jueves, 6 de junio de 2019

En el cumple de la Batalla de NORMANDIA...

La guerra de los cien años entre China y EEUU

Estamos ante el acontecimiento geopolítico más importante de nuestra era. Es un momento peligroso porque se corre el riesgo de convertir una relación viable, aunque incómoda, en un conflicto que afecte a todos los niveles y que se ha desencadenado sin ningún motivo de peso.
La desaparición de la Unión Soviética dejó un gran vacío. La guerra contra el terror fue un sustituto poco adecuado. Ahora China cumple todos los requisitos. Para EEUU, puede ser el enemigo ideológico, militar y económico que necesita. Por fin ha encontrado un oponente que vale la pena. Esa fue la principal conclusión que extraje de los encuentros de este año en el Club Bilderberg.

La rivalidad con China se está convirtiendo en un principio organizativo de las políticas económica, exterior y de seguridad de EEUU. Si se trata o no del principio organizativo de Donald Trump tiene menos importancia. El presidente estadounidense tiene instinto nacionalista y proteccionista. El objetivo que persigue es mantener el dominio de EEUU. El medio es el control o la separación de China. Se equivoca el que piense que conseguirá mantenerse en pie el actual orden multilateral, nuestra economía globalizada o incluso las relaciones internacionales armoniosas.
La sorprendente documentación del conflicto comercial, que China hizo pública el domingo, es una prueba. El hecho es que en muchos aspectos China tiene razón. La importancia que concede EEUU a los desequilibrios bilaterales muestra una completa ignorancia en materia económica.
La visión de que la usurpación de la propiedad intelectual ha causado graves daños a EEUU es cuestionable. La idea de que China ha infringido sus compromisos según su acuerdo de adhesión a la Organización Mundial de Comercio (OMC) de 2001 es muy exagerada.

Cinismo

Acusar a China de fraude es de un cinismo absoluto, ya que casi todas las acciones de política comercial tomadas por la Administración Trump incumplen la normativa de la OMC, un hecho que reconoce implícitamente dado su empeño en acabar con el sistema de resolución de disputas.
La posición negociadora de EEUU con China defiende que impere la ley del más fuerte. De hecho, Washington insiste en que los chinos acepten el papel de EEUU como juez, jurado y ejecutor del acuerdo.
Una disputa sobre las condiciones de apertura del mercado o la protección de la propiedad intelectual podría solucionarse con una cuidadosa negociación. Esa solución podría incluso ayudar a China, ya que aligeraría la mano dura del Estado y fomentaría unas reformas orientadas al mercado.
Sin embargo, la situación ahora mismo está demasiado caldeada como para alcanzar una resolución. Esto se debe en parte a una brusca ruptura de las negociaciones, en parte porque el debate de EEUU se centra más en si la integración con la economía china es deseable.
Los recelos hacia Huawei se deben sobre todo a motivos de seguridad nacional y de autonomía tecnológica. El libre comercio se percibe cada vez más como "negociar con el enemigo".
Últimamente se están planteando las relaciones con China como un conflicto de suma cero. Los últimos comentarios de Kiron Skinner, directora de Asuntos de Planificación de Políticas del Departamento de Estado de EEUU, así lo indican. La rivalidad con Pekín, dijo Skinner hace poco, "es un enfrentamiento con una civilización completamente distinta; EEUU no ha estado nunca en una situación parecida ".
Skinner recordó que esta sería la primera vez que nuestro gran competidor no es caucásico. La guerra con Japón se ha olvidado. Aquí lo verdaderamente importante es que la batalla con China se considera un asunto racial y de civilización y, por lo tanto, un conflicto sin solución. Esto no puede ser casual. Y Skinner todavía mantiene su empleo.
Otros presentan el conflicto como un asunto más relacionado con la ideología y el poder. En el primer caso, apuntan a la retórica marxista del presidente Xi Jinping y al papel reforzado del Partido Comunista. En el segundo, recelan del auge económico de China. Ambas perspectivas sugieren un conflicto permanente.
Estamos ante el acontecimiento geopolítico más importante de nuestra era. Entre otros motivos, porquetarde o temprano obligará a los demás países a posicionarse o a luchar por la neutralidad.
Pero no sólo es importante, también es peligroso porque se corre el riesgo de convertir una relación viable, aunque incómoda, en un conflicto que afecte a todos los niveles y que se ha desencadenado sin ningún motivo de peso.
La ideología de China no supone una amenaza a la democracia liberal como en su día lo fue la Unión Soviética. Los demagogos de la derecha son mucho más peligrosos.
Un intento de frenar el auge económico y tecnológico de China fracasará sin duda alguna. Y. lo que es peor, fomentará una gran hostilidad en el pueblo chino. A largo plazo, las demandas de una sociedad cada vez más próspera y mejor educada de conseguir un mayor control de sus vidas acabarían ganando.
Esa posibilidad se reduciría si el auge natural de China se ve amenazado. Además, el dominio de China no es el origen de los males que padece Occidente.
Lo que se considera como un robo de la propiedad intelectual refleja, en gran parte, el intento inevitable de la economía de dominar las últimas tecnologías. Ante todo, un intento de preservar el dominio del 4% de la humanidad por encima del resto es ilegítimo. Eso no siginifica aceptar todo lo que China diga o haga. Al contrario, la mejor forma para Occidente de relacionarse con China es insistir en los valores de la libertad, la democracia, y la coperación global, respetando unas normas.
Estas ideas llevaron a muchos países del mundo a convertirse en aliados de EEUU en el pasado. Y todavía cautivan a muchos ciudadanos chinos a día de hoy. Es bastante factible poder defender estas ideas con contundencia mientras se coopera con China en todo lo que resulte esencial, como la preservación del ecosistema, el comercio y la paz.
Una combinación de competencia y cooperación es la solución para mantener una relación bilateral fluida. Esa estrategia para gestionar el auge de China debe incluir una estrecha cooperación con aliados que compartan los mismos valores y una actitud de respeto hacia China.
Lo triste de la actual situación es que la Administración ha lanzado de forma simultánea un conflicto entre las dos potencias, atacando a sus aliados y acabando con las instituciones que se crearon tras la Segunda Guerra Mundial con EEUU como principal potencia.
El ataque a China es una guerra equivocada que se lucha de forma equivocada y en el terreno equivocado. Lamentablemente, esta es la situación en la que nos encontramos en este momento.

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