lunes, 25 de marzo de 2024

El Vial de Jove, Un * Marrón * de Órdago....

Nortes | Centraes na periferia ACTUALIDÁTEMESCULTURESMEMORIAOPINIÓNGALERÍESXENTEHAZTE SOCIA DE NORTES ACTUALIDÁDESTACAESOPINIÓN Las guerras adrianas (Cap XXI): El verdugo Un día repruebas a un Ministro y al siguiente sales de uno de sus despachos con el rostro desencajado, como el de a quien acaban de anunciarle que pasa a tener la condición de un ajusticiado Por Víctor Guillot 24 marzo 2024 La profesión de verdugo era una profesión muy digna. Lo sabía muy bien Pepe Isbert. El verdugo sabe que en la política asturiana estamos a dos asaltos de empezar a pedir cabezas. La pena no se ejecutará a garrote vil, de viejas reminiscencias franquistas. El vial de Jove se ha convertido en un cordel de acero, una soga metálica, de la que podrían colgar los cuellos de algunos de nuestros ínclitos políticos. El verdugo sabe que no será el cuello de Oscar Puente, ministro de Transportes, tan beligerante como astuto para no tener que dar explicaciones personalmente, quizá porque el león de Pucela sólo responde de sus propios actos. El fiasco definitivo al proyecto para el que nunca se incluyeron grandes partidas en los Presupuestos Generales del Estado, se lo van a endosar a otros, le comenta al verdugo, que busca dimisiones sin causar dolor. El pasado 22 de febrero, la Secretaría de Estado de Transportes aprobó la ampliación de los estudios técnicos sobre el vial de Jove. Antes de cumplir el mes, el Ministerio de Oscar Puente rechazaba la licitación del proyecto valorado en cerca de 290 millones de euros durante el ejercicio de la ex-ministra Raquel Sánchez. Transportes ha recortado la obra. Se quedará en 70. Del complejo soterramiento de la vía para el tránsito de camiones por La Peñona, hemos pasado a un nudo de comunicaciones que se extiende sobre la superficie de Jove, partiendo en dos el corazón del oeste de Gijón. Hemos viajado 30 años hacia el pasado. Raquel Sánchez y Adrián Barbón. Fuente: Twitter de Adrián Barbón Con el victimismo no se va a ninguna parte, cree el verdugo. Un día repruebas a un Ministro y al siguiente sales de uno de sus despachos con el rostro desencajado, como el de a quien acaban de anunciarle que pasa a tener la condición de un ajusticiado. “Lo he visto tantas veces a lo largo de mi vida”, afirma. El verdugo se está paseando por la Plaza Mayor. Camina discreto y funcionarial, taciturno y dubitativo, esperando a que asomen por la ventana del consistorio los optimates de la última coalición de gobierno. “No, no me refiero al bipartito PP-Foro, sino al de la FSA con Carmen Moriyón. Aún no tengo claro cuántos metros de soga necesitaré para tanta faena”. El verdugo sabe que, en algún momento, tendrá que tomar medidas del cuello de Alejandro Calvo, cansado de la política asturiana, el de Adrián Barbón, agobiado ante un futuro incierto, y también, por qué no, el de Carmen Moriyón, que no supo dar una respuesta al Secretario de Estado. Todos ellos se han alistado, en el último minuto, a la cofradía del victimismo desde que comenzara el viernes de dolores pasado. Algún día sabremos qué sucedió entre el 22 de febrero y el 20 de marzo de este año. Cuántas comunicaciones hubo entre los técnicos de la Consejería de Alejandro Calvo y el Ministerio de Transportes, cuántos mensajes entre Carmen Moriyón y el Consejero hasta llegar al fatídico día de autos en que se anunció que una de las obras más importantes para el futuro industrial de Gijón concluía con su rechazo. ¿Nadie ha estado pendiente hasta esta semana de la evolución de los informes? Sería cuanto menos vulgar concluir que el gobierno de Adrián Barbón desconocía la dirección que habían tomado los estudios técnicos que otra empresa cuestionaba hasta esta semana. Sería fácil deducir que la comunicación entre el Ministerio de Transportes y el gobierno de Adrián Barbón era nula, no tanto a la luz del resultado sino de cómo se ha llevado a escena. ¿Lo es? Siempre estaremos a tiempo para no responder a otro requerimiento notarial y corregir los errores de un presidente que parece haber perdido el norte. Óscar Puente, ministro de Transporte y Agenda Urbana. Oscar Puente, el león de Pucela, es el hombre de Sánchez que mejor dibuja la legislatura en su doble condición de ministro de Infraestructuras y agitador de las redes sociales. Le ha tomado la temperatura a cuatro años ásperos, correosos, hostiles, que exigen respuestas contundentes, concisas y de rápida digestión. Desde principios del siglo pasado, el ministerio de Fomento teje las relaciones de poder en nuestro país. Así que Puente, lo pueden verificar en su cuenta de Twitter, se pasea todas las semanas por la península dando buenas y malas noticias. El ministro es un hombre de partido, leal hasta las últimas consecuencias a