la ley en toda su dimensión: proteger y sancionar”. José Luis Ábalos Mientras nos deleitamos con la muerte política de José Luis Ábalos con la misma atención que observábamos el auge y caída de Frank Underwood, en el paisaje de la política están los miles de muertos que arrastró una pandemia. Como dice Pedro Vallín, House of Cards utilizaba la política como un trasfondo decorativo casi con la misma voluntad, añadiría yo, que utilizaba Caravaggio la religión: para hablarnos de los mecanismos internos con los que interaccionan la sangre y el poder. En cualquier de los tres casos, Frank Underwood, Caravaggio y Ábalos nos ofrecen un lienzo que trata, como en una cinta de vampiros, sobre la piedad y la adicción. En cualquiera de los tres casos, el trasfondo nos deja como herencia una herida abierta: la despolitización social y la resignación. Judith decapita a Holofernes, obra atribuida a Michelangelo Merisi Caravaggio. Para los que están en la pirámide de la cadena alimentaria, solo vale una regla: cazar o ser cazado. Esta es la versión oscura que nos ha ofrecido hoy Ábalos, esta es la versión que nos ofrece House of Cards del poder. El ex-ministro lo hace desde su propia debilidad política, con un discurso que pasará a la historia, desde la misma victimización en la que habló Kevin Spacey cuando fue acusado de acoso sexual y enterrado en el ostracismo. “Soy consciente y tengo una edad y se lo que es un apestado político. Mi dimisión tampoco impediría siquiera que dejara de continuar la cacería en otras personas y ya lo estamos viendo, ya se apunta a otras personas”, afirmó en su rueda de prensa. El poder se ha convertido en un ejercicio de darwinismo social de la clase pudiente y blanca que se devora a sí misma. A veces es un caso de corrupción el que despierta a la jauría, en otras ocasiones un congreso o una crisis de gobierno. En cualquiera de los tres casos, el instante real de la muerte de un político se produce exactamente cuando precede al silencio, ese momento en el que, de pronto, dejó de sonar el teléfono, casi con la misma determinación con la que a los muertos dejó de palpitarles el corazón. A veces, el poder es una serie de Netflix cuyos personajes, como Ábalos, durante este jueves, son capaces de romper la cuarta pared e interpelar al espectador, ganando no sólo el foco sino las ideas a todo un presidente que, como Frank Underwood, quizá también haya pensado que “momentos como este exigen que alguien actúe y haga lo desagradable, lo que hace falta”.

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