lunes, 27 de noviembre de 2023

La Cruz de la Variante....

Los ríos flotantes Con el AVE, Fuentes y manantiales de varias pequeñas poblaciones en los municipios leoneses de Villamanín y Pola de Gordon se han secado Por Ernesto Díaz 27 noviembre 2023 Cualquiera que viaje por la costa cantábrica se sorprenderá con la presencia de palmeras que adornan los jardines en algunas casas. Algunas variedades de estas plantas de origen tropical y subtropical se adaptan bien al clima templado y húmedo del litoral y es moda que ha ido medrando con los años. Pero el origen se remonta a la época de los indianos, aquellas personas que entre mediados del siglo XIX y principios del XX se embarcaron en Xixón, Vigo o Santander para hacer las Américas. Aunque la mayoría se quedó para siempre en aquellos países de destino, con mayor o menor fortuna, unos pocos regresaron forrados y levantaron mansiones junto a las que plantaban una palmera. El estilo constructivo ligado a los que tuvieron fortuna en aquel movimiento migratorio es conocido como arquitectura indiana y en lugares como la costa oriental asturiana conforma casi un paisaje. La costumbre de importar escenas de otras latitudes está muy extendida; la arquitectura colonial o el paisajismo en jardinería son buenos ejemplos de ese trasiego que nos hemos traído desde que comenzamos a cruzar océanos y continentes, dando lugar a estampas de mucha belleza. En 1990 el antiguo Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA) publicó un libro titulado Los bosques flotantes, del ingeniero forestal Gaspar de Aranda. El trabajo trata sobre el complejo sistema que regía el manejo de montes por parte de la Marina para la construcción de barcos. Las naves destinadas a la llamada Carrera de Indias debían tener una resistencia a la mar superior a otras flotas y requerían maderas particularmente nobles. Los mejores carbayos norteños se destinaban a tal fin en base a una real orden de 1551 por la que se disponía que los barcos para la marina de Indias no podían ser construidos con maderas del sur peninsular. En palabras de Cipriano Vimercati, que fue teniente de navío de la Real Armada Española hacia mediados del siglo XVIII, “La arquitectura naval es el arte de trasladar las selvas a los mares”. Pensaba en todo ello estos días al leer la noticia de que la Generalitat de Catalunya está valorando la opción de trasladar agua en barcos para abastecimiento de consumo ante la gravísima sequía que allí se arrastra desde hace ya tres años. La idea no es nueva: en 1995 el gobierno balear, con el respaldo del gobierno de Felipe González, ante la falta de lluvias en Mallorca puso en marcha la llamada “Operación Barco” -vemos que no se devanaron los sesos pensando-. Para ello se contrató al armador Fernández Tapias que puso a navegar el petrolero Móstoles haciendo casi 300 viajes entre Tarragona y Palma transportando agua del Ebro en una movida costó 4.500 millones de pesetas -27 millones de euros- y que, pese a ello, fue una chapuza monumental porque, entre otros detalles sin importancia, la gabarra que hacía de depósito en el puerto de Palma tenía las bodegas recién pintadas y los primeros envíos destilaban un sospechoso aroma a Titanlux. Vamos, mejor olvidarlo por el bien de Josep Borrell, que fue uno de los artistas que intervino en aquel episodio. A finales de esta semana se inaugura el AVE a Asturies. Si no os habéis enterado no será porque no lo haya repetido hasta el aburrimiento el presidente Adrián Barbón, que está como un guaje con una peonza y lleva dándonos la matraca un mes. La obra, que ha sido faraónica, tuvo entre otros daños colaterales su peso en agua: más de 300 litros de agua por segundo vierten a Asturies como resultado de que las máquinas perforadoras de los túneles pincharon acuíferos que vertían a León. Fuentes y manantiales de varias pequeñas poblaciones en los municipios leoneses de Villamanín y Pola de Gordon se han secado. Algunos cálculos indican que hasta el momento han pasado ya más de 70.000 millones de litros. Y el chorro sigue. Para hacernos una idea del fenomenal despropósito, una ciudad como Uviéu consume al año unos 10.000 millones de litros de agua. El asunto está en manos del gobierno de Madrid y cuenta con la aprobación por parte del ministerio de Teresa Ribera para aplicar medidas correctoras y revertir mediante bombeo el agua a León.El AVE no solo traerá esa trompicada de agua. Como saben nuestros paisanos leoneses que tienen experiencia de lo que ha supuesto el intenso flujo de visitantes con el recorte de tiempo en el viaje desde Madrid, el crecimiento del número de turistas va a ser muy importante, y más allá de campañas de promoción, el gobierno asturiano, si no lo ha hecho aún, debe ponerse a trabajar en estrategias -de vivienda, de servicios, de comercio y de consumo, hablando de todo ello en clave de protección social- en previsión de los cambios que se van a producir. Vivimos en un mundo complejo. Somos muchos -pese a los mensajes apocalípticos de la escasez de nacimientos en los países occidentales- y consumimos muchísimo, alterando con ello paisajes y mutilando vida salvaje. Farah Aden, mayordomo de Karen Bliksen. La escritora danesa Karen Blixen vivió en una granja de estilo colonial a las afueras de Nairobi. Es conocida la escena de Memorias de África en la que ella -maravillosamente interpretada por Meryl Streep-, empecinada en canalizar el agua para su plantación de café, escucha perpleja a Farah, su mayordomo, diciendo aquello de “Esta agua vive en Mombasa”. Solo repasando esta breve pieza, vemos que las personas hemos sido capaces de replicar paisajes viajando en barcos hechos con bosques, hemos sido capaces de hacer flotar una isla de acero cargada de agua sobre el agua de la mar, hemos sido capaces de agujerear una cordillera para que por ese furacu circule un tren a 300 kilómetros por hora, pero si no nos desprendemos del punto excesivo de soberbia que hoy nos atrapa, condenaremos a una vida muy puñetera a todas las personas que están por venir. etiquetasactualidad_cabecera

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