Sánchez. Todo lo contrario que Adrián Barbón, escorado en la presidencia del gobierno, a espaldas de las agrupaciones de su partido. El calendario de Puente, tan importante para Asturias, no encaja con el del gobierno de Barbón. El ministro vallisoletano ya no recibe. Es muy probable que en el 2027 se abra la puerta de la alternancia política en Fruela y también en la corte de los leones, pero esa es otra guerra. Barbón ha perdido peso en los últimos meses. En el mapa de las expectativas, el Secretario de los socialistas asturianos pesa menos cada día. Tanto victimismo solo acentúa su ruina política. El viernes se convocó de forma “espontánea” una concentración en la rotonda de El Musel, como respuesta a la mala nueva del jueves. Todos dejaron sus quehaceres y acudieron hasta allí. Monchu García con su gorra Pickey Blinders, Carmen Moriyón, quien parecía bastante cabreada con su asesor, Jaime Fernández Paíno, ahora convertido en pensador de ciudades, Pintueles, solitario, esperando, entre risas, tropezarse con algún cadáver político, Cañete, gritando consignas ante los vecinos congregados. Desde el viernes, serán necesarios los reflejos. Habrá ofensivas y contraofensivas, sin dimisiones, todavía, a pesar del verdugo. Mientras tanto, Gijón se expresa como una ciudad propia del cine neorrealista italiano, donde la iniciativa política ha dado paso a cierto decadentismo de su clase media, cansada y aburrida, indispuesta a grandes aventuras, que no quiere reconocer su complicidad política con un gobierno local inmovilista, ocupado,sostenido, en demasiados casos, por mantenidos o pufistas. Carmen Moriyón y Manuel Cañete Del victimismo no se vive. De nuevo el factor humano. De nuevo el factor Areces. Monchu García, secretario de la Agrupación Socialista de Gijón y diputado autonómico, se niega a secundar el fallo del Ministerio de Transportes y sucumbir a la resignación de Moriyón y Calvo. El líder socialista ha anunciado el jueves en el Parque de El Lauredal, a escasos metros del tanatorio, que Gijón no debe rendirse ante la decisión tomada desde Madrid. Monchu quiere fijar su papel ante una historia del socialismo asturiano bastante desmadejada desde que llegó Adrián Barbón a la secretaría de la FSA. Deberá pensar cómo hará para acumular tantas energías si quiere movilizar a la ciudad en tantos frentes abiertos. ArecelorMittal, el Vial de Jove, el Mundial. Quizá convenga rearmar al partido con otra intensidad y comenzar a tender puentes desde abajo y desde arriba para definir una nueva estrategia. “Quizá convenga sentarse a hablar con Pablo González“, opina el verdugo. Han pasado 30 años desde que se pensó en conectar el puerto de El Musel a una ZALIA que entonces solo estaba en la imaginación de unos pocos. Un proyecto integral que comunicaba un gran polígono industrial con uno de los mayores puertos graneleros de Europa. Pero la sensación que deja este rescriptum definitivo es la de una ciudad paralizada, que siempre está al albur de lo que decidan otros dioses. La política, en Gijón, no la hace el poder político desde que Foro firmó un pacto con el PP y con Vox. No es Carmen Moriyón, no es Adrián Barbón, tampoco son los agentes sociales los que manejan el timonel del barco. Hoy la política en el oeste de la ciudad la hace Laureano Lourido, presidente de la Autoridad Portuaria, cuando decide que Ionway se instale en El Musel o vende terrenos al Ayuntamiento para edificar en el lúgubre barrio de El Natahoyo. También la decide el señor Mittal cuando no tiene claro todavía si debe instalar la plata DRI o abandonar toda esperanza. La debilidad de Gijón no es económica sino política. Carmen Moriyón y Adrián Barbón en una imagen de 2022. De esta desidia política tampoco se escapa Adrián Barbón. Carece de iniciativa. Parece haber volado los puentes con el Gobierno Central. El Asturias first, esa atrabiliario eslogan, que parece sacado del manual de Lakoff, es sólo una consigna que invita al aislacionismo y el resentimiento, un marco político que no funciona. El presidente de Asturias piensa en una escala local. Sus socios de gobierno son el presidente de un club de Oviedo y una cirujana en Gijón. Y esa coalición tampoco funciona a escala nacional. No tardará en darse cuenta en cuanto convoque el siguiente comité autonómico de la FSA. El nombre de Álvaro Quiepo se hace cada día más grande y el suyo más pequeño. El vial se ha convertido en una soga, aunque no sabemos si habrá tanta cuerda para tantos cuellos. Por la Plaza Mayor de Gijón se pasea un verdugo vertido de negro, expectante y atento. De momento, sólo encuentra ruido. Volverá más tarde. Se despide con un abrazado. “No se despiste, Guillot. Tan importante es que no haya dolor como que se cumpla la pena”.

